Premio FEPAL
Autor: Osvaldo Bodni
La existencia doble  y la clínica del legado.
Descriptores: Tercera Edad; Transmisión Transgeneracional; Pulsión.

Resumen
En este trabajo se desarrolla una propuesta clínica destinada al psicoanálisis de adultos mayores, sosteniendo  que el hombre se convierte en narrador a medida que envejece, y que se relaciona  con sus sucesores mediante los legados que sostienen las narraciones. El punto de partida argumental es la concepción freudiana de la existencia doble, como fin para sí mismo y como eslabón de la cadena generacional.

Desde esta concepción se sostiene además que a partir de la inversión de la clásica pirámide demográfica por la prolongación de la vida y la disminución de jóvenes, se ha producido una tendencia a la descalificación de los adultos mayores, que redunda en no ser escuchados. Desde el punto de vista de la cadena generacional, la amenaza de olvido e intrascendencia es constituyente de una intensa angustia de castración.

La propuesta supone además, desde el punto de vista teórico, un carácter pulsional para el impulso a legar, por lo que la confrontación generacional se traduce en una neurosis actual de la ancianidad, por estasis tóxica libidinal, que redunda en un doloroso incremento del protagonismo corporal. 

A dupla existência e a clínica do legado.

Resumo

Neste trabalho se desenvolve uma proposta clínica destinada à psicanálise de pessoas idosas, que afirma que o homem se transforma em narrador à medida que envelhece e que se relaciona com os seus sucessores, mediante os legados que sustentam as narrações. O ponto de partida argumental é a concepção freudiana da dupla existência, como fim para si mesmo e como elo da cadeia geracional.

Desde esta concepção, ademais se afirma que a partir da inversão da clássica pirâmide demográfica, devido ao prolongamento da vida e a diminuição de jovens, se há produzido uma tendência de desqualificação das pessoas de idade, que redunda em não serem escutados. Desde o ponto de vista da cadeia geracional, a ameaça do esquecimento e a intranscendência provoca uma intensa angústia de castração.

Além disso, a proposta pressupõe, desde o ponto de vista teórico, um caráter pulsional para o impulso a ser legado, pelo qual a confrontação geracional se traduz em uma neurose atual da velhice, por estase tóxica libidinal, que resulta em um doloroso incremento do protagonismo corporal. 

Double existence and clinical work with the legacy

Abstract

The author describes a clinical proposal for the psychoanalysis of elderly adults. He maintains that individuals become narrators as they grow old and that they relate to their successors through legacies sustained by these narrations. The point of departure for this perspective is the Freudian conception of double existence: as an end in oneself and as a link in the chain of generations.
On the basis of this conception the author also states that the inversion of the classical demographic pyramid due to increased life expectancy and fewer young people has led to a tendency to disqualify elderly adults, with the result that they are no longer listened to. From the viewpoint of the chain of generations, the threat of being forgotten and of losing transcendence constitutes intense castration anxiety.
In the theoretical perspective, this proposal also postulates the drive quality of the impulse to leave a legacy, so that this generational confrontation is translated into an actual neurosis of the elderly due to toxic libidinal stasis, which results in a painful increase in the importance of the body.

 

Introducción

”[…] El individuo lleva realmente una existencia doble, en cuanto es fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena […]”
Freud, 1914, Introducción del Narcisismo

Este trabajo tiende a presentar propuestas clínicas para el psicoanálisis de adultos mayores, a partir de desarrollos teóricos basados en la obra de Freud y de otros autores.

Desde tiempos primordiales la humanidad enfrentó la finitud de la vida con ilusiones mágicas o religiosas como lo señaló Freud en “El porvenir de una ilusión” (1927). Pero paralelamente, se desarrollaron también otras defensas de no menor importancia, tales son las ilusiones dinásticas que implican una perduración en la memoria de los sucesores.

Por otra parte, el envejecimiento, como proceso gradual que implica una inevitable decadencia orgánica y de capacidades, es común a todas las especies antes de la muerte, y los seres vivos utilizan desde mucho antes los mecanismos destinados a su reproducción, mediante el pasaje de una memoria biológica, formulada en un código, a una generación subsiguiente. Pero la especie humana es única en cuanto posee una memoria que no cabe en los códigos biológicos, lo que impone el transporte de un plus de la misma, de los más viejos a los más jóvenes, mediante un lenguaje.

El hombre nace receptor, y con el correr de la vida se va convirtiendo activamente en transmisor de experiencia. Para Walter Benjamin (2008) la narración es el instrumento humano por excelencia para la transmisión, y desde tiempos remotos la tendencia activa a transmitir la historia dio lugar a posiciones de prestigio social y familiar para los relatores, especialmente las escasas personas mayores, protagonistas y testigos vivenciales de sucesos más o menos importantes, o simplemente sobrevivientes y guardianes de extensas experiencias de vida.

Mientras tanto y cercano a nosotros, el siglo XX fue protagonista de un cambio poblacional constituido por una creciente población longeva y pasiva sostenida a expensas de un grupo activo en disminución constante. Aunque este fenómeno comenzó en la gran posguerra por la muerte de millones de jóvenes, se extendió luego por la prolongación de la vida de los mayores, y en el grupo joven por el control de la natalidad y la masiva sustitución tecnológica de puestos de trabajo.

Los abuelos clásicos comenzaron a claudicar entonces en sus funciones familiares con sectores sociales en los que muchos viejos ocupan demasiado lugar, y no sólo en la metáfora, si tenemos en cuenta la crisis crónica de nuestras actuales megaurbes. Recordemos la película  “Humberto D”.

Una de las consecuencias de estos procesos es una gerontodemografía nueva, que se acompaña de cambios en la valoración de las personas mayores, siendo que su exceso compite con el impulso de la generación más joven. Entonces aquellas están condenadas a crisis desidentificatorias tempranas cuando su empuje pulsional a la creatividad y el relato todavía es eficaz. Zygmunt Bauman (2000) incorpora la noción de “residuo social”, creando una categoría en la que poco a poco caben los elementos más viejos del sistema. Divorciados de la generación sucesora, esta casi no escucha y declina su función receptora, por lo que el destino incierto de los legados generacionales pone en crisis el sentido de la vida, justamente en su etapa de balance final.

Desde Bauman se denuncia la constante aceleración de los cambios tecnológicos y de las comunicaciones, dando lugar a una nueva etapa social, en la que los activos fijos pierden valor en procura de una movilidad líquida. Dicho de otra manera, para la dinámica de cambio constante actual, la solidez de la experiencia pierde valor en comparación con la flexibilidad del método ensayo-error. De una a otra generación asistimos cada vez más a la obsolescencia de conocimientos trabajosamente adquiridos.

Una viñeta clínica
Flora tenía 87 años. Su asistencia comenzó cuando fui convocado por su familia, preocupada por su depresión,  para entrevistarla en su casa.  Se quejaba de fuertes dolores en sus extremidades inferiores por una insuficiencia venosa. Sus familiares decían que era hipocondríaca y que concurría a la consulta de distintos profesionales,  “todos los cuales comenzaban a estudiarla como si fuera la primera vez”.  Se había realizado una enorme cantidad de estudios, de laboratorio, radiológicos y de dinámica vascular, apilados junto a  remedios recetados que compraba obedientemente aunque no los tomaba. Su preocupación pasaba por un aneurisma de aorta, pequeño y sin evolución, que suponía la principal amenaza para su vida. 

Un día me relató un sueño: “Tuve un sueño el otro día... quería mover el brazo y me acordaba de una amiga que tuvo un accidente y no podía reaccionar y los que estaban ahí pensaban que estaba muerta, pero ella escuchaba...., pero no podía hacer nada… le duró unas horas…....bueh... y a mi me pasaba… algo
parecido en ese sueño...lo llamaba a mi marido, o trataba de llamarlo pero tampoco podía...:después me pareció que lo llamé pero el  siguió durmiendo así que yo… sólo me imaginé que lo llamé… y después conseguí despertarme, conseguí levantarme, fui al baño a orinar... pero salir de eso fue una cosa muy fea”.

Me había recibido  en un pequeño estudio en el que me llamaron la atención libros, adornos, premios y otros objetos que denotaban el reconocimiento profesional por sus años de labor en una rama muy específica de las ciencias de la educación. Pero lo que me resultó más llamativo fue observar que los objetos mencionados tenían adherida una pequeña etiqueta de catálogo, al modo de un inventario.

Me comentó que había etiquetado sus cosas para que después de su muerte se repartieran entre sus nietos como legados con destino fijo, “para que no hubiera problemas de familia”. El resto del mobiliario estaba repleto de papeles, y me dijo entonces que eran sus trabajos de muchos años, con sus argumentaciones acerca de las técnicas que había desarrollado. Me fui enterando entonces que era muy respetada, y que hasta una edad muy avanzada había realizado tareas de consulta. Mi próxima pregunta fue ¿Qué pensaba hacer con todo esto?, me respondió desconcertada que no había publicado todo este material y que creía no tener tiempo para hacerlo.

Trabajamos con algunas entrevistas vinculares: tres hijos, cuatro nietos, y un marido de su misma edad, profesional retirado hacía tiempo. Y en lo esencial nos dedicamos a su inhibición para tener un proyecto. De manera no prevista esto se convirtió prácticamente en un programa familiar, porque iba a escribir su libro, con la ayuda de su marido que manejaba la computadora.

Ella dictaba pero la ayudaron todos, sobre todo para agrupar y clasificar su material de clases y conferencias dictadas a lo largo de años. Sus nietos colaboraron con los gráficos, y luego la menor hizo el diseño de las tapas. La publicación resultó un honor para una editorial académica, y llegado el momento se realizó su presentación en una cámara de capacitación técnica, con un público numeroso.

Flora falleció poco más de un año después, durante ese tiempo recibió saludos telefónicos y visitas, y hasta el final sus relatos espontáneos sustituyeron el tema corporal por vivencias referidas al acontecimiento. Guardamos un ejemplar de su libro con una hermosa dedicatoria. 

El problema demográfico
El envejecimiento humano en buenas condiciones de salud implica una declinación paulatina de capacidades y se produce por el paso del tiempo, dando lugar a un proceso gradual inevitable que desemboca en el final de la vida. Pero la investigación del envejecimiento normal todavía presenta pocas precisiones. Como proceso natural el  envejecimiento está asociado en todas las especies a una modificación orgánica progresiva que lleva finalmente al descenso e incluso la pérdida funcional de los órganos, con una habitual correlación entre las alteraciones estructurales y funcionales asociadas con este proceso.

Frecuentemente esta secuencia temporal es modificada por la aparición de la enfermedad orgánica, que acelera el curso dando paso a un envejecimiento patológico. Sin embargo, la tendencia moderna a la medicalización preventiva, más los indiscutidos avances de la medicina curativa y la cirugía, fueron dando lugar a modificaciones en la clásica pirámide poblacional de una importancia cada vez mayor para la comprensión de los problemas del envejecimiento.  Los mayores de 60 años son actualmente alrededor de un 14 % de la población argentina, pero se espera que sean alrededor de un 25% para el año 2050. Redondo, N. (2001) señala que en la actualidad hay casi un millón de mayores de 80 años en nuestro país. 

En cuanto a la disminución porcentual del grupo joven este fenómeno se relaciona no sólo con el control de la natalidad, sino también con las consecuencias de una revolución tecnológica que ha creado industrias y servicios de una producción cada vez más robotizada, expulsando del trabajo a masas humanas que ya no integran un "ejército de reserva", y que marchan gradualmente hacia la urbanización forzada y la marginación. Es decir, nos encontramos con prolongación de la vida más desocupación.

Como balance, los viejos frecuentemente ingresan en el desvalimiento consumiendo recursos que no producen, son una carga crítica para familias en las que no juegan ningún rol jerarquizado, y cuando el estado se ocupa del problema, especula con las proyecciones de muerte para disminuir sus costos. La supervivencia extensa de los ancianos queda políticamente rezagada, y más allá de cualquier planteo ético introduce cambios culturales en la valoración social de las personas mayores. Autores como Salvarezza (2005) o Antonuccio (1992) coinciden en señalar distintas formas de prejuicio descalificatorio.

Sobre este trasfondo se va diseñando el problema actual, del que no pueden sustraerse siquiera los segmentos de mejor nivel social y cultural de la sociedad, con sus mayores frecuentemente desocupados o jubilados cuando todavía su rendimiento es eficaz, conducidos al sufrimiento de pasar por crisis desidentificatorias. Un ejemplo es la obligada jubilación del profesor universitario a los 65 años, tema que hace algunas décadas fue el objetivo de una lucha estudiantil para la promoción de profesores jóvenes que veían bloqueado su acceso a las cátedras.

En su abordaje del problema Salvarezza (2005) acentúa el carácter prejuicioso tanto de la sociedad como de los profesionales que tratan adultos mayores, que suelen manejarse con una serie de preconceptos comunes. El autor los reúne con el término de “viejismo”, y los relaciona en general con los cambios culturales propios de nuestra época, atribuyendo al actual imaginario social un carácter descalificatorio que contrasta con el respeto que en otra época despertaban los ancianos. En este sentido, María J. Oddone (2005) que realizó un estudio minucioso sobre la imagen de la vejez en la educación básica argentina, tomando el material de libros de lectura en casi 100 años, demostró que la presencia respetuosa de textos sobre ancianos bajó de un 66 % en 1880, época de homenaje a veteranos de guerra, a una ausencia casi total en 1997. Al cruzar estos datos con las cifras de Nélida Redondo (2001), se puede señalar que la presencia de los ancianos en las lecturas de las escuelas públicas declina y claudica a medida que aumenta el envejecimiento demográfico.

Se observa que el cambio cuantitativo es gradual al principio, pero se acelera y al poco tiempo se transforma dialécticamente en un salto cualitativo: ¿cómo respetarlos a todos cuando son demasiados? Nuestras sociedades empiezan a ser comparadas con grupos biológicos primitivos, de recursos y espacios escasos, que parafraseando leyes darwinianas hacen lugar a la supervivencia de los más aptos a través de una competencia despiadada. Muchinik (1984); y Antonuccio (1992) han descrito distintas aristas de este fenómeno social, atribuido en general a la “cultura actual” y a la “posmodernidad”·. 

Algunos planteos freudianos
En su trabajo “Introducción del Narcisismo” (Freud, 1914),  Freud se refiere a la teoría del plasma germinativo, debida al biólogo August Weisman (1893), en los siguientes términos:
“[…] El individuo lleva realmente una existencia doble, en cuanto es fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario contra su voluntad o, al menos, sin que medie esta. El tiene a la sexualidad por uno de sus propósitos, mientras que otra consideración lo muestra como mero apéndice de su plasma germinal, a cuya disposición pone sus fuerzas a cambio de un premio de placer; es el portador mortal de una sustancia- quizás- inmortal, como un mayorazgo no es sino el derecho habiente temporario de una institución que lo sobrevive”.  (La cursiva me pertenece)

Si prestamos atención a las proposiciones conceptuales que pueden deducirse de esta cita, Freud abre el juego sobre la existencia doble, el fin para sí mismo del individuo, y el eslabón generacional de la especie, tributario del plasma germinativo. Este último como un concepto biológico nuevo, no metafórico, y de naturaleza todavía desconocida.
 
Y a partir de la mención del “mayorazgo” como metáfora del citado eslabonamiento biológico se crea una distinción más, porque ésta es una institución jurídica extraída del derecho de familia, muy conocida, y de naturaleza no biológica sino cultural. La “existencia doble” también remite a una concepción institucional muy anterior a los descubrimientos biológicos que impresionaron a Freud.

El concepto implicado en el “fin para sí mismo” no es otro que el narcisismo, que Freud está introduciendo en su teoría general. Respecto del “plasma germinativo”, así denominó August Weisman a su hallazgo de una sustancia residente en los núcleos celulares, que se transmite de una a otra generación en todas las formas de la vida, con la función de transportar los caracteres correspondientes a cada especie en su reproducción. Hoy sabemos que se trata de un código de instrucciones, la fuerte impresión que su lectura produjo en Freud (1920) quedó en evidencia sobre todo en “Más allá del principio del placer”.

La existencia doble y el mayorazgo
 Es difícil explicar por qué Lopez Ballesteros omite la metáfora del mayorazgo en su traducción del texto de Freud. El mayorazgo fue incorporado al derecho de familia por las leyes del Reino de Castilla en 1505, y la institución se extendió pronto al resto de Europa. Permitía el establecimiento de un vínculo indisoluble entre los títulos, las tierras y otros bienes de una familia, de tal modo que en cada generación el conjunto pasara sólo al hijo mayor como único heredero universal, asegurando la continuidad del patrimonio y el apellido de las familias aristocráticas.

Investigando el concepto de existencia doble, o geminada como se la conoce en algunos documentos antiguos, llegamos a “Los dos cuerpos del rey”, título del extenso libro de Ernst Kantorowicz que con el subtítulo de “Estudio teológico medieval” hizo su aparición en 1958. La concepción se apoyaba en la transmisión de un cuerpo institucional indivisible y perdurable, distinto del cuerpo mortal destinado a envejecer y morir. Hasta la publicación de August Weisman no existía ninguna teoría científica acerca de la transmisión biológica, a excepción de las ideas usuales y populares acerca de rasgos personales transportados por la sangre. Esto justifica que Freud necesitara un ejemplo llamativamente contundente, por lo que remitirse a una transmisión cultural pasiva y simple no le servía para su objetivo. En las herencias los patrimonios perpetúan la existencia material de un modo activo, con un peso específico propio que sería más fácilmente comprensible para los lectores no familiarizados con el descubrimiento del biólogo alemán.  

Por fin, revisando el texto de Freud, nos queda claro que podemos encontrar tres instancias distintas de existencia: 1) la primera “mortal”, que está representada por el cuerpo biológico como fin para sí mismo; 2) la segunda “inmortal”, transmisible pero biológica, presentando al plasma germinativo como parte generativa, y 3) la tercera el “mayorazgo”, como la metáfora institucional del conjunto de entidades culturales, institucionales y patrimoniales que constituyen los legados transmitidos activamente por cada generación.

El texto de Kantorowicz., dedicado a la historia y vigencia del concepto de existencia doble, de dos cuerpos o dos naturalezas, propone un recorrido a partir de tres nociones diferentes de dualidad: desde la política, desde la religión y desde la jurisprudencia. El autor centra su estudio en antiguas documentaciones relativas a la sucesión de casas reales y señoríos feudales señalando que los actos del rey como persona estaban unidos a los actos del rey como institución en tanto el cuerpo perfecto de la institución real no tenía edad, ni envejecimiento, ni muerte.

Desde la Edad Media el prototipo de institución real se basaba en la Iglesia romana, descripta por Santo Tomás como un “corpus mysticum”, es decir simbólico. Una segunda perspectiva es la que llamó cristocéntrica, que se basaba en las dos naturalezas del Cristo Hombre y el Cristo Dios. En los concilios visigodos de Toledo, se hablaba indistintamente de persona, naturaleza, sustancia o voluntad “geminadas”, es decir duales. Una tercera perspectiva es derivada del derecho, en la que el príncipe aparece como vicario de la justicia divina en la tierra, con carácter tanto humano como divino.

La historia de la existencia doble se vincula también con la historia de la inclusión del tiempo en las instituciones las cuales tenían un “corpus mistycum” perdurable distinto de un “corpus verum transitorio. Por una parte existía una comunidad individual, compuesta por los habitantes mortales y sus construcciones, y por otra un universitas genérico definido por Inocencio IV como “persona ficta”: la persona jurídica que no puede morir porque se define a partir de la sucesión de sus miembros.

El “mayorazgo” es el más notable ejemplar de la supervivencia simbólica del sujeto mediante el transporte activo de su patrimonio a un sucesor. La institución existió en varios países europeos, incluida Alemania, con el nombre de majorat, y sobrevivió hasta principios del siglo XX, aunque continuó disimulada mediante trucos legales como las donaciones en vida.

Comunicación y transmisión

“...yo por mi parte sólo aspiro a permanecer en su amistoso recuerdo, que esa es la única forma de inmortalidad que conozco”
                                                       Freud, 1937, carta a Marie Bonaparte.

Como vemos, el mayorazgo no parece ser una metáfora feliz de la transmisión del genoma, pero sí lo es de la memoria cultural. Mientras que la legalidad biológica sigue su propio camino, dirigida a la reproducción sexuada, la cultura es transmitida bajo otras legalidades de existencia.

En efecto, el plus de memoria de la especie humana no cabe en los códigos del “plasma germinativo”, y debe traspasarse activamente a través de un lenguaje. La necesidad de transferir memoria puede reducirse a enseñar el lenguaje a un niño, transferirle destrezas, o legarle una fortuna. Lo que convierte a esta acción en un acto esencialmente humano no es su contenido, siempre variable, sino la presencia radical del hecho, como puente estructural de la relación entre generaciones. Y tal como lo plantea también Pierre Legendre (1996), no importa tanto aquí diferenciar los contenidos del mensaje generacional como el hecho general de encontrarnos siempre con un mensaje. Lo que destacamos es la redundancia del hecho humano de transmitir siempre algo, o instruir, o por lo menos intentarlo activamente, hasta con independencia de las condiciones de una recepción que puede ser fallida. El contenido de la transmisión generacional será un legado, que en su esencia sirve al transporte de la historia y a la ilusión de supervivencia.

El objetivo de una investigación destinada a precisar las diferencias entre distintos legados, es una tarea lógicamente posterior a una etapa en la que nos centramos en el hecho humano de la transmisión como un empuje pulsional y universal hacia la diacronía. El empuje insiste, quizás hasta el final de la vida,  y busca su descarga en un objeto sucesor, que puede ser familiar, adoptivo, discipular, o institucional, y el variable contenido de la transmisión generacional se incluye en el concepto denominado legado, con conmutaciones infinitas. 

En primer lugar la comunicación siempre deviene sincronía, en tanto es la posibilidad de compartir una información con simultaneidad. La comunicación establece conjuntos en tanto permite la identificación de los sujetos que la comparten, y estos pueden además presentar una suma sincrónica de emociones.

Ahora bien, en “Psicología de las masas y análisis del yo”, Freud (1921) señalaba justamente cómo la identificación con un líder daba lugar a la generación de una masa de seguidores, todos y cada uno ubicando la voz de aquél en su Ideal del yo. Pero a través del tiempo se transporta la función de un oficiante, que aunque comunica a los integrantes un mensaje que los congrega para su asistencia simultánea a un acto, lo hace con ceremonias que se transmiten desde hace siglos.

Aunque los movimientos de ideas agrupan a las personas en comunidades políticas, científicas, culturales, éticas y estéticas, a través de sistemas de intercambio sincrónico mutuamente codificados, éstos están sostenidos por pactos antiguos, transmitidos por el lenguaje desde orígenes remotos. Tal como también lo señala Piera Aulagnier (1975), en el grupo en última instancia se produce un entrecruzamiento del conjunto sincrónico de comunicaciones inmediatas, con una transmisión en diacronía del sistema comunicacional. 

Fuera del pasaje de información, la metáfora comunicacional se utiliza de diversos modos, en alusión a las aperturas o pasos que comunican entre sí distintos espacios. En general el acto de comunicar alude al transporte fluido de información, en un ejército, caído su líder o su alto mando para el caso, se produce el temido pánico que es una de las peores eventualidades. Una pérdida total de la capacidad operativa del conjunto que depende de la comunicación fluida entre la oficialidad y la tropa.

Para Pierre Legendre (1996) se habla de transmisión entre los elementos de un sistema cuando se habilita el pasaje de energía de unos a otros, por ejemplo del motor de un automóvil a sus ruedas: pero señala que la transmisión es definida por su dependencia de instrumentos mediadores, no importa si son mecánicos, como en este caso. La comunicación misma, siempre sincrónica, deviene en transmisión cuando se apela a la intermediación, por ejemplo con un testamento.

Se transmiten bienes, la “fortuna”, el poder presidencial, los rituales y las ceremonias, y sobre todo la historia. Ya desde antes de la invención de la escritura, y agregando hoy la técnica, existe un inmenso repertorio de dispositivos que quedan aunados en el proceso de producir efectos diacrónicos dejando marcas en el tiempo.           
                                       
Regis Debray (1998), quien acuñó el término “mediología”, reserva la denominación de transmisión para el hecho de pasar un legado a través del tiempo. Para este autor se trata de transferir un bien, una identidad, una información o una destreza, de una generación a otra en la flecha temporal diacrónica. La función se produce con independencia de su soporte, que puede ser el texto, el monumento, o una botella arrojada al mar. Y es independiente de su destino.

Cabe señalar aquí que la comunicación sincrónica comunitaria es un excelente instrumento de transmisión. La comunidad retiene, murmura, y pasa información no solo entre los contemporáneos de un acontecimiento sino también entre ellos y los nuevos integrantes que se incorporan. Para Debray la comunicación es puntual y sincronizadora, constituyendo una trama a la que la transmisión agrega un drama, porque vincula a los vivos con los muertos, es decir, con los emisores ya físicamente ausentes.   

En el análisis de personas mayores, intentamos circunscribir el término transmisión a una función psíquica activa destinada a generar diacrónicamente una perduración. Es un acto que tiende a controlar el tiempo extendiendo la memoria de los otros a través de la transmisión de los legados, personales y colectivos. Se trata de un sujeto que dice yo estuve aquí, dejo un hijo, un árbol, un libro. Deja una señal humana de estadía, que puede ser para una posteridad desconocida, como la botella arrojada al mar, o el banderín en la cumbre de la montaña.
 
En un grupo terapéutico una persona próxima a una mudanza de su casa expresaba su angustia porque no podía llevarse sus libros, y no encontraba ni personas ni instituciones interesadas en la donación de su biblioteca. Se preguntaba: ¿a dónde irán a parar mis libros? En su dolor pedía ayuda para imaginar un destino para su memoria, la negativa le implicaba una “amputación” diacrónica. Pero: ¿qué pasaba con los suyos? ¿ni hijos ni nietos?

La aceleración de nuestros ritmos de vida llevó al arquitecto y escritor Paul Virilio (1993) a definir el motor como el gran objeto del siglo XX.  Y Bauman (2000) apela a la metáfora de la liquidez para señalar la devaluación de la solidez. Se liquidan los activos fijos, la duración de las cosas no es un valor a tener en cuenta, los bienes pasan de moda antes de ser amortizados, y los textos son obsoletos antes de ser leídos. 

Pero ¿qué ocurre con los recuerdos convertidos en identificaciones? ¿Qué ocurre con su duración? ¿Qué ocurre con las costumbres de los inmigrantes, por ejemplo?

La contemporaneidad de la comunicación siempre implica intercambios, cómo lo señalaran Jacobson y Liberman. En cambio la transmisión puede carecer de receptores visibles. Aunque la donación a una biblioteca no produce intercambios con los lectores, para alguien debe ser muy importante imaginar un futuro para sus libros. Como lo escribió Freud en su carta a Marie Bonaparte, el deseo de  tener…“un lugar en un amistoso recuerdo”: es un soporte para una ilusión, para imaginar una presencia futura en una memoria. La ilusión de un recuerdo futuro como contención frente a la angustia existencial por la transitoriedad de la vida.

La transmisión activa fue tratada también por Walter Benjamín (2008), que asimila la narración a una praxis social destinada al transporte de la experiencia humana. En su ensayo “El relator”, encontramos definiciones éticas que apuntan al relato como un instrumento humano por excelencia. Al poner de relieve la íntima relación entre la transmisión de experiencia y la narración, el filósofo cuestiona los tiempos de una sociedad moderna que no valora el “arte de narrar”, señalando que “la cotización de la experiencia ha caído”. Señala: “¿No se advirtió que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? -No más rica, sino más pobre en experiencia comunicacional”. Y agrega: “jamás fueron desmentidas más profundamente las experiencias como lo fueron las estratégicas por la guerra de trincheras, las económicas por la inflación, las corpóreas por la batalla mecánica, las éticas por los detentadores del poder”…

Luego agrega: El narrador toma lo que narra de la experiencia; de la suya propia o la referida. Y la convierte a su vez en experiencia de aquellos que escuchan su historia” “…la relación ingenua del oyente con el narrador está dominada por el interés de conservar lo narrado”…”La memoria es la facultad épica por excelencia”…el recuerdo funda la cadena de la tradición que sucesivamente transmite lo acontecido de generación en generación”… “se pierde el don de estar a la escucha, y desaparece la comunidad de los que tienen el oido alerta”.

El envejecimiento

Hemos investigado la influencia de August Weisman en el pensamiento de Freud. Fue un biólogo muy reconocido, y el fundador del psicoanálisis señaló que su teoría pulsional era un corolario dinámico de la teoría de aquel. Gozó de gran prestigio, fue uno de los más importantes darwinistas, y desde su cátedra en Friburgo era conocido por su firme oposición a la hipótesis de Lamark de los caracteres adquiridos y por su teoría del “plasma germinativo” que definía como algo esencial que debe ser cuidadosamente preservado y pasado de una generación a otra. La teoría fue publicada por primera vez en 1886 y a grandes rasgos es todavía aceptada hoy en términos de cromosomas, genes, y ADN. Para el mecanicismo de la época la sustancialidad del plasma germinal debía residir en su composición, y poco podía anticipar del status de código o lenguaje instalado sobre su base química.

En la teoría freudiana no existe una referencia taxativa a una pulsión de transmitir, pero es sugerente su presencia dentro de las pulsiones de conservación de la especie (Freud, 1940 [1938]), a partir de la ley general de inclusión del sujeto humano en la cultura que lo precede. La responsabilidad por conservar la cultura constituye una exigencia de trabajo para el psiquismo adulto, y el impulso a investir objetos sucesores se constituye evolutivamente, a partir de una psique que en sus momentos iniciales fue puramente receptividad y aprendizaje.

 La importancia que Freud le dio a la teoría del plasma inmortal es de subrayar, dado que se le suele atribuir una predilección por el pensamiento lamarkiano, por ejemplo la hipótesis de sucesos acontecidos que se van incorporando al ello como fantasías primordiales.

Sin embargo, Weisman era un científico muy poco proclive a aceptar modificaciones biológicas estructurales transmisibles. En cambio, como firme partidario de la teoría darwiniana de la supervivencia de la especie más apta, su tesis se articula mucho más con una supervivencia del sistema de transmisión más apto para transportar aprendizaje.

En el “Porvenir de una Ilusión” Freud (1927) se refiere a la tentación humana de proyectar siempre un futuro utilizando para ello las distintas concepciones religiosas. Para esta futuración, el racionalismo científico y el agnosticismo religioso constituyen alternativas dolorosas de renuncia a una ilusión. Entonces la hipótesis biológica  brindó a Freud una idea consistente para una trascendencia no religiosa del sujeto, como continuación de su tiempo singular.

En nuestra hipótesis la serenidad de la vejez se relaciona con esta posibilidad de procesamiento de la transmisión, meta que en la realidad de la vida no puede realizarse por obstáculos diversos. La prolongación de la vida y la declinación funcional contribuyen muchas veces para que el anciano continúe insistiendo en una transmisión estereotipada,  y la  patogenización de lo que debería ser sólo una crisis de la vida se relaciona con la gran dificultad para procesar este impulso a transferir la historia. 

La ancianidad no es la etapa vital de mayor relevancia en la transmisión generacional, pero nuestros interrogantes apuntan a la extensión de la  vida y la producción de una transmisión estereotipada, por insistencia pulsional, y por otro, a la confrontación generacional. La angustia de castración toma así una nueva forma, como temor fantasmático a quedar fuera de la memoria de la especie.

La angustia de castración
Freud señala que el ello no puede tener noticia alguna de la muerte, cabe agregar que desde la teoría del inconciente filogenético no hay lugar alguno para registrar regresos de la muerte ni tampoco retoños de la esterilidad. La estructuración de la subjetividad presenta entonces un doble origen: El sujeto es siempre fin para si mismo, y además eslabón de una cadena generacional. En este último sentido ha sido estructurado como receptor, ha debido apropiarse de los estandartes con los que construyó su identidad, y llegado el caso, debe transportar la herencia recibida hacia un destino nuevo más seguro. El viejo se convirtió ya hace mucho en “derecho habiente del mayorazgo”, en su momento aceptó como padre la plenitud de su función de transmitir los emblemas identificatorios, y ahora es responsable de delegar su poder. (Bodni, 1998)

Ahora bien, cuando Freud explica el mecanismo de la desmentida señala su doble función defensiva, frente a la castración y  frente a la muerte. La pretensión omnipotente de transmitirlo todo es patente de una transmisión narcisista, y  su meta será entonces perpetuarse a partir de convertir al otro en un doble. Esta modalidad podría encuadrarse en el concepto que Piera Aulagnier (1975) llamó “deseo de alienar”, para que el sucesor pueda ser soporte de la fantasía de inmortalidad propia, con objetos identificatorios fetichizados que permiten sostener la ilusión de una transmisión completa, sin fisuras, produciendo un doble especular.

Aunque la teoría de la estasis pulsional es ajena a esta dimensión intersubjetiva de movimiento generacional, en lo singular del sujeto un aumento de la energía -Q- en circulación planteará al aparato psíquico problemas de orden económico. Por ejemplo, procesos tóxico pulsionales seniles relacionados con la imposibilidad de descarga de la transmisión como una  pulsión. Freud siempre había insistido en una matriz biológica genética de los impulsos humanos consistente en el “instinkt... ...semejante al que se encuentra en los animales”, un patrón instintivo de ciertas fantasías universales, y de esquemas comportamentales, algunos simples como las emociones, y otros de mayor complejidad, como sería el caso de la pulsión de conservación de la especie en su aspecto no biológico. Lo peculiar de la especie humana es que la totalidad de la memoria necesaria para su conservación no cabe en la biología.

La pulsión de conservación de la especie, como impulso a legar, es una condición humana necesaria para completar la insuficiencia de la transmisión biológica, y tiene su meta en la transmisión de la genética y la cultura a un sucesor. Por eso en la infancia la teoría de la erogeneidad está vinculada con la constitución del sujeto, pero más tarde se organiza en función del legado, la historificación y el relato. La autoconservación personal disminuye su importancia y se jerarquiza la supervivencia del grupo cultural.

La eficacia de la transmisión de la cultura está en relación directa con la selección natural de la especie humana, entonces la responsabilidad por conservar la cultura constituye una exigencia de trabajo para Eros, apuntalada en este impulso que tiene por meta transmitir el legado y designar el sucesor. Antes de dejar el grupo al que pertenece debe cumplir con su misión de transporte, y podemos decir que con este autor Freud da una vuelta de tuerca a la teoría de la castración, porque la amenaza presupone la no producción del objeto sucesor y conlleva un riesgo verdadero de olvido e intrascendencia.

Dice Freud, (1925) “Puesto que el pene –en el sentido de Ferenczi [1924]- debe su investidura narcisista extraordinariamente alta a su significación orgánica para la supervivencia de la especie, se puede concebir la catástrofe {Katastrophe} del complejo de Edipo- el extrañamiento del incesto, la institución de la conciencia moral y de la moral misma- como un triunfo de la generación sobre el individuo. Punto de vista interesante este, si se reflexiona en que la neurosis estriba en una renuencia del yo frente a la exigencia de la función sexual.” (pag.274)

Piera Aulagnier (1975), se refiere a un "pacto narcisista" en el que la sociedad asegura su futuro reemplazando los sujetos muertos por voceros nuevos que van a repetir sus mensajes. Y agrega que los viejos requieren sostener "la ilusión de que una nueva voz volverá a dar vida a la mismidad de su propio discurso". El sujeto es eslabón de una cadena de cronistas y la réplica humana terminada es culta, deviene sólo tras una transmisión estructurante extensa, no biológica, pero comandada por la energía pulsional. La amenaza de castración se expresa como imposibilidad de transmisión de los emblemas identificatorios. 

Rene Kaës (1996) señala que en la mayoría de las investigaciones sobre transmisión encuentra un rasgo común, “Un fenómeno que podría describirse como una urgencia o como una suerte de impulso por transmitir bajo el efecto de un imperativo psíquico incoercible”….: “ ...una necesidad tal es el resultado de exigencias pulsionales inconcientes, en las que prevalecen a veces las exigencias narcisistas de conservación y continuidad de la vida psíquica, a veces las del Ideal del Yo y del Superyo, más precisamente , la transmisión de las prohibiciones fundamentales. ...siempre aparece la necesidad de transferir-transmitir en otro aparato psíquico...”. ( Pag. 20) En esta cita el carácter pulsional que Kaes adjudica al estudio de la transmisión está más allá de cualquier diferencia entre normalidad o patología. Si la tendencia a transmitir tiene exigencia pulsional será insistente, y podrá llegar a convertirse en un impulso reiterativo a la narración, articulando la autoconservación y la supervivencia del grupo.

Erikson (1974) se refiere al envejecimiento señalando que en esta etapa los frutos de la maduración de las personas sólo se observan en quienes se han ocupado de las cosas y de la gente, y se “han adaptado a los triunfos y a los desengaños de ser, por necesidad, el que ha dado origen a otros y ha producido objetos e ideas”. (pág. 113) Cuando propone la palabra integridad, relaciona este estado con un “sentimiento de camaradería con hombres y mujeres de épocas lejanas, que estaban empeñados en la búsqueda de cosas diferentes y que han creado sistemas, objetos y lenguajes, que trasmiten dignidad humana y amor”. (Ibid. pág. 114) (La cursiva me pertenece).

Para este autor una vida individual es la coincidencia de un ciclo vital con un segmento de historia, y llama desesperación a un sentimiento relacionado con la temporalidad, porque ya no se puede cambiar el estilo de vida, y ya no se pueden probar alternativas. La fortaleza del yo toma la forma que denomina sabiduría, y fundamentalmente, una preocupación desinteresada y ética por el “mantenimiento del mundo”. El hombre en la vejez se encuentra con una crisis identificatoria que se puede reformular como “soy lo que sobrevive de mi”. (La cursiva me pertenece).

Para David Liberman (1962, 1970) las funciones del yo y los sentidos de realidad también evolucionan en el curso del ciclo vital. Se activa una inversión desde la sincronización entre afecto, idea y acción, característica de la adolescencia, hacia el observar sin participar, modalidad que ubica en la vejez. En esta etapa, se van produciendo los cambios del rol funcional esencial de receptor a la mayor responsabilidad de la transmisión.

Al pasar a la adultez tardía y ser menos necesario requiere desarrollar la capacidad de no experimentar desamor. Se está preparando para la delegación del poder, y se incrementa la transmisión de información. Así como la adolescencia significa fundamentalmente la necesidad de seducir y dramatizar porque es una organización fálico genital por excelencia; el adulto temprano debe desarrollar la función de regulación de su ambición, y el adulto mediano debe tener esperanza para llevar a cabo tareas de responsabilidad y tomar decisiones. Mas tarde, al llegar al retiro, requiere aumentar la regulación de su autoestima; y luego, en la vejez, desarrollar la capacidad de estar solo, agregando: “[…] entonces la escala de valores está centrada en tomar contacto como transmisor de información histórica”. (Liberman D. y Labos E., “Fantasía inconsciente, vínculo y estados psicóticos”, pág. 218).

José Bleger. (1967, 1969) postula un conjunto no yo siempre coexistente con el yo, denominado núcleo aglutinado, de funcionamientosimbiótico. Estos aspectos, yo y no-yo pueden discriminarse en el anciano. En la investidura de un sucesor se reconocerían sobre esta base distintas corrientes: 1) En una indiscriminación padre hijo el sucesor será sostén de un aspecto no yo La continuidad del hijo, dentro de una organización indiscriminada, implica la continuidad de la propia persona. 2) Cuando la persona es sostén de una institución que a su vez es soporte de sus identificaciones, requiere un sucesor para una continuidad institucional. 3) Cuando la persona es sostén de un sistema de saberes, fuerza su sucesión mediante la discipulación.  El mismo autor estudió el efecto Zeigarnik, de tarea inconclusa, que en la clínica de adultos mayores se presenta con frecuencia como una crisis existencial, en un balance de la vida como tarea no terminada.  

En cuanto a otros autores como Leopoldo Salvarezza (2005), la potencialidad de la vejez es mayor que la que habitualmente es reconocida por los pacientes y sus familias, lo que redunda en psicoterapias individuales y vinculares dirigidas a descubrir estas potencialidades y utilizarlas en provecho de una ancianidad mas plena.

Edgardo Rolla (1992) propuso diferenciar el envejecimiento normal de un proceso que denominó senescencia. La normalidad se caracteriza por la constancia del yo en el mantenimiento de sus funciones retrasando su claudicación. El papel de las familias también es destacado por Abraham (1959) y Aducci (2004). Muchinick (1984) realizó una extensa investigación en base a cuestionarios con el objeto de precisar el lugar de la vejez en el imaginario social, señalando el peso de las opiniones descalificatorias respecto del grupo etáreo. M. Gutierrez y otros (2006) señalan una fuerte controversia en cuanto a la diferencia entre criterios deficitarios y de desarrollo vital.

Propuestas clínicas
Legar es testar, testimoniar y relatar. La propuesta es considerar en la crisis de la vejez el impulso insistente a la producción del sucesor con la misión de preservar la cultura, interpretando el doloroso efecto de tarea inconclusa relacionado con una transmisión frustrada.
El proceso es activo e implica la narración, ésta está inscripta en el discurso, pero también en los objetos familiares, las fotografías, las viejas cartas, los importantes o humildes blasones de un antepasado heroico. Y también en el dinero, en las propiedades y en el contenido histórico de los patrimonios testamentarios y culturales. Justamente lo que se destaca es que todo legado sostiene una historia, implícita o explícita, como contenido y como acto narrativo.
Atendiendo a la función de cronista del adulto mayor, proponemos a ayudarlo a aceptar que aunque el sucesor no podrá ser su doble ni transportar toda su transmisión, siempre llevará inscripta alguna marca, alguna señal de su discurso. Es un paciente que pide garantías de ser reconocido como enunciante para un conjunto social que muchas veces no lo puede escuchar, activando la angustia de castración como un doloroso sentimiento de intrascendencia o vida inconclusa.

 

En síntesis:

  1. Ningún enunciado podrá transportar la totalidad de los emblemas identificatorios. La aceptación de la castración es la aceptación más amigable de este límite.
  2. Aceptados los límites de la transmisión y la renuncia a una omnipotencia enunciativa, el discurso se presentará en fragmentos, que darán cuenta de una selección de lo posible. Pero aún así el conjunto demostrará al viejo que no puede absorber todo lo que este seleccionó. En este sentido podemos asistir en tal momento a una  reactivación de las  propias fantasías edípicas, ahora vueltas contra sí mismo. La aceptación de este segundo límite es la resignación del parricidio, pues algo de su discurso va a ser suprimido, creando una de las condiciones que Baranger, Goldstein y Zak de Goldstein describieron como desidentificaciones espontáneas, cuando un sujeto pierde aspectos importantes de su ideal del yo.
  3. Este abordaje se facilita contando con una teoría de la transmisión cultural que de cuenta de la función narrativa, de su inhibición,  y de su frustración, permitiendo un refinamiento de la escucha, y un uso más eficaz de los señalamientos, las interpretaciones y las construcciones. En la trama de las tradiciones y las historias mal contadas existe un plus de entropía, de pérdida. El duelo por las identificaciones perdidas puede elaborarse para evitar una anestesia afectiva paralizante.  La intervención analítica, inclusive vincular,  podrá señalar cuánto ha sido escuchado a pesar de todo, y ayudará a descubrir los signos de su continuidad en sus sucesores, en sus discursos y en sus proyectos, hasta recobrar el sentido de no haber vivido en vano.

 

Bibliografía

Adducci, E. Adultos mayores, su psicoanálisis hoy. Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 2004
Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretación. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1975.
Baranes, Jean josé. “Devenir si-mismo... lo transgeneracional”. En: Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1996.
Baranger, Zak de Goldstein, Goldstein. “Acerca de la desidentificación”. Revista de Psicoanálisis A.P.A.
Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica Argentina, 2000.
Benjamín, Walter. El narrador. Ediciones Metales Pesados, S.Chile, 2008.
Bodni, O. “Angustia de castración generacional y sentimiento de intrascendencia”. Revista de Psicoanálisis APA. T.56, n.3, p.605-614, 1999.
Bion, Wilfred. Memorias del futuro. Yvenes, 1991.
Bleger, José. Psicología de la conducta. C.E.A.L., Buenos Aires, 1969.
Debray, R. Transmisión. Ed. F. Cultura, México, 1998
Estes C., Binney E. “The biomedicalization of aging: dangers and dilemmas”, The gerontologist, vol 29, N5, Washington, 1989.
Faimberg, Haydeé. “El telescopaje de las generaciones”. En: Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Amorrortu Editores, Buenos Aires,1996.
Freud, S. El chiste y su relación con lo inconsciente. A.E., VIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1905c.
Freud, S. “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”. A.E., X, Amorrortu Editores, 1909.
Freud, S. “Sobre un caso de paranoia...”. A.E., XII, Amorrortu Editores, 1911
Freud, S. “Totem y tabú”. A.E., XIII, Amorrortu Editores, 1913. 
Freud, S. “Introducción del narcisismo”. A.E., XIV, Amorrortu Editores, 1914c.
Freud, S. “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico...”. A.E., XIV, Amorrortu Editores, 1916d.
Freud, S. “Más allá del principio del placer”. A.E., XVIII, Amorrortu Editores, 1920.
Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. A.E., XVIII, Amorrortu Editores, 1921c.
Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”. A.E., XXVII, Amorrortu Editores, 1926d. 
Freud, S. “El porvenir de una ilusión”. A.E., XXI, Amorrortu Editores, 1927c.
Freud, S. “Fetichismo”. A.E., XXI, Amorrortu Editores, 1927e.
Freud, S. “Moisés y la religión monoteísta”. A.E., XXIII, Amorrortu Editores,  1939a. 
Freud, S. “Esquema del psicoanálisis”. A.E., XXIII, Amorrortu Editores, 1938a.
Gutierrez, M., Serra, E y Zacarés J.J. Envejecimiento óptimo. Promolibro, Valencia, 2006.
Kaës, René. Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1996.
Kanciper, Luis. La confrontación generacional. Paidos, Buenos Aires, 1996.
Kantorowicz E. Los dos cuerpos del Rey” (Estudios sobre la realeza medioeval). Editorial S. Compostela, 1958.
Kohut, Heinz. Análisis del Self. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992.
Legendre, P. El inestimable objeto de la transmisión. Siglo Veintiuno, México, 1996. 
Liberman D. y Labos E., Fantasía inconsciente, vínculo y estados psicóticos. Ed. Kargieman, Buenos Aires, 1982.
Maldavsky David. Teoría y clínica de los procesos tóxicos. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992.
Muchinick, Eva. Hacia una imagen de la vejez. Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1984.
Oddone María J. “La vejez en la educación básica argentina”. En: El fantasma de la vejez, Tekné, Buenos Aires, 2005.
Rolla, E. Senescencia, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1992.
Redondo, Nélida. "Impacto social del envejecimiento: Radiografía de una población". En: Encrucijadas UBA. Revista de la Universidad de Buenos Aires, Vol.1(3), 2001.
Salvarezza, L. El fantasma de la vejez. Tekné, Buenos Aires, 2005.
Virilio, Paul. L´art du moteur. Éditions Galilée, París, 1993. [Hay traducción en castellano: El arte del motor, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1996]
Virilio, Paul. La vitesse de libération. Editions Galilée, París, 1995. [Hay traducción en castellano: La velocidad de liberación, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1997]
Weisman, August. The germ-plasm, a theory of heredity. Londres,1893.

En la traducción de Lopez Ballesteros,  no  figura la mención al mayorazgo: El individuo vive realmente una doble existencia, como fin en sí mismo  y como eslabón de un encadenamiento al cual sirve independientemente de su voluntad, si no contra ella. Considera la sexualidad como uno de sus fines propios, mientras que, desde otro punto de vista, se advierte claramente que él mismo  no es si no un agregado a su plasma germinativo, a cuyo servicio pone sus fuerzas, a cambio de una prima de placer, que no es sino el sustrato mortal de una sustancia inmortal quizá”. (B. Nueva; 3 Ed.; “Introducción al narcisismo”, pag 2020)

 

En la gesta de Mayo, cuando  el pueblo quería “saber de que se trata”, esperaba una comunicación cuyo medio era el bando. Recién se habla de transmisión en otra etapa, al construir la pirámide para festejar las efemérides; o mejor aún, con los primeros textos de historia patria, cuando monumento y libro se articularon en la función de crear identificaciones futuras entre los destinatarios de un mensaje diacrónico.