Un método de investigación sistemática de la defensa en el lenguaje del paciente desde la perspectiva freudiana

David Maldavsky

 

Resumen

            El trabajo tiene cinco partes: I. Objetivos de la investigación y marco teórico, II. Inventario y agrupamiento de las defensas, III. Hipótesis-puente, IV. Propuestas instrumentales, V. Visión de conjunto. Cada parte contiene una discusión interna que culmina en decisiones metodológicas. La exposición central se desarrolla en el apartado IV. Consiste en una tentativa de distinguir entre las defensas normales y patógenas tomando en cuenta las posiciones posibles del relator en las escenas que describe. El método permite detectar: a) si la defensa es normal o patógena, b) el tipo de defensa patógena, c) su estado (éxito o fracaso), d) la prevalencia de algunas defensas sobre otras, e) los cambios en las defensas durante el tratamiento.

 

Summary

            This paper has five parts: I. Research aims and theoretical frame, II. Inventory and clusters of defenses, III. Bridge-hypothesis, IV. Instrumental proposals, V. Overview. Each part has an internal discussion arriving at methodological decisions. Central exposition occupied part IV: an essay on distinguish between normal and pathological defenses taking in account the  position of speaker in the scenes he/she describes. The method detects: a) if defense is normal or pathological, b) the type of pathological defense, c) its state (successful or not), d) the prevalence of some defenses, e) the changes in defenses during the treatment.

 

Resumo

 

I. Relevancia del tema, objetivos de la investigación, marco teórico

A lo largo de diferentes investigaciones he propuesto (----) un método de investigación del relato desde la perspectiva psicoanalítica. Dicho método se ha centrado en una hipótesis freudiana de enorme importancia, la de la erogeneidad. He realizado primero un inventario de dichas erogeneidades: LI: Libido intrasomática -cuando la libido inviste los órganos internos, sobre todo corazón y pulmones, al comienzo de la vida posnatal (Freud, ----)-, O1: Oral primaria, O2: Sádico oral secundaria, A1: Sádico anal primaria, A2: Sádico anal secundaria, FU: Fálico uretral; FG: Fálico genital. Luego describí cómo son los relatos prototípicos para cada una de estas siete erogeneidades. Para aludir a esta forma específica de expresión de cada erogeneidad en el discurso propuse (----) el término lenguajes del erotismo, de cuño freudiano.

Este método puede constituir un paso adelante desde múltiples perspectivas: 1) crear un puente entre investigación conceptual e investigación empírica, 2) facilitar las investigaciones metapsicológicas, psicopatológicas, técnicas y clínicas. En este último plano con dicho método es posible investigar los relatos y detectar lo común y lo diferente en cuanto a la expresión de la erogeneidad. Es posible reunir discursos de pacientes entre sí y discursos de pacientes con textos de carácter no clínico, en la medida en que coinciden en cuanto a la erogeneidad que manifiesten. Estas reuniones permiten además enriquecer y refinar el método, hallar afinidades y diferencias. Pero a poco andar se advierte que este avance requiere de otros pasos; es decir, se manifiestan sus insuficiencias. Estas son especialmente notorias no tanto cuando buscamos semejanzas y afinidades sino cuando se nos hace necesario investigar las diferencias. Estas pueden ser de tres tipos: 1) entre los discursos de dos pacientes que poseen el mismo lenguaje del erotismo central, 2) entre el discurso de un paciente y el texto de un literato con idénticas coincidencias, 3) entre las sesiones iniciales y las finales de un paciente que ha tenido una evolución clínica. Para dar cuenta de algunas diferencias el método ya expuesto revela poseer ciertas recursos. En efecto, el método está propuesto para captar combinatorias entre relatos que expresan diferentes erogeneidades, así como relaciones entre ellas, y sus cambios. Por este medio podemos distinguir entre dos pacientes, ya que en uno el relato que expresa un erotismo central se complementa con otros dos, mientras que en el otro paciente el primero de los relatos queda matizado por otros tres, que no coinciden con los dos del primero. También podemos distinguir por un medio similar, quizá algo más refinado, entre los relatos de las sesiones iniciales y finales de un tratamiento. En esta otra ocasión podemos advertir que los relatos expresan en uno y otro período las mismas erogeneidades, pero que ha cambiado la posición respectiva, en el sentido de que alguno de ellos, que al comienzo se expresaba como subsidiario, poco importante, pasa a tener luego un carácter hegemónico, quizá de modo transitorio, quizá de manera permanente. En consecuencia, el método puede responder (tal vez un poco forzadamente) a la exigencia de dar cuenta de algunos de los hechos en su especificidad. Pero no parece poder dar cuenta de otra de las diferencias antes mencionadas: entre el relato de un paciente y un texto literario. En efecto, en mi tesis de doctorado (1975) me dediqué a comparar el discurso de Borges con el de un paciente esquizofrénico, y hallé que ambos poseen relatos con numerosos rasgos en común en cuanto a una de las erogeneidades en juego (oral primaria). Podría continuar el análisis diciendo que tanto Borges como un paciente psicótico comparten no solo ese erotismo expresado en el relato, sino otros dos, y con las mismas jerarquías relativas. En este punto se advierten más claramente las limitaciones del método ya expuesto: hay diferencias que solo pueden ser entendidas si se toma en cuenta otra perspectiva, la de la defensa, cuya investigación sistemática, a su vez, requiere del desarrollo de nuevas propuestas metodológicas. Este es, precisamente, el objetivo del presente texto.

La investigación sistemática de la defensa tiene repercusión al menos en cuatro marcos: teórico, psicopatológico, técnico, clínico. En cada uno de ellos tiene un valor específico. La teoría de la defensa es inseparable de la teoría de la pulsión. En efecto, la defensa es para Freud (1915c) un destino de pulsión en un yo. Estas hipótesis fueron expuestas por Freud respecto de la trasformación en lo contrario, la vuelta contra la propia persona, la represión, la sublimación, la formación reactiva, la identificación, la proyección y muchos otros mecanismos, normales o patógenos. Respecto de la desmentida y la desestimación, las cosas no están tan claras. En principio, son defensas que se oponen a la realidad y/o a la instancia paterna, y entonces, en principio, podemos decir que tales mecanismos son destinos en el yo no de la pulsión sino de la realidad y/o del superyó-ideal del yo. Sin embargo, al mismo tiempo son defensas que, con ciertas trasformaciones, dejan libre curso a la pulsión, y en este sentido son también un destino en el yo de esta. Esta hipótesis permite ubicar en un marco metapsicológico la cuestión de la defensa.

Estas hipótesis se ensamblan con los estudios sobre las estructuras yoicas (yo real primitivo, yo placer purificado, yo real definitivo, superyó), su grado de complejidad, su entramado representacional, los tipos de afecto, las identificaciones, el valor de la percepción, de la motricidad, de las funciones psíquicas. En relación con el yo, la teoría de la defensa se combina, según Freud (1924b), con la del conflicto que este tiene con sus tres amos (pulsión, realidad, superyó). Como no siempre el yo puede hallar transacciones aceptables entre estos amos en pugna, debe colocarse a favor de unos y contra otro. Si bien ambas perspectivas de la defensa corresponden a un plano teórico, una de ellas posee un alto grado de generalidad (destino de pulsión) y la otra (oposición a uno de los amos del yo) una abarcatividad algo menor, ya que plantea la cuestión de su diversidad.

Las defensas así consideradas tienen una meta genérica y otra específica. Hasta ahora nos referimos a la específica: cada una se opone, de manera diversa, a uno de los amos del yo. En cuanto a la meta genérica, consiste en mantener algún tipo de equilibrio libidinal narcisista, tanto más misterioso cuando la defensa consiste en oponerse a la tensión de las pulsiones de vida, en agotar la energía de reserva. Sea como fuere, si deseamos evaluar el estado de una defensa, es decir si es o no exitosa, debemos tomar en cuenta si se han logrado ambas metas. Puede ocurrir, en efecto, que solo una de ellas se alcance (oponerse a uno de los amos del yo), pero no la otra (y por lo tanto que el esfuerzo de la defensa, ligado al mantenimiento del narcisismo, tenga una resolución insatisfactoria).

La segunda definición de la defensa (oposición a uno de los amos del yo), a su vez, abre el camino a la consideración de los mecanismos en las estructuras clínicas. En efecto, el enfoque freudiano de la defensa en el marco del conflicto del yo con sus tres amos constituye un aporte central en las investigaciones y categorizaciones psicopatológicas. Según cuál defensa prevalezca, cambia la estructura clínica. Las defensas opuestas a la pulsión y al deseo están comandadas por la represión (como en las neurosis de transferencia), las opuestas a la realidad son básicamente la desmentida y la desestimación (como en las estructuras narcisistas psicóticas y no psicóticas), y las dirigidas contra el superyó pueden ser cualesquiera de estas tres (represión, desmentida, desestimación), según el sector del superyó con el cual se desarrolle el conflicto: si el superyó es representante del deseo, predomina la represión (como en la histeria de conversión), y si es representante de la ley, prevalece la desmentida o la desestimación (como en las estructuras narcisistas). Además, Freud (1923b) sostuvo que existe otro nivel de la defensa, entre las pulsiones. De estas afirmaciones deriva la consideración de una defensa de la pulsión de muerte contra Eros: una tendencia a vaciar a lo anímico de toda energía de reserva, a dejar al yo exangüe. La defensa es entonces la desestimación del afecto, propia de las patologías tóxicas y traumáticas.

            También la teoría de la defensa cobra importancia cuando evaluamos tratamientos. Podemos distinguir entre tres criterios de evaluación de procesos psicoanalíticos. Uno de ellos es descriptivo: mejoría en los síntomas, los rasgos de carácter, el malestar que aqueja al paciente. Otro criterio de evaluación deriva del establecimiento de parámetros específicos, como el logro o el incremento del insight, o la mejoría de la calidad de los vínculos afectivos y/o laborales. Un tercer criterio es el estudio de los cambios en las defensas. Se podría sostener que a menudo los dos primeros criterios (sintomático y parámetros específicos) son un indicio del tercero, y que la modificación de un rasgo patológico de carácter, por ejemplo, es una expresión del cambio en la defensa. Algo similar se podría decir respecto del incremento del insight. Pero no siempre un cambio sintomático o un incremento en el insight va acompañado de una modificación en la defensa. Existen cambios sintomáticos derivados de la sugestión, de la maduración vital, de la modificación de circunstancias ambientales, y no de la sustitución de la defensa patógena por una más benigna. En cuanto al incremento del insight, es, al menos para Freud (----), un primer paso, una condición para el cambio de la defensa, y a veces el proceso terapéutico puede no avanzar desde este requisito hasta su consecuencia, es decir, hasta el cambio estructural. Además, un cambio sintomático o caracterológico y/o un incremento del insight no constituyen en sí mismos una garantía de que las modificaciones derivadas del esfuerzo terapéutico persistan a lo largo de un tiempo razonablemente extenso. En cambio, la sustitución de una defensa patógena por otra más benigna resulta un mejor indicio de una mayor estabilidad de los cambios clínicos. Obviamente, cuando se conjugan los tres factores (cambio en la defensa, insight, mejorías sintomáticas y/o caracteriales) los indicios con que contamos para inferir el éxito o fracaso del tratamiento son más sólidos.

            En cuanto al cambio en la defensa patógena por otra más benigna, es el objetivo central de un tratamiento, al menos según lo proponía Freud. Por ejemplo, el levantamiento de la represión y la sustitución por la condena por el juicio es para Freud (----) la meta del tratamiento en las neurosis de transferencia. Si la defensa patógena dominante es otra (como en las psicosis, por ejemplo), también lo es el objetivo clínico. Colegir la defensa resulta central para definir una estrategia clínica: hacia dónde apunta el proyecto del terapeuta, cómo establece su posición (cómo escucha), cómo interviene y qué le solicita al paciente. Si la defensa central del paciente es la represión, como en las neurosis de transferencia, el terapeuta se ha fijado una forma de escucha (la atención libremente flotante) y le propone al paciente un tipo de discurso (la asociación libre), que son el complemento de la meta clínica: la remoción del mecanismo patógeno. Pero si la defensa dominante es la desestimación de la realidad y de la ley, de la instancia paterna (psicosis), la posición del analista difiere de la atención flotante, y no parece razonable pedirle al paciente (que puede estar inmerso en estados de terror o en crisis de violencia enceguecida) que asocie libremente. La consideración de la defensa patógena dominante resulta fundamental a la hora de evaluar estrategias clínicas, las cuales tienen un peso mayor que la evaluación de la técnicas específicas. Por ejemplo, resulta menos importante decidir si es preferible una interpretación transferencial, una histórica o una referida a la situación actual de un paciente, que decidir si la orientación global del terapeuta es la acertada. En efecto, a veces el problema es que el terapeuta se ha centrado en la consideración de un deseo (supuestamente reprimido) del paciente en lugar de prestar atención sobre todo a su rechazo (desestimación) de la realidad y de la instancia paterna, que parece dar al caso clínico en cuestión la tónica dominante.

            Con esta exposición pretendo ubicar a la teoría de la defensa en cuatro marcos diversos: metapsicológico, psicopatológico, clínico y técnico, en que pueden desarrollarse otras tantas propuestas de investigación. Todas estas investigaciones exigen un pasaje desde las hipótesis teóricas a las ligadas a las manifestaciones. Lograr el nexo entre ambos conjuntos de hipótesis, de importancia central en la investigación, requiere de una argumentación cuidadosa y fina, y constituye uno de los objetivos de este trabajo.

            Como nuestro interés consiste en construir un instrumento para la investigación de la defensa, sobre todo de la defensa central, conviene que expongamos los interrogantes que pretendemos que este método nos ayude a responder: 1) cuál es la defensa dominante en juego, 2) si la defensa es normal o patógena, 3) si, siendo patógena, es exitosa o ha fracasado; 4) si, habiendo una coexistencia entre varias defensas, se da una relación detectable entre ellas, 5) si es posible inferir los cambios en las defensas. Si el instrumento contribuye a responder a estas cinco preguntas, será posible establecer nexos más sutiles entre: 1) defensa y erogeneidad, 2) defensa y estructuras psicopatológicas, 3) defensa y evaluación del tratamiento, y 4) defensa y problemas clínico-técnicos.

            La exposición que sigue tiene un recorrido algo extenso. Comienzo con una tentativa de investigar y agrupar las defensas a partir de criterios psicopatológicos. Luego pretendo crear hipótesis-puente entre las categorizaciones de las defensas y las manifestaciones discursivas (sobre todo recurriendo a la teoría psicoanalítica de las erogeneidades, de las pulsiones sexuales y su expresión en el relato). Por fin expongo mi propuesta instrumental, es decir, el método que he diseñado para investigar la defensa central, su estado, sus combinaciones y sus cambios en el proceso analítico. Quizá como un aliciente para que el lector emprenda el recorrido que le propongo, deseo agregar un comentario. Se ha enfatizado últimamente el hecho de que es necesario tomar en cuenta la posición subjetiva del paciente y sus cambios. Sin embargo, no se ha descrito de un modo sistemático en qué consisten ni dicho posicionamiento ni sus cambios. Considero que investigar la defensa en el discurso constituye, precisamente, el modo de detectar dicho posicionamiento en toda su complejidad, con sus jerarquías, sus múltiples detalles y sus sutiles modificaciones.

 

II. Inventario y agrupamiento de las defensas

Desarrollos de instrumentos: enfoque crítico

            La conexión entre las hipótesis teóricas sobre la defensa, las investigaciones psicopatológicas y los estudios de las manifestaciones constituye un problema central en el terreno de la metodología de la investigación. Considero que este nexo puede establecerse en torno del análisis del discurso del paciente, y en particular su relato.

            En este punto nos topamos con algunas propuestas de investigación de las defensas que consideran el discurso del paciente. Estas propuestas contienen: 1) un inventario de los mecanismos, 2) una definición de cada uno de ellos, 3) un ejemplo de cómo este se presenta en el lenguaje del paciente, 4) una explicación de cómo diferenciarlo de otros afines, 5) una escala de evaluación (“mínima”, “máxima”, con grados intermedios), con los ejemplos correspondientes, 6) en algunas ocasiones, un agrupamiento de varios mecanismos en clusters, según criterios de clasificación de tipo psicopatológico.

Se han propuesto al respecto varios listados de las defensas. Entre estos figuran el del DSM III R, el de Perry, el de Jacobson et al., el de Vaillant, todos ellos reunidos en Vaillant et al., (1992).Los estudios más refinados incluyen una treintena de defensas, entre funcionales y patógenas. Cuando existe un criterio para agruparlas, este se centra en las categorías psicopatológicas. Estas propuestas constituyen un paso adelante. Entre sus ventajas se hallan el haber definido y ejemplificado las defensas, el haber diferenciado defensas afines, el haberlas agrupado en clusters a partir de criterios que enfocan en las estructuras clínicas, el haberse centrado en el estudio de las manifestaciones de los pacientes en sesión. Se han realizado además pruebas de confiabilidad y validez, que constituyen otro avance de importancia. Pese a ello, tales propuestas conducen a plantear diferentes problemas en relación con la teoría y con los hechos clínicos.

Un primer problema consiste en la falta de nexo con las hipótesis metapsicológicas, en las que la teoría de la defensa se enlaza con la de la pulsión. Un segundo problema consiste en que algunos autores incluyen en el inventario de las defensas a ciertas manifestaciones que más bien son el efecto de ellas, como la hipocondría y el fantaseo. La hipocondría es, al menos para Freud (1914c), el efecto del repliegue narcisista vuelto tóxico, seguramente porque se mantiene una defensa que retrae al yo del mundo exterior. El fantaseo tiene un valor similar: deriva del repliegue de la libido desde la exterioridad al mundo interior, como consecuencia de la defensa (en este caso, represión). En ambas situaciones la libido se ha retirado del mundo como parte del proceso defensivo. Pero en una ocasión (hipocondría) se ha retirado también de las representaciones inconcientes y ha investido al yo y en el otro (fantasía) la libido recae sobre las representaciones preconcientes, sin que se haya desinvestido la representación inconciente (1924e). El primer tipo de desinvestidura constituye una retracción narcisista, y el segundo, una introversión de la libido.  En ambas ocasiones las manifestaciones son efecto de las defensas. Puede ocurrir además que dichas manifestaciones sean empleadas por la defensa para alcanzar sus objetivos, pero igualmente no son en sí mismas defensas.

Un tercer problema consiste en las categorías psicopatológicas que determinan el agrupamiento de las defensas en clusters. En efecto, los autores de estos métodos recurren a una categorización de las estructuras clínicas en grupos que no se atiene a criterios teóricos, sino descriptivos. La diferenciación (Vaillant, 1992) entre defensas psicóticas, inmaduras, neuróticas y maduras es, en el conjunto, la más cercana a la categorización psicoanalítica, aunque no coincide totalmente con ella.

Un cuarto problema reside en que muchas defensas, sobre todo proyección e identificación, pueden participar de varios de los clusters. Este problema podría resolverse si se aclarara cuál es la defensa dominante en cada cluster. En tal caso, no habría inconveniente en incluir, por ejemplo, la proyección en varios clusters: represión, desmentida, entre otros. Pero este ordenamiento interno en cada cluster, en que se privilegia una defensa como la organizadora del conjunto, no está realizado. No se resuelve el problema de la defensa hegemónica apelando a la adjudicación de puntajes, ya que, en el terreno de la manifestación, una defensa cualquiera (por ejemplo, identificación) puede tener un valor muy alto, pero, desde el punto de vista estructural, es a su vez derivada de otra (por ejemplo, la represión), menos notable pero de mayor peso en la determinación sintomática. Es que una cosa es establecer las jerarquías desde el punto de vista de las manifestaciones, y otra es hacerlo desde el punto de vista de las estructuras.

            Un quinto problema consiste en que estos métodos no contemplan la posibilidad de detectar si la defensa ha tenido éxito o ha fracasado. El tema tiene su importancia, ya que por ejemplo para Freud (1915d) un síntoma neurótico es consecuencia no de la represión sino de su fracaso.

Así, pues, si bien estas propuestas constituyen un avance notable, presentan diferentes dificultades en cuanto a la validez, tanto teórica cuanto empírica: 1) no toman en consideración el nexo entre defensa y pulsión, 2) consignan como defensas a ciertas manifestaciones que más bien son efectos o recursos empleados, por estas, 3) se basan en categorizaciones psicopatológicas discutibles 4) incluyen clusters sin que se establezcan diferencias a partir de una defensa hegemónica, , 5) no detectan sí la defensa es exitosa o ha fracasado.

            Con todo, las críticas no objetan el núcleo de la propuesta instrumental. Sobre todo queda indemne la estrategia: 1) el inventario de los mecanismos, 2) la definición de cada uno de ellos, 3) el ejemplo de cómo se presentan en el discurso, 4) una explicación de cómo diferenciarlo de otros afines, e inclusive 5) el agrupamiento en clusters. La propuesta que habremos de desarrollar a continuación, más que una tentativa de sustituir al instrumento ya existente, pretende complementarlo, agregando 1) algunos retoques al inventario, 2) una categorización de las estructuras de origen freudiano para realizar a partir de ella el agrupamiento de las defensas, 3) la jerarquización de un mecanismo dominante en cada cluster, 4) diferenciaciones de otro orden entre defensa normal y patógena, 5) la detección del éxito o fracaso de la defensa, 6) la detección de la defensa central dominante en cada ocasión. Como se advierte, el método que propongo difiere de los ya desarrollados, en buena medida porque parte de otra perspectiva y se formula otros interrogantes, sobre todo los que llevan a estudiar la defensa central en una estructura, esa que diferencia a una neurosis de transferencia de una psicosis, por ejemplo. Pese a ello, es posible realizar articulaciones entre mi enfoque y los métodos ya expuestos, punto que retomo más adelante.

 

Inventario y agrupamiento de las defensas

Considero que, para determinar el número de las defensas, los clusters y las jerarquías internas de los mecanismos, un buen criterio es partir de la categorización de las estructuras psicopatológicas. Existe un grupo principal de tales estructuras y otro derivado. En el central incluimos: 1) neurosis de transferencia, 2) caracteropatías narcisistas no psicóticas, 3) psicosis, 4) patologías tóxicas y traumáticas. Como derivadas, ubicamos las caracteropatías histéricas, fóbicas y obsesivas (en las cuales un síntoma neurótico se combina con un rasgo de carácter derivado de una fijación pulsional sádico anal secundaria, fálico uretral o fálico genital), las caracteropatías psicóticas (en las cuales una alucinación o un delirio se combina con una alteración del carácter derivada de la fijación pulsional oral primaria, sádico oral secundaria y sádico anal primaria) y las caracteropatías sobreadaptadas (en las cuales un rasgo de carácter derivado de la fijación en el erotismo intrasomático se combina con algún rasgo indicador de una condición tóxica transitoria). En todas estas caracteropatías se da una identificación con un objeto decepcionante, y en casi todas (salvo la caracteropatía psicótica) una desmentida secundaria a los mecanismos centrales. Existe otro derivado de la neurosis de transferencia: las psicosis (o locuras) histérica, fóbica y obsesiva. Entre ellas prevalece la desestimación de la realidad por culpa.

En consecuencia, propongo el siguiente agrupamiento de las estructuras clínicas:

I: Neurosis de transferencia. Caracteropatías derivadas. Psicosis derivadas

II: Caracteropatías narcisistas no psicóticas

III. Psicosis. Caracteropatías derivadas

IV: Patologías tóxicas y traumáticas. Caracteropatias derivadas.

            Sé que existen otras categorizaciones de las estructuras clínicas, algunas de ellas influidas por la psiquiatría o por un enfoque fenomenológico (tipo DSM IV). La que expuse se atiene más a las propuestas de Freud (1924b), a sabiendas de que algunas patologías (como el enamoramiento del propio órgano enfermo) requieren de una teorización más refinada. Pero tales patologías son no solo más raras (este no es un argumento para no considerarlas en la categorización precedente) sino también y sobre todo derivadas de las derivadas (y este sí es un argumento para no considerarlas en dicha descripción). En cuanto a las patologías autistas, propongo reunirlas con las neurosis tóxicas y traumáticas.

Cabría formular otra objeción, ya que por este medio no se podría considerar (aparentemente) a las defensas funcionales, no patógenas. Sin embargo, afirmo que son las mismas que las patógenas, pero que, a diferencia de estas, no implican una tendencia a detener o hacer retroceder una complejización psíquica creciente. Reconsideremos, pues, a partir de este agrupamiento de las estructuras clínicas, qué ocurre con los clusters de las defensas patógenas.

Cada cluster posee defensas comunes y otras diferenciales, que pasaremos a exponer. Hemos afirmado ya que en las neurosis de transferencia (histerias de conversión y de angustia y neurosis obsesivas) predomina la represión; en las estructuras narcisistas no psicóticas (caracteropatías trasgresoras y perversas, caracteropatías depresivas y caracteropatías esquizoides) prevalece la desmentida; en las psicosis (paranoia, melancolía, esquizofrenia), la desestimación de la instancia paterna y habitualmente también de la realidad; en las neurosis tóxicas (afecciones psicosomáticas, adicciones) y traumáticas, por fin, tiene hegemonía la desestimación del afecto (ver cuadro I).

 

Cuadro I

Estructuras

Neurosis de transferencia

Caracteropatías narcisistas no

 psicóticas

Psicosis

Patologías tóxicas y traumáticas

Componentes

Histeria de conversión

Histeria de angustia

Neurosis obsesivas

Caracteropatía trasgresora o

perversa

Caracteropatía depresiva

Caracteropatía esquizoide

Paranoia

Melancolía

Esquizofrenia

Adicciones, afecciones psicosomáticas

Neurosis traumáticas

Defensa central

Represión

Desmentida

Desestimación de la realidad y de la instancia paterna

Desestimación del afecto

 

Advertimos que las defensas ya mencionadas son comunes a varias estructuras clínicas. Si bien obtenemos así cierta claridad, no logramos dar cuenta de las diferencias entre, por ejemplo, las neurosis de transferencia, y lo mismo podemos decir de las restantes subcategorizaciones dentro de cada estructura global. Además de los cuatro mecanismos ya considerados (represión, desmentida, desestimación de la realidad y de la instancia paterna, desestimación del afecto), que permiten diferenciar entre estructuras de un modo grueso, otros dos factores dotan de rasgos distintivos, más finos, a ciertas configuraciones. Tales factores son 1) las fijaciones pulsionales (que se convierten en puntos a los cuales la erogeneidad y/o el yo, como lenguaje de pulsión, regresan en el proceso defensivo) y 2) las defensas que complementan a las básicas. Respecto de las fijaciones pulsionales, podemos establecer algunos de sus nexos con las defensas genéricas ya mencionadas (Cuadro II).

 

Cuadro II

Erogeneidad

LI

O1       O2      A1

A2       FU     FG

Defensa

Desestimación del afecto

Desmentida

 

Desestimación de la realidad y de la instancia paterna

Represión

 

            También podemos establecer nexos entre fijaciones pulsionales, defensas y estructuras (Cuadro III).

 

Cuadro III

 

Estructura

Histeria de

conversión

Histeria de angustia

Neurosis obsesiva

Caracteropatía esquizoide

Caracteropatías depresivas

Caracteropatía

trasgresora

Paranoia

Erogeneidad

FG

FU

A2

O2

O1

A1

A1

Defensa

Represión

Represión

Represión

Desmentida

Desmentida

Desmentida

Desestima-ción de la

realidad y de

la instancia

paterna

 

 

Estructura

Melancolía

Esquizofrenia

Patologías

tóxicas

y traumáticas

Erogeneidad

O2

O1

LI

Defensa

Desestimación de la realidad y de la instancia paterna

Desestimación de la realidad y de la instancia paterna

 

Desestimación

del afecto

 


            Hasta aquí consideramos los nexos entre defensas centrales y erogeneidades (fijaciones pulsionales). Pero al conjunto es necesario agregar otro factor que contribuye a diferenciar entre las estructuras clínicas: las defensas complementarias de la central.

Estos mecanismos complementarios, desarrollados en alguno de los yoes (yo real primitivo, yo placer purificado, yo real definitivo), pueden ser normales o patógenos. Pueden funcionar sea para reforzar la defensa central, sea para dar paso al retorno de lo sofocado. De hecho, estos mecanismos son destinos de pulsión, son modos de procesamiento de una erogeneidad específica en una estructura yoica igualmente específica, y tienen un carácter diferencial. He aquí el conjunto de defensas por erogeneidad (Cuadro IV):

 

Cuadro IV

LI

O1

O2

A1

A2

FU

FG

-regresión pulsional

-regresión yoica

-introyección orgánica

-incorporación

-proyección orgánica

-expulsión

-identificación adhesiva

-regresión pulsional

-regresión yoica

-escisión intracanal

-proyección

-introyección

-identificación

-trasformación en lo contrario

-vuelta contra la propia

persona

-mimetismo

-regresión pulsional

-regresión yoica

-escisión yoica

-introyección

-identificación

-proyección

-transformación en lo contrario

-vuelta contra la propia

persona

-regresión pulsional

-regresión yoica

-escisión yoica

-introyección

-identificacion

-proyección

-trasformación en lo contrario

-vuelta contra la propia

persona

-regresión pulsional

-anulación

-aislamiento

-formación reactiva

-control

-sofocación del afecto

-regresión yoica

-desplazamiento

-proyección

-evitación (inhibición)

-regresión yoica

-represión del superyó

-identificación

-condensación

 

Esta exposición requiere de otros comentarios. Se advierte que mientras que los lenguajes del erotismo LI, O1, O2 y A1 tienen varios mecanismos en común, los restantes tienen una variedad de defensas diferenciales. Ello deriva de la mayor riqueza de recursos de que dispone el yo real definitivo. En cuanto a las defensas propias del lenguaje del erotismo intrasomático, son desarrolladas por el yo real primitivo. Si bien podemos ubicar a estas defensas en el marco de la trasformación en lo contrario y la vuelta contra la propia persona, los mecanismos involucran la alteración orgánica, y no tanto un mundo simbólico. Se trata de un terreno menos conocido, por lo cual prefiero explayarme algo más al respecto. Freud supone que existe una proyección intracorporal. Así, la tensión de necesidad se proyecta en la zona erógena (Freud, 1905d). Este camino puede recorrerse en sentido inverso, es decir, desde las zonas erógenas hasta las fuentes pulsionales de las necesidades (digamos desde los labios al estómago). Esto es lo que ocurre en las afecciones psicosomáticas. El mecanismo entonces es la introyección orgánica. La incorporación, en cambio, implica introducir en el organismo alguna sustancia que altera la fuente pulsional. Así ocurre en muchas adicciones. También merece alguna aclaración el mecanismo de escisión intracanal, inherente al lenguaje del erotismo oral primario. Un trabajo yoico propio de la tramitación de este erotismo consiste en alcanzar la convergencia de diferentes receptores de un mismo canal sensorial (por ejemplo, los dos ojos). Una defensa puede consistir entonces en mantener la divergencia ocular o en retornar a ella, con lo cual un sector del yo (por ejemplo, el ojo desviado) desconoce la realidad. Respecto a la identificación y la proyección, que he incluido en las listas de varios lenguajes del erotismo, las diferencias residen en el tipo de personaje con el cual el yo establece el vinculo (identificatorio o proyectivo). Tal personaje y el yo se hallan en una relación de duplicación: o bien el yo tiene un doble, o bien es un doble de otros; y la tramitación de cada erogeneidad conduce a crear un tipo diferente de doble.

Este agrupamiento de las defensas por erogeneidad no abre juicio acerca del carácter patógeno o funcional de cada mecanismo. En buena medida podemos decidir sobre esta cuestión si tomamos en cuenta la relación entre esta defensa y una que en cada estructura es hegemónica, y que a su vez tiene o no un carácter patógeno. Si una defensa cualquiera está al servicio del reforzamiento de un mecanismo patógeno central, o al servicio del retorno de lo rechazado por ese mecanismo central, entonces dicha defensa es también patógena.

            Las combinatorias entre erogeneidades y defensas implica además un proceso más complejo que puede dar origen a estructuras derivadas de las centrales. El erotismo fálico genital se combina con la represión, la regresión yoica, la represión del superyó, la condensación y la identificación, proceso que puede culminar en un síntoma histérico. Si a ello se le agregan una desmentida (secundaria) y ciertas identificaciones que generan alteraciones yoicas (rasgos patológicos de carácter), nos hallamos en el terreno de las caracteropatías histéricas. Y si a este conjunto se le agrega además la desestimación de la realidad por culpa, nos encontramos con una psicosis histérica. Del mismo modo podemos considerar el nexo entre las otras erogeneidades y defensas. A partir de estas hipótesis es posible dar nuevos pasos para establecer nexos entre defensas y manifestaciones.

 

III. Hipótesis-puente

Defensa y relato

Hemos establecido nexos más refinados y específicos entre erogeneidades y defensas (como lenguajes de la pulsión en el yo). La argumentación ha sido trabajosa, en buena medida por falta de acuerdos preexistentes entre los psicoanalistas en torno del número y las relaciones entre las defensas intervinientes en cada estructura clínica. Aún así, es preciso proseguir con nuestro proyecto.

            Parece fundamental prestar ahora atención al relato. Desde esta perspectiva la hipótesis antes expuesta, referida a la defensa como destino de pulsión, resulta orientadora. En efecto, parece un requisito establecer primero el nexo entre pulsión (sexual) y relato para luego estudiar los distintos destinos (represión, por ejemplo) de aquella. En el nivel del relato, podemos decir que la pulsión sexual se ha traspuesto en lenguaje, hipótesis que presentamos, según ya lo indicamos, como lenguaje del erotismo. Las siete erogeneidades antes descritas pueden expresarse entonces como lenguaje, y en el plano del relato, como secuencias narrativas prototípicas. En cada relato prototípico como expresión de la erogeneidad distingo cinco escenas. Dos son estados (inicial y final) y tres son trasformaciones (despertar del deseo, tentativa de consumarlo, consecuencias de ello). He expuesto y justificado esta categorización, tanto desde el punto de vista metapsicológico cuanto desde la perspectiva metodológica, en otros textos (Liberman y Maldavsky, 1975, Maldavsky, 1968, 1976, 1980, 1986, 1990, 1992, 1993, 1995a, 1995b, 1997, 1998a, 1998b, 1999, 2001a, Maldavsky et al. 2000, Maldavsky et al. 2001). Esta sistematización conduce a una categorización de los relatos (ver Cuadro V). Solo puedo agregar aquí que, en la tercera transformación y en el estado final se consignan dos alternativas, una eufórica y otra disfórica, cuyo valor se advertirá luego. Es frecuente que en un análisis concreto hallemos solo fragmentos de algunos de los relatos prototípicos, a veces multiplicados, así como inversiones o supresiones. También hallamos mezclas entre diferentes relatos prototípicos.

 


Cuadro V: Esquema de las escenas inherentes a las secuencias narrativas de cada lenguaje del erotismo

 

     EROTISMO

 

ESCENA

FALICO GENITAL

FALICO URETRAL

SÁDICO ANAL

SECUNDARIO

SÁDICO ANAL

PRIMARIO

SÁDICO ORAL

SECUNDARIO

ORAL

PRIMARIO

LIBIDO

INTRASOMATICA

Estado inicial

Armonía estética

Rutina

Orden jerárquico

 

Equilibrio jurídico  natural

Paraíso

Paz cognitiva

Equilibrio de

tensiones

Primera  trasformación: despertar del deseo

Deseo de

completud estética

Deseo ambicioso

Deseo de dominar a un objeto en el marco de un juramento público

Deseo justiciero

Tentación.

 

Expiación

Deseo cognitivo abstracto

Deseo especulatorio

Segunda trasformación: tentativa de consumar el deseo

Recepción de un

don-regalo.

Encuentro con una

marca paterna en el fondo del

objeto

Discernimiento de que el objeto es

fiel a sujetos

corruptos

Venganza

 

Pecado

 

Reparación

Acceso a una

verdad

Ganancia de goce por la intrusión orgánica

Tercera trasformación: consecuencias de la tentativa de consumar el deseo

Embarazo

 

 

Desorganización estética

 

Desafío aventurero

 

Desafío  rutinario

 

 

 

Reconocimiento por su virtud

 

Condena social y

expulsión moral

 

 

Consagración y

reconocimiento del

liderazgo

 

Impotencia motriz, encierro y

humillación

 

Expulsión del

Paraíso

 

 

Perdón y

reconocimiento

amoroso

Reconocimiento de la genialidad

 

Pérdida de

lucidez para el

goce cognitivo

ajeno

Euforia orgánica

 

 

 

Astenia

 

Estado final

Armonía compartida

 

Sentimiento duradero de

asquerosidad

Aventura

 

Rutina pesimista

 

Paz moral

 

Tormento moral

Evocación del pasado heroico

 

Retorno a la paz natural

 

Resentimiento duradero

Valle de lágrimas

 

 

Recuperación del paraíso

Goce en la revelación

 

Pérdida de la esencia

Equilibrio de

tensiones sin

pérdida de energía

 

Tensión o astenia

duradera

Es tiempo de detenernos nuevamente, ahora para reunir las hipótesis expuestas hasta aquí, sobre todo las que nos permiten conectar la teoría de la defensa con las manifestaciones. Como las defensas son destinos de pulsión, ellas mismas son también parte del lenguaje de la erogeneidad. A cada erogeneidad le corresponde un conjunto de defensas. Algunas son comunes a varias erogeneidades. En cambio, otras defensas son inherentes a una erogeneidad en particular. También los relatos son expresiones de la erogeneidad en el lenguaje. Las defensas y los relatos son formas diferenciales en que el yo da cabida psíquica a una erogeneidad. Contamos pues con 1) un inventario de las defensas dominantes y de las complementarias en cada lenguaje del erotismo, 2) una grilla de las escenas en los relatos por lenguaje del erotismo. De la unión entre 1 y 2 podemos obtener conclusiones acerca de las defensas dominantes en cada relato. En efecto, cada relato es indicio de un grupo específico de defensas. Sin embargo, por este medio no podemos decidir ni 1) si tales defensas son normales o patógenas, ni 2) si, siendo patógenas, han tenido éxito o han fracasado. En efecto, el establecimiento de este tipo de nexos permite crear ciertos ordenamientos en la investigación, ya que si los análisis de los relatos orientan en determinada dirección en cuanto al lenguaje del erotismo, al mismo tiempo cabe suponer que aparecerán las defensas que le son inherentes. Estos relatos pueden ensamblarse con ciertas defensas, como la represión, la desmentida, las desestimaciones, así como con las defensas complementarias de estos mecanismos centrales. Pero se hace necesario dar nuevos pasos metodológicos para decidir si la defensa es normal o patógena. Respecto de este problema considero que la clave la hallamos en la posición del relator. En efecto, sostengo que, si el relato es testimonio de la erogeneidad, la posición del relator en las escenas que describe es indicio de la normalidad o la patología de la defensa.

Estudiar la defensa tomando en cuenta las posiciones que en un relato puede tener quien narra exige además contar con una sistematización. Esta debe contener una categorización no solo de las escenas (como la ya expuesta) sino además de las posiciones posibles en dichas escenas, ya que son dichas posiciones las que distinguen las defensas. Tales posiciones pueden ser categorizadas según las hipótesis de Freud (1914c, 1919h, 1921c). En síntesis, las posiciones son las de modelo (M), objeto (O), rival (R), ayudante (A), sujeto (S) y doble idéntico (DI).

Esquemáticamente, contamos con esta presentación:

 

                        M

                        S (DI) O R

                        A

 

            Vale decir, el sujeto (quien es activo según su deseo) posee un modelo o ideal, un objeto de deseo, un rival y ayudantes, así como sus dobles. Pero también el objeto y el rival poseen sus dobles, sus modelos y ayudantes, de modo que obtenemos este resultado más complejo.

 

                        M                     M                     M

                        S (DI)              O (DI)              R (DI)

                        A                     A                     A

 

            En el lenguaje del erotismo fálico genital, por ejemplo, quien hace de centro en una fiesta se coloca en la posición de sujeto, y quienes operan como adornos son sus ayudantes. Una amiga íntima estrechamente ligada al éxito de la fiesta puede hacer de doble, la madre de la festejada, de modelo o ideal, y el galán que seducido le regala una alhaja o un ramo de flores se coloca como objeto, mientras que quien se ubica como aguafiestas opera como rival. Tanto el objeto cuanto el rival poseen además modelos, dobles y ayudantes. Por ejemplo, la alhaja que regala el galán opera como ayudante del objeto. Importa saber si quien hace de sujeto expande sus encantos a los ayudantes o los deja sumidos en un sentimiento de inferioridad, de repugnancia, así como importa saber si quien opera como ayudante (adorno) se siente identificado con la armonía de conjunto o siente que esta se logra a su costa. Igualmente, importa saber si quien tiene el deseo de identificarse con el sujeto (el que hace de centro y se luce) logra su propósito (y opera como doble del sujeto) o si, por el contrario, alguna torpeza malogra su esfuerzo. El sujeto, su modelo, sus ayudantes y sus dobles son posiciones que en el relato evidencian a las defensas no patógenas, mientras que quien intenta identificarse con el sujeto y no lo logra manifiesta la eficacia de la represión y su fracaso (como en las neurosis de transferencia) y quien se ubica como rival derrotado, como modelo, ayudante o doble de este, ponen en evidencia una desmentida secundaria a la represión, como en las caracteropatías histéricas.

Un esquema similar (en que participa un sujeto, un objeto y un rival, cada uno con sus modelos, ayudantes y dobles) es apto para considerar el relato de otros dos lenguajes del erotismo: el fálico uretral y el sádico anal secundario, con sus correspondientes adaptaciones. Por ejemplo, en el lenguaje del erotismo sádico anal secundario la armonía estética queda relevada por el orden jerárquico para dotar de coherencia a un grupo. Pero estas diferencias dejan intacta la estructura global recién expuesta.

En cambio, en los otros cuatro lenguajes del erotismo (intrasomático, oral primario, sádico oral secundario, sádico anal primario) este esquema no resulta válido, ya que en ellos el mundo del objeto no tiene prácticamente relevancia. Vale decir, el vínculo involucra posiciones más ligadas al ser, a la identificación. El modelo es un doble ideal (lo que yo seré), los ayudantes, un doble anterior (lo que yo fui), los rivales, un doble hostil. A su vez, el sujeto y su rival tienen también dobles idénticos.

            Para el lenguaje del erotismo oral primario, por ejemplo, el sujeto accede a un nexo con una clave abstracta y obtiene así la consagración por parte de un modelo o ideal. Para alcanzar esta meta se valió de ayudantes (telescopio, computadora) que aplicó a una realidad (por ejemplo, un planeta de otra galaxia), y de allí extrajo su conclusión. Algunos personajes operan como dobles del genio recién descrito, y otros como ayudantes. Resulta clave si estos son reconocidos por el genio o si este solo los emplea y luego los desecha. Quien en el relato ocupa el lugar del genio evidencia una defensa no patógena, quien se identifica como rival o como plagiario del sujeto recurre a la desmentida, y por fin quien ocupa el lugar de instrumento o de objeto (luego desechados) para el acceso a la clave abstracta pone en evidencia el desarrollo de la desestimación y su fracaso.         

 

IV. Propuestas instrumentales

Detección de las defensas normales y patógenas

Con estas hipótesis mediadoras y los correspondientes ejemplos introductorios estamos en mejores condiciones de estudiar las defensas en el nivel del lenguaje. En efecto, la hipótesis de Freud de que en las neurosis se reprime un componente perverso puede presentarse en el discurso, sobre todo en el relato, como una pugna entre lenguajes del erotismo. Por un lado, se halla el fálico genital, el fálico uretral o el sádico anal secundario (o una combinación de estos) y por el otro el lenguaje del erotismo sádico anal primario, representante precisamente de dicho fragmento perverso, trasgresor. Este erotismo sádico anal primario puja por irrumpir y desquiciar (aguafiestas) un proyecto de completamiento estético (cuando prevalece el lenguaje del erotismo fálico genital), de mantenimiento de la dignidad (cuando predomina el lenguaje del erotismo fálico uretral) o de respeto del orden y las jerarquías (cuando es hegemónico el lenguaje del erotismo sádico anal secundario).

Del mismo modo, cuando predomina la desmentida (imbricada con el lenguaje del erotismo sádico oral secundario), como en las caracteropatías depresivas, en las que solemos advertir un relato centrado en la aspiración sacrificial, aquello a lo que el yo (placer purificado) pretende renunciar es un deseo inherente a un lenguaje del erotismo fálico genital, fálico uretral o sádico anal secundario. Entonces, la aparición, en un sector del relato, de un personaje que exprese, por ejemplo, al lenguaje del erotismo sádico anal secundario, revela a menudo a una corriente psíquica que pone coto a la aspiración sacrificial antedicha y al mecanismos subyacente, la desmentida. Con estos ejemplos nos aproximamos a un estudio más detenido de las posiciones del hablante en los relatos como expresión de una defensa. Dicho estudio requiere de mayores precisiones, las cuales pueden ordenarse en torno de la consideración de las escenas del relato para cada lenguaje del erotismo. Tales posiciones permiten detectar si la defensa central (represión, desmentida, desestimación) tiene carácter normal o patógeno.

 

Represión

Comenzaré por presentar un panorama de las ensambladuras defensivas más corrientes en las que participa la represión. Esta defensa puede ser exitosa o fracasar. Si fracasa, suele dejar paso al retorno de lo reprimido. Las vías para este retorno de lo reprimido suelen incluir nuevos procesos defensivos, como la regresión yoica, la identificación y la condensación, en la histeria de conversión. También incluye un cambio de orientación de la represión misma, que pasa a oponerse al superyó (sádico): según Freud (1923b), por ello en la histeria el sentimiento de culpa no resulta evidente. Otra vía para el retorno de lo reprimido puede incluir el desplazamiento y la proyección, como cuando se desarrolla una fobia, con la evitación consecuente. Hasta ahora nos referimos a los principales mecanismos intervinientes al servicio del retorno de lo reprimido. Pero existen otros que refuerzan la represión: regresión pulsional, anulación, aislamiento, formación reactiva, supresión del afecto, como lo advertimos en las neurosis obsesivas. También contamos con la inhibición, sobre todo como complemento de la represión, en las histerias de angustia.

Además, la tramitación (destino) de la pulsión puede comenzar por la represión y algunas defensas complementarias, de lo cual puede resultar un síntoma neurótico. Pero en ocasiones el procesamiento de la pulsión no termina allí, sino que conduce a una alteración yoica (patógena o no), como ocurre con los rasgos de carácter. En ocasiones el proceso termina en una caracteropatía (histérica, fóbica, obsesiva), cuando el rasgo de carácter deriva de una identificación con un objeto decepcionante y se acompaña de una desmentida secundaria. A veces el proceso patógeno avanza un paso más, y conduce a un desenlace severo, como el de las psicosis o locuras histéricas, fóbicas u obsesivas, en las cuales intervienen nuevos mecanismos eficaces (sobre todo desestimación de la realidad por culpa). Las erogeneidades implicadas en estos procesos pueden ser, como ya indicamos, la fálico genital, la fálico uretral o la sádico anal secundaria.

Podemos dotar de más “encarnadura“ a este modelo abstracto, del que hasta aquí hemos dado unos escuetos ejemplos. Para ello, consideraremos escenas propias de cada lenguaje del erotismo a partir de la categorización de los relatos sintetizadas poco antes. Ya destaqué que en el lenguaje del erotismo fálico genital una escena prototípica es la de una ensambladura estética, armónica, entre elementos heterogéneos. Tal configuración queda amenazada en su armonía, o inclusive desarmada, por la acción de personajes hostiles, envidiosos, vengativos. Esta es la forma en que se plasma la relación conflictiva entre el erotismo dominante, fálico genital, y una pulsión parcial no fácil de incluir en el conjunto, el erotismo sádico anal primario. Pues bien, en el relato puede presentarse la escena de una configuración estética grupal lograda (en una fiesta, por ejemplo) en la cual hasta tiene cabida un personaje hostil que aporta algunos elementos disonantes que pasan a integrarse en el conjunto. El relator se ubica entonces como uno de los participantes que precisamente había estado preocupado por el éxito de la reunión y había contribuido con sugerencias y acciones al bienestar del conjunto, de lo cual luego se congratula con agrado. En este relato el lenguaje del erotismo fálico genital va acompañado de una inhibición funcional del fragmento hostil.

            Pero también puede ocurrir que la configuración estética se arruine; por ejemplo, que una paciente relate que en una fiesta para la cual se había preparado esmeradamente, derramó por accidente un vaso de vino sobre su vestido blanco. Se sintió una idiota, opinión que mantiene mientras relata la escena. Cuando se la invita a relacionar lo ocurrido con otros sucesos, recuerda que un rato antes había visto a una mujer mayor, parecida a su suegra, con la misma expresión, malhumorada, acusatoria y tensa, que esta tenía cuando se encontraban. Su suegra siempre prefirió que el hijo (esposo de la paciente) se casara con una joven muy agraciada, que también estaba presente en la fiesta. La paciente pensaba a veces que ambos eran amantes. Había olvidado el episodio, y al recordarlo dice intuir que hay un nexo entre este y su accidente, que no alcanza a captar. Este relato pone en evidencia el trabajo de la represión y de su fracaso, con el consiguiente retorno de lo sofocado en la acción sintomática. Esta acción arruina el desarrollo de la frase de promesa.

            Veamos ahora otras alternativas. Una paciente muy hermosa y egoísta utiliza a sus hijas como adornos embellecedores del conjunto en reuniones sociales, gracias a lo cual pretende disfrazar su origen vergonzante (por ejemplo, un padre humilde y una madre borracha). Pero alguna de sus hijas, ya púber, sabotea su proyecto y la calumnia en público, con lo cual pone en evidencia sus fallas. La joven ha sido instigada por una tía (hermana de la madre de la paciente), una mujer vengativa, estéril, solterona y notablemente fea, tanto como la hija que desata el escándalo. Quien en un relato se ubica en la posición de esta paciente, y quien se coloca en el lugar de su hija (incluso la de la tía solterona), pone en evidencia tanto la eficacia de las identificaciones que generan rasgos de carácter cuanto la labor de una desmentida del origen y de la castración, así como la claudicación de las defensas y el retorno de lo sofocado, sobre todo en quien ocupa el lugar de la madre. Ubicarse en tales lugares en un relato es propio de las caracteropatías histéricas.

            Una nueva variante en el relato revela el aporte de otras defensas. Puede ocurrir, en efecto, que en el arruinamiento de una fiesta como el recién descrito, por la acción de una hija fea y envidiosa, las cosas lleguen a mayores, y el episodio acabe en una escena que tiene como protagonista a la madre y/o la hija, y que incluye gritos descontrolados, convulsiones que evocan las crisis epilépticas, visiones alucinatorias aterradoras y violentas. Si quien narra la escena se ubica en esta posición, pone en evidencia la eficacia de la desestimación (habitualmente por culpa) y su fracaso, propia de las psicosis histéricas.

            Este mismo modelo permite detectar la eficacia de la defensa cuando prevalece el lenguaje del erotismo fálico uretral. Consideremos una escena prototípica, como la de la rutina. En las frecuentes reuniones entre amigos, en un espacio cerrado, algún personaje logra sustraerse de la mediocridad competitiva y se atreve a desafiar los peligros exteriores, pese a su angustia, la malevolencia del grupo de pares y las profecías de un augur poderoso, dominante en el territorio. Sin embargo, cuando se halla ante la necesidad de decidir si avanza por un territorio inexplorado, atractivo pero enigmático, se detiene presa de angustia y desorientación, y luego huye. En cambio, su hermano que ha acompañado sus pasos, avanza pese a su temor y se interna en dicho espacio. Otro, que pretende emularlo, desarrolla en realidad una oscilación entre una hipertrofia competitiva solitaria y un retorno a la rutina, y en un cuarto, por fin, se incrementan hasta tal punto los rasgos timoratos que solo atina a encerrarse en su cuarto, donde lee con insistencia libros de viajes aventureros, con los cuales trata de recuperarse de la angustia que le despiertan imágenes que lo asaltan (que poseen un alto grado de realismo), en las cuales aparecen accidentes, casas en llamas y sobre todo cuerpos heridos, sangrantes.

            Aquellos que se ubican en la posición de quienes se apegan o bien a la rutina o bien a una hipertrofia competitiva solitaria ponen en evidencia una prevalencia de la desmentida (secundaria) y de las identificaciones propias de las caracteropatías fóbicas y contrafóbicas. Aquellos que se detienen en el avance hacia el territorio en el cual desean penetrar, manifiestan la eficacia de la represión del deseo ambicioso y su fracaso, mientras que en el que halla el modo de avanzar pese a la angustia se advierten los efectos de defensas no patógenas, que dan cabida a la hostilidad sin que se vuelva desestructurante de un proyecto ambicioso. También es notable la figura del personaje que hace de acompañante de quien tiene la iniciativa. Dicho personaje expresa una identificación con la posición ambiciosa ajena. Igualmente, importa el personaje que aparece ocupando el lugar de quien vaticina, en el cual puede desarrollarse la desmentida para sostener la propia omnipotencia (complemento del mantenimiento en la rutina) e inclusive la desestimación, en cuyo caso emergen profecías que se presentan como visiones aterradoras. También en el sujeto encerrado en su cuarto se advierte la desestimación (por culpa) de la realidad y su fracaso.

            Consideremos ahora una escena prototípica del lenguaje del erotismo sádico anal secundario, el juramento (jura de la bandera, jura al recibir el título universitario, primera comunión, bar mitzvá). Se trata de una ceremonia pública, que instaura un querer coincidente con un deber. En ella un personaje conductor, que representa a la tradición societaria, demanda a un protagonista, en el marco de un grupo de pares, que mantenga la fidelidad a ciertos principios y que no trasgreda determinadas normas. El juramento contiene pues un conjunto de órdenes positivas y negativas (prohibiciones), que quien se compromete acepta cumplir. Están presentes además ciertos personajes que podrán beneficiarse de alguna parte del juramento. Por ejemplo, algunas jóvenes atractivas que posen un origen y un pasado algo dudosos, a las cuales quienes juran podrían intentar rescatar de su condición. También entre quienes juran pueden hallarse algunos que manifiestan, de palabra o de hecho, que no están dispuestos a renunciar a ciertas prácticas que el líder les ha prohibido en su demanda pública. Como el líder (o alguien afín a él) capta tales intenciones impuras en algunos de los jóvenes del grupo que jura, puede ponerse cada vez más riguroso, exigente y sádico. Suele combinar esta postura con rasgos contrarios, centrados en la beatería, la prolijidad y el exceso de ceremoniosidad amable hacia quienes lo rodean. En algún otro personaje el sadismo hipercrítico, adusto y sombrío, puede exacerbarse en combinación con el desarrollo de un mundo de creencias supersticiosas que conduce a prácticas ritualizadas en las cuales tiene gran importancia el contacto con el espíritu de los muertos. Dicho personaje le otorga a este mundo de ultratumba un poder sobre la cotidianeidad en la que se halla inmerso, y cree que solo es posible controlar las catástrofes que sobrevienen por decisión de los fenecidos, gracias a un martirizante esfuerzo al que se somete y que impone también a los demás. Simultáneamente, alguno de los jóvenes, que mantiene el juramento con convicción, es asaltado por continuos pensamientos hostiles secretos, por ejemplo respecto de una idea sexual cruel con alguna de las mujeres del grupo. Esta idea lo hace sentir culpable y lo lleva a rituales autopunitivos.

            Esta última situación corresponde al desenlace sintomático de una neurosis obsesiva, y permite conjeturar la labor de la represión de un deseo sádico y su fracaso. El fracaso de esta defensa se acompaña de mecanismos complementarios, como la anulación, el aislamiento y la formación reactiva. Si en cambio el paciente se coloca en la posición del personaje cada vez más tiránico y cruel, y/o con una exacerbación de la prolijidad y la amabilidad, podemos inferir la eficacia de identificaciones que alteran el carácter, combinadas con la desmentida (por ejemplo, de la pérdida de objeto, de la caída de la propia omnipotencia). Estos desenlaces corresponden más bien a las caracteropatías obsesivas, mientras que en el personaje en quien se exacerban la ritualización torturante y el nexo con los muertos prevalece la desestimación, propia de las psicosis obsesivas. También advertimos el valor del personaje que no admite el juramento, representante del lenguaje de una pulsión parcial indómita. Igualmente, el personaje representado por la mujer degradada posee el valor del componente histérico. Recordemos, en efecto, que Freud (1909d) sostuvo que la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria, y por lo tanto también el lenguaje del erotismo fálico (uretral y sobre todo genital) tiene su espacio en el conjunto. Por fin, el personaje que logra conciliar mandato y deseo pone en evidencia el valor de la defensa no patógena.

            Conviene hacer una primera síntesis de lo expuesto en relación con las defensas. Es posible distinguir cuatro alternativas: la de quien desarrolla defensas no patógenas, la de quien sufre los efectos de una represión, la de quien padece rasgos patológicos de carácter, derivados de la combinatoria entre identificaciones defensivas y desmentida (secundarias ambas a la represión), y la de quien tiene momentos psicóticos determinados por una desestimación de la realidad (a menudo por culpa), defensa que se agrega a la ensambladura de mecanismos prexistentes. En todas las ocasiones el lenguaje del erotismo aporta la escena, y la defensa define la posición del sujeto que narra en ella. En la escena el paciente: 1) puede ubicarse en la línea de la tentativa de avanzar según su deseo, 2) puede frenarse en esta tentativa o arruinarla, 3) puede hipertrofiar este avance a costa de quienes lo rodean, 4) puede interferir el avance no solo en sí mismo (hasta el punto de no consumar acción alguna acorde al deseo) sino en otros, 5) tanto si hay hipertrofia como si hay interferencia contra sí mismo y contra un tercero, puede desorganizarse en un estallido violento, delirante, y/o perdurar en un encierro solitario. La versión inicial corresponde a la defensa no patógena, y la segunda, a la represión (y eventualmente a su fracaso). La tercera y la cuarta son inherentes a las caracteropatías, y la quinta, a los momentos psicóticos. Suele ocurrir que en un mismo relato coexistan varias de estas alternativas, algunas expuestas como anécdotas que conciernen a familiares, amigos o conocidos, y otras en las que el paciente mismo participa. Estas últimas constituyen los indicadores centrales en cuanto a la defensa. Las demás anécdotas o bien resultan redundantes con las que conciernen al paciente, o bien manifiestan las otras alternativas de posicionamiento subjetivo en las escenas, que pueden desarrollarse si ocurre un cambio en el sistema defensivo. Este enfoque “sintáctico” de la defensa (que toma en cuenta los avances del narrador a partir de su deseo y las modalidades de dicho avance) puede combinarse con otro, posicional. Si el narrador se ubica en el lugar del sujeto de un deseo, de ayudante, de modelo, de doble o de objeto de este, su posición expresa una defensa no patógena. Pero si se ubica como rival (derrotado), como ayudante, como doble o como modelo de este, su posición es indicativa de la represión como defensa patógena. Podemos expresar esta propuesta en términos de las posiciones antes descritas:            M

                                    R (D)

                                    A

            La defensa patógena (represión) se expresa en la medida en que el relator se ubica en el ámbito del rival derrotado. A su vez, la desmentida (secundaria) como defensa patógena se expresa en el relato si el narrador realiza un avance según el deseo a costa de aquellos que, siendo sus ayudantes, deberían recibir el reconocimiento correspondiente, o si se interfiere a sí mismo y arruina el avance de terceros. En estos casos la defensa patógena (para la detección de una caracteropatía) se expresa como divorcio entre la posición del sujeto y sus ayudantes, ya que el primero no reconoce a los segundos:

S

A

 

            El método hasta aquí expuesto permite distinguir 1) si predomina o no la represión y otras defensas complementarias, más específicas, 2) si estos mecanismos son o no patógenos. Partimos del supuesto de que, si la represión se combina con el lenguaje del erotismo fálico genital, se hallan presentes otros mecanismos, como la condensación, la identificación, etc., y que el carácter de estos mecanismos será normal o patógeno según sea patógena o funcional la defensa central (represión). Tal propuesta parece pertinente respecto de los mecanismos inherentes a los lenguajes del erotismo fálico genital y fálico uretral, pero tiene algunas complicaciones si la aplicamos el lenguajes del erotismo sádico anal secundario. En efecto, Liberman (1970) nos enseñó a prestar atención al pasaje de la anulación al aislamiento en las neurosis obsesivas, como expresión de una escalada defensiva patógena, y no hallamos todavía un criterio para investigar este proceso con nuestro método.

 

Desmentida y desestimación: hipótesis preliminares

Cuando predomina la desmentida, la situación suele ser más compleja, con mayor número de variables. Freud (1905d) sostuvo que cuando predomina la represión queda sofocado un deseo perverso, correspondiente a una pulsión parcial que se contrapone al yo oficial y que pretende una satisfacción irrestricta. En cambio, cuando predomina la desmentida, se crea una escisión del yo (Freud, 1927e, 1940a, 1940e): por un lado este acepta una realidad objetiva y legal displacentera y en consecuencia procura decidir y actuar acorde a ello (y no acorde al deseo), y por otro lado rechaza el reconocimiento de los hechos y de la ley y pretende mantener irrestricta una satisfacción pulsional.

También la desmentida puede tener éxito o fracasar. El rechazo de una realidad displacentera (la castración, la pérdida de objeto, la propia muerte, la caída de la omnipotencia paterna) va acompañado de 1) una identificación con un doble todopoderoso (o más bien va acompañado del supuesto de que el yo es un doble idéntico de un sujeto todopoderoso) y de 2) una posición desafiante ante la ley.            El éxito de la desmentida implica 1) poder mantener la conexión con la exterioridad en la medida en que los demás contribuyan a apuntalar la defensa, 2) rechazar fragmentos específicos de la realidad y la ley, 3) sostener la ilusión de omnipotencia. El fracaso puede abarcar a alguno o varios de estos tres objetivos. Si fracasa el primero (empleo de los demás para sostener la defensa), no por ello el mecanismo claudica, pero se incrementa un repliegue narcisista que puede potenciar la ilusión de omnipotencia (solitaria). También puede fracasar la defensa en su tercer objetivo (sostener la ilusión de omnipotencia), sin que por ello termine de claudicar. En realidad el primer objetivo (apuntalar la defensa gracias a los demás) y el tercero (mantener la ilusión de omnipotencia) son solidarios, se presuponen recíprocamente. En cambio, cuando fracasa la oposición a la realidad y a la instancia paterna sobreviene el retorno de lo desmentido.

Respecto de la desestimación Freud solo dio algunas pocas precisiones. Por un lado sostuvo (Freud, 1918b, 1940a, 1940e) que se opone a lo nuevo. Cuando lo nuevo es la castración o la instancia paterna, la desestimación las rechaza a ambas. Por otro lado, Freud (1940e) procuró distinguir entre desmentida y desestimación al comparar fetichismo y psicosis. En el fetichismo (desmentida) la realidad (y la ley) es solo desafiada, mientras que en la psicosis (desestimación) el fragmento psíquico acorde con la realidad (y con la ley) no se constituye o queda desconstituido. Así, pues, a diferencia de la desmentida, que se opone a dichas realidades, la desestimación ataca (desinviste) al yo acorde con la realidad (yo real definitivo) y al superyó acorde con la ley de un modo más radical, y pretende abolirlo. Pero Freud (1940e) dio un paso adicional, cuando afirmó que también el psicótico desmiente, y que la diferencia con el fetichista reside en que para lograrlo apela a una alucinación. La alucinación es generada gracias a la actividad de la desestimación, pero además queda al servicio de la desmentida, o, dicho de otro modo, el yo desmiente apelando a un mecanismo más radical, la desestimación, que permite que la alucinación se despliegue y sea creída. Como la desmentida, también la desestimación puede ser exitosa o fracasar. A diferencia de la desmentida, la desestimación no pretende mantener un nexo con la realidad objetiva. Así que la defensa procura: 1) oponerse a la realidad y a la ley, 2) mantener una ilusión de omnipotencia. Puede fracasar en cuanto al segundo objetivo, pero mantenerse el primero. Si fracasa en cuanto al logro del primer objetivo, entonces puede sobrevenir un retorno de lo desestimado.

En cuanto a la desestimación del afecto, puede entenderse a partir de la definición general del mecanismo (oposición a lo nuevo). El afecto es definido por Freud (1926d) como neoformación, como lo primero nuevo desarrollado en el yo, a partir de procesos pulsionales y neuronales. El afecto es el primer contenido de la conciencia originaria (Freud, 1950a) y en consecuencia es también la primera forma de recordar (Freud, 1926d). En los hechos clínicos, podemos advertir que esta desestimación del afecto se combina con la desmentida o la desestimación de la realidad y de la instancia paterna, antes descriptas. Del mismo modo que la desestimación de la realidad y de la instancia paterna está a menudo al servicio de la desmentida, la desestimación del afecto puede estar al servicio de las defensas antedichas. Así, pues, cuando lo nuevo es el afecto, la desestimación que se opone a él (eliminando al sujeto del sentir) suele ser el complemento de la desmentida o de la desestimación de la realidad y de la instancia paterna. Esta defensa, como todas las otras, puede ser exitosa o fracasar. Si tiene éxito, el paciente mantiene su equilibrio narcisista. En cuanto al fracaso, puede consistir en que cae la ilusión de omnipotencia, pero no por ello en el retorno del afecto abolido. Cuando la defensa implica también un retorno de dicho afecto, surgen estados de dolor orgánico, de furia incontrolable y/o de angustia automática.

Ya destacamos que las erogeneidades sádico anal primaria, sádico oral secundaria y oral primaria se ensamblan con la desmentida y con la desestimación de la realidad y de la instancia paterna (respectivamente, en las estructuras narcisistas no psicóticas y en las psicosis). Tales defensas se combinan con la identificación con un personaje idealizado. En tales casos, aparecen también otros mecanismos complementarios, que son comunes a las diferentes estructuras clínicas. A su vez, el erotismo intrasomático se combina sobre todo con la desestimación del afecto y con otros mecanismos que le hacen de complemento.

En cada una de estas ocasiones algunos mecanismos complementarios están al servicio de la defensa central, y le dan significatividad a cada estructura. Ya destaqué que para dos de estos lenguajes del erotismo (sádico anal primario y sádico oral secundario) las defensas complementarias son prácticamente las mismas, y que las diferencias respecto del lenguaje del erotismo oral primario igualmente son escasas (solo intervienen otros dos mecanismos, la escisión intracanal -en lugar de la escisión del yo- y el mimetismo -como una versión algo diferente de la introyección-, que no aparecen en los dos lenguajes del erotismo antes citados). Para distinguir con mayor nitidez las características de las defensas intervinientes, es conveniente prestar atención a dos aspectos. Como la defensa (desmentida, desestimación) se opone a la realidad y a la ley, en cada ocasión cabe preguntarse: 1) qué sector de la ley desafía y 2) de qué tipo de representación se vale para rechazar la realidad y la ley y mantener la ilusión de omnipotencia. Podemos discernir entonces combinaciones específicas. Cuando predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y erogeneidad sádico anal primaria, el sector de la ley desafiado tiene que ver con el imperativo categórico que reclama equidad, y la representación a la que se recurre para oponerse a la realidad y mantener la ilusión de omnipotencia es una imagen especular. Cuando predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y erogeneidad sádico oral secundaria, la ley desafiada es la que determina que no es posible imponer al otro un estado afectivo, y la representación a la que el yo apela es la sombra (ligada a la expresión de los sentimientos). Cuando predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y erogeneidad oral primaria, la ley desafiada es la que impone que la abstracción del pensamiento debe atender a las realidades concretas, y la representación usada para la defensa es el espíritu o alma inmortal. Por fin, cuando predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y erogeneidad intrasomática la ley desafiada es la que impide realizar intrusiones orgánicas o especular económicamente a costa del otro, y la representación empleada es el número o la placenta. En todos los casos la representación empleada para rechazar la realidad y la ley y mantener la ilusión de omnipotencia es un doble, que en cada ocasión tiene rasgos diferenciales: imagen especular, sombra, espíritu, placenta (número). El análisis en el nivel del relato como expresión de la erogeneidad permite detectar el tipo de legalidad desafiada y el tipo de doble al que se recurre al servicio de la defensa (Ver Cuadro VI).

 

Cuadro VI

Erogeneidad

A1

O2

O1

LI

Realidad legal cuestionada o abolida

No abusarse del otro

No imponer

afectos al

otro

No alejar en

exceso el

pensamiento

de la

realidad concreta

No realizar

intrusiones orgánicas, o

económicas

en otros

Doble empleado al

servicio de

la defensa

Imagen especular

Sombra

Espíritu

Número (placenta)

 

Cuando la desmentida se combina con el lenguaje del erotismo sádico anal primario (es decir, la situación más simple), quedan localizados en el mundo, por proyección, 1) un fragmento acorde con la realidad y la ley (expresado como lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral y/o fálico genital), 2) un fragmento anímico psicótico, en el que predomina la desestimación, y 3) un fragmento tóxico, representado por el lenguaje del erotismo intrasomático. En cambio, si la desmentida se combina con el lenguaje del erotismo sádico oral secundario, oral primario o intrasomático, es necesario detectar además dónde queda localizado el representante psíquico del afán vindicatorio (lenguaje del erotismo sádico anal primario) del propio sujeto, que suele ser un factor desorganizador del conjunto. También es necesario averiguar en todas las ocasiones en qué posición se hallan los representantes psíquicos de los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral y sádico anal secundario, ya que el valor que tienen dichos fragmentos permite decidir si la defensa es normal o patógena. En efecto, dichos fragmentos psíquicos son representantes anímicos de la realidad (a la cual solo deforman por la fantasía) y de la ley, y la desmentida es normal si en última instancia todo es visto desde la perspectiva de tales lenguajes del erotismo (acompañados a su vez de defensas no patógenas). En cambio, la desmentida es patógena si se desarrolla a costa de dichos fragmentos; por ejemplo, que alguien sacrifique su deseo ambicioso y se precipite en la rutina. También es necesario detectar en estos casos en qué lugar se ubican en los relatos los fragmentos psíquicos que desconsideran más radicalmente la realidad y la ley, como ocurre en las psicosis. En efecto, en los casos en que predomina la desmentida patógena, la desestimación se encuentra presente en el horizonte de riesgo, regresivo. También es conveniente detectar cuál es el lugar que tienen los componentes tóxicos (lenguaje del erotismo intrasomático), ya que el predominio de la desmentida con un repliegue narcisista suele implicar un riegos de estasis pulsional. Más allá de estas consideraciones, la desmentida presupone un posicionamiento para el relator: el de doble de un sujeto y el de quien a su vez recurre a ayudantes (a los que desconoce en su valor) para sostener su ilusión de omnipotencia. En términos de las posiciones antes descritas prestamos atención a estos aspectos:

            S (D). La posición del relator es la del doble del sujeto

A             

 

Otro aspecto que merece ser considerado es que quien opera como doble de un sujeto idealizado puede recurrir a un discurso de fachada, encubridor de sus propias metas defensivas, y que entonces su presentación tenga la apariencia propia de las escenas de los relatos de lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral o sádico anal secundario. Cuando nos hallamos ante estas presentaciones, que pueden resultar desconcertantes para un terapeuta, considero que conviene tomar en cuenta las escenas desplegadas en la sesión misma, ya que si prevalece la desmentida (exitosa), el paciente suele trastocar las metas del tratamiento y apuntar a la búsqueda de otros objetivos sin explicitarlo.

Un nuevo problema se presenta si tomamos en cuenta las situaciones clínicas de pacientes en quienes ha fracasado la defensa en cuanto a mantener la ilusión de omnipotencia, pero que se esfuerzan por soslayar el retorno de lo desmentido. Pueden aparecer entonces mecanismos complementarios que pretenden reforzar la labor de la desmentida y se oponen a la reconexión con la realidad y la ley. Estos mecanismos complementarios que refuerzan la desmentida se asemejan a aquellos que complementan la represión, como la inhibición, la formación reactiva, la anulación o el aislamiento. Pero están al servicio de la tentativa de sofocar no tanto un deseo sino la reconexión con la realidad. Pueden aparecer entonces expresiones de los lenguajes del erotismo fálico uretral o sádico anal secundario, al servicio de una meta diversa, como la inherente al lenguaje del erotismo oral primario, por ejemplo.

Igual complejidad se presenta cuando pretendemos detectar en un relato los dinamismos psíquicos inherentes a la desestimación de la realidad y de la instancia paterna. También en estos casos es necesario investigar qué valor tiene el lenguaje del erotismo sádico anal primario en el conjunto, qué significatividad poseen los lenguajes del erotismo que son representantes del nexo con la realidad y con la ley, dónde queda localizado el sujeto que desmiente. Los sectores por analizar son en este caso los mismos que cuando estudiamos la desmentida, pero la posición del paciente en el relato cambia, ya que quien desestima se supone al servicio de la desmentida de un yo ajeno y hostil, que mantiene la omnipotencia a su costa. Su posición en el relato no es la de doble de un sujeto sino la de ayudante (A), desconocido en su valor por aquel.

Es algo más complejo el despliegue de escenas cuando el mecanismo dominante es la desestimación del afecto. A lo ya expuesto se le agrega el ataque al sentir, y en ese caso la desestimación de la realidad y de la instancia paterna y/o la desmentida pueden hallarse localizadas en sujetos poderosos de los cuales el relator depende. Cuando la desestimación del afecto se combina con la desmentida de la realidad y de la instancia paterna, las manifestaciones tóxicas (consumo de drogas o alcohol, episodios de anorexia o bulimia, trastornos psicosomáticos) son transitorias; si se combina con la desestimación de la realidad y de la instancia paterna, la alteración orgánica se vuelve duradera.

 

Desmentida y desestimación: expresiones en el relato

Consideremos pues más detenidamente en el relato la forma en que se expresan defensas como la desmentida y la desestimación, prevalentes en las caracteropatías narcisistas, las psicosis y las afecciones tóxicas y traumáticas, y que se combinan con las erogeneidades sádico anal primaria, sádico oral secundaria, oral primaria e intrasomática.

            Respecto del lenguaje sádico anal primario podemos considerar una escena prototípica en que se da la coexistencia de varios personajes: la de la lucha vindicatoria de un héroe frente a un rival más poderoso e injusto. En esta lucha tiene importancia el debilitamiento de dicho rival, al restarle colaboradores, sea por atraerlos al propio bando, sea por neutralizarlos o destruirlos. A su vez, el protagonista posee un guía que influye en el diseño de la estrategia y lo sostiene en los momentos de desaliento. También cuenta con amigos fieles, casi pares, que lo reconocen como líder en la gesta. El grupo rival posee una estructura simétrica: tiene un adalid, sus allegados cercanos, sus colaboradores y un orientador global. Por otra parte, hallamos un mundo diferente, caracterizado por el apego a otros proyectos, no centrados en la venganza sino en la belleza, la dignidad o el respeto del orden y la tradición. En dicho mundo queda expresada una corriente psíquica diversa (centrada en un andamiaje defensivo de un orden diferente), que no hace de centro del conjunto. Un paciente puede ubicarse en alguno de estos múltiples lugares. En el relato puede aparecer como un colaborador cercano de un héroe que recibe desde este un cierto grado de reconocimiento, con lo cual se mitigan sus sentimientos de humillación, vergüenza y envidia. También puede ubicarse como héroe de la gesta, o como un ayudante. Esta última posición tiene dos variantes, que pueden o no conjugarse: o bien el narrador se supone víctima del abuso por parte de un líder injusto, que obtiene la omnipotencia a su costa, o bien el narrador se supone un mero instrumento de la gesta del otro, de quien no recibe reconocimiento alguno, sino que por el contrario lo abandona a la agresión proveniente del grupo hostil, que lo trata con violencia. Estas últimas posiciones se presentan cuando en el paciente se desarrolla una defensa psicótica, como la desestimación. En cambio, cuando prevalece la desmentida, el paciente se ubica como allegado, como doble del héroe, con cuyos atributos se inviste a la espera de algún grado de reconocimiento por parte de este (y no tanto del guía del protagonista de la gesta). El hecho de colocarse como el héroe mismo puede evidenciar que predomina una defensa no patógena, y lo mismo ocurre si el paciente se coloca como el orientador del conjunto. Pero además tiene valor en el relato el lugar dado a aquellos personajes que representan un mundo diverso (caracterizado por ideales como la belleza, la dignidad o el orden), es decir el lugar otorgado a quienes respetan la ley. Si en el relato quien narra utiliza a tales personajes solo como ayudantes para acceder a la meta vindicatoria, se disfraza con la apariencia de ellos, o los toma como ayudantes del grupo hostil (y en consecuencia como destinatarios de actos humillantes y vengativos), entonces las defensas prevalentes son la desmentida o la desestimación. En cambio, si el punto de vista de tales personajes constituye el centro desde el cual parte la propuesta justicieras contra terceros, entonces nos hallamos en el terreno de las defensas no patógenas.

            Así, pues, en relación con el lenguaje del erotismo sádico anal primario conjugamos dos perspectivas en cuanto al relato. La posición del narrador se define en relación con su lugar en el marco de la gesta vindicatoria, pero también en relación con el sector que el relator le da a quien representa a la realidad y la ley. La situación más difícil de asir es la que concierne a la desmentida patógena y su diferencia con la defensa funcional. Tal diferencia separa a quien desafía una ley específica, fáctica, por injusta, pero acata la ley global (que prohibe el abuso del poder e impone el respeto recíproco), de quien desafía esta propuesta general. Mientras el primero tiene iniciativas que concitan la adhesión de otros, el segundo solo logra una identificación precaria, de carácter transitorio, con aquel, como modo de preservarse de los estallidos de vergüenza y humillación. La posición de quien tiene esta identificación precaria con un héroe no se distingue tan fácilmente, como ya decíamos, de la posición de quien, en el fondo, posee un ideal y se atiene a él. Considero que en este punto la clave para captar las diferencias, y consiguientemente inferir la defensa dominante, la hallamos en el trato dado a esos otros personajes que se rigen por ideales como la belleza, la dignidad o el orden, y que representan al propio sector anímico acorde con la ley genérica. La desmentida patógena se manifiesta como abuso, maltrato y desconsideración de dichos personajes por parte del relator, mientras que la desmentida funcional se evidencia como respeto y enlace amoroso y/o solidario con ellos. En estos relatos importa también un tipo de prueba para el que ocupa al lugar de líder, ya que puede darse una pugna entre el abuso del poder y el respeto de la ley, con escenas que ponen en evidencia que ambos sectores tienen vigencia, como representantes de la defensa normal y la patógena, frecuentemente coexistentes.

            Me he extendido en este análisis porque resulta posible aplicarlo también al estudio de las posiciones (y consiguientemente las defensas) en los lenguajes del erotismo sádico oral secundario, oral primario e intrasomático. En el lenguaje del erotismo sádico oral secundario una escena prototípica, que puede servir de ejemplo, es la del sacrificio. En esta, un personaje renuncia a su egoísmo y entrega altruistamente su tiempo y sus bienes a otros personajes, carenciados y desvalidos, que no pueden retribuir lo recibido. Suele tener como referente a otro personaje (caracterizado como prototipo para quienes realizan acciones humanitarias en bien de los desposeídos) que constituye su ideal, y puede obtener alguna satisfacción por ubicarse en una línea de identificación con este y sus proyectos. Otros protagonistas, en cambio, ceden inútilmente sus posesiones a personajes de dos tipos. Unos son fracasados, que reclaman incesantemente una limosna compasiva del interlocutor. Los otros son personajes codiciosos y vengativos. Al ceder sus posesiones quienes lo hacen esperan de los receptores amor y reconocimiento, pero en lugar de ello se encuentran con la permanente voracidad sin retribución en unos, y con una práctica usurpatoria, envidiosa, desagradecida y sorpresiva, en los otros. El fracaso de los esfuerzos sacrificiales deja a los dadores a merced de personajes hipercríticos, denigrantes y burlones. Un tipo diferente de personaje se ubica como el que constituye una carga para los demás, como destinatario del sacrificio. Gracias a dicho personaje otros pueden tratar de recuperar la autoestima. Como en las escenas del lenguaje del erotismo sádico anal primario, importa el lugar que ocupan personajes en los que predominan ideales ligados a la belleza, la dignidad y el orden.

            Quien en el relato se ubica en la posición del personaje que articula el sacrificio con proyectos sociales y con ideales globales evidencia la eficacia de una defensa no patógena. En cambio, quien en el relato se coloca en el lugar del personaje que cede inútilmente sus posesiones en la búsqueda de un reconocimiento inmediato que le aumente la autoestima, sufre los efectos de una desmentida patógena, como ocurre en las caracteropatías depresivas. A su vez, quien en el relato se ubica como inútil manifiesta el efecto de la desestimación, como acontece en las estructuras que van de la manía a la melancolía. En cuanto al personaje envidioso y vengativo, en él queda localizado el fragmento del lenguaje del erotismo sádico anal primario del cual el lenguaje del erotismo sádico oral secundario suele ser una desfiguración defensiva. Sin embargo, este lenguaje del erotismo sádico anal primario hace de argumento que malogra sistemáticamente los esfuerzos sacrificiales realizados por el personaje que desmiente y que procura así obtener un reconocimiento siempre denegado. También resulta definitorio, para inferir el lugar del narrador y la correspondiente defensa, cuál es el valor y el destino dados a un fragmento anímico localizado en personajes en los que predominan la belleza, la dignidad y el respeto del orden. La desmentida y la desestimación patógenas conducen a localizar allí los sectores que sufren un ataque por ser representantes de la realidad y la ley, o los emplean como disfraz, al servicio de sus propios intereses, mientras que la defensa funcional se expresa como reconocimiento de la importancia de este sector como orientador de los proyectos globales.

            Consideremos ahora una escena característica del lenguaje del erotismo oral primario, la del acceso cognitivo a una fórmula abstracta. Este tiene el carácter de una revelación, realizada por un proceso de ascesis, de despojamiento previo de las limitaciones al pensar derivadas de la tradición o de la falencia de los recursos disponibles para alcanzar el núcleo de la verdad. En este acceso a la revelación algún personaje opera como instrumento, como medio o como objeto de extracción de una esencia, otro opera como el protagonista de esta aventura cognitiva abstracta, mientras que un tercero pretende plagiar a quien dispone de la clave. Otro, por fin, puede operar como maestro, como referente y como ideal, que reconoce a quien accedió a la revelación. También importan el valor y la eficacia de un personaje violento, que dispone del poder material, vuelto contra el sujeto de la epopeya cognitiva. En la escena en que alguien pretende acceder a la clave, a una solución, puede ocurrir que un objeto sufra la extracción de una esencia por parte de un personaje omnipotente. Entonces puede desplegarse entre los contendientes una lucha en que cada uno pretende penetrar cognitivamente al otro y detectar la clave de la lógica que rige ese pensamiento ajeno. Por lo tanto, ambos desarrollan presentaciones ficticias, en la tentativa de mostrar una fachada para que el otro exponga su lógica y quede atrapado cognitivamente por el poder del intelecto de su contendiente. Igualmente, es necesario interrogarse por el lugar dado a otros personajes, cuyas acciones se rigen por la aspiración a la realización estética, a la dignidad, al respeto del orden. Como en las otras escenas recién consideradas, el personaje violento e injusto representa al lenguaje del erotismo sádico anal primario, del cual el que describo ahora (lenguaje del erotismo oral primario) es una trasformación regresiva. Los personajes con aspiraciones de otro tipo, antes mencionados, son representantes de los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral o sádico anal secundario, que pueden ponerse del lado del reconocimiento de la realidad y de la ley, aunque también pueden quedar subordinados a los otros dos lenguajes del erotismo (oral primario o sádico anal primario) y ser usados como instrumentos o como disfraz. Pero la posición nuclear del narrador se juega en alguno de los otros lugares. Puede colocarse como instrumento para que otro acceda a una revelación, que luego de ser empleado carece ya de valor, o como un objeto del cual extraer la clave abstracta, después de lo cual es desechado como un despojo ya inservible. Tal es la posición en que se ubica un paciente esquizofrénico, en quien se desarrolla la desestimación. También puede ocurrir que el relator se ubique como sujeto de esta epopeya cognitiva, en la cual alcanza un descubrimiento renovador. En este caso nos hallamos ante los efectos de defensas no patógenas. Algo similar ocurre si el relator se coloca en el lugar del modelo que reconoce el valor del hallazgo ajeno. En cambio, si el narrador se ubica como plagiario envidioso del saber ajeno, prevalece la desmentida en tanto defensa patógena, como es inherente a las caracteropatías esquizoides. En estas situaciones cambia el lugar dado a los personajes que aspiran a la realización estética, a la dignidad, al orden. Pueden ser empleados como instrumentos, de cuya ingenuidad el relator abusa (cuando prevalece la desmentida), o como fragmentos atacados sin empatía, para utilizar sus despojos al servicio de una simulación vacía, en el caso de la psicosis. Si tienen el valor de punto de partida, de argumento central para el desarrollo de la aventura cognitiva nos hallamos en el terreno de las defensas no patógenas. También importan las transacciones que es posible realizar, según prevalezca una u otra defensa, con los personajes que operan como dueños del poder político (lenguaje del erotismo sádico anal primario): el narrador puede describirse como doblegado y enmudecido, cuando prevalece la desestimación, como quien simula y maltrata a terceros, cuando predomina la desmentida, o como quien se le opone, con un desplazamiento del centro de la lucha hacia el terreno intelectual, cuando tiene hegemonía una defensa funcional.

            Consideremos, por fin lo que ocurre con las defensas acompañantes del lenguaje del erotismo intrasomático. Una escena prototípica puede ser la de la inversión inmobiliaria en un barrio. Algunos operan exitosamente, con un marco legal, y obtienen dividendos que multiplican sus bienes. Otros, en cambio, descubren tardíamente que han malvendido sus tierras, que en tanto han aumentado enormemente su valor, y ocupan sus horas en realizar  cálculos obsesionados del dinero que algún empresario ha ganado al defraudarlos. Al mismo tiempo, se preocupan por el aumento de la presión arterial o el mal funcionamiento gástrico o renal, o aumentan el consumo de tabaco, pese al alerta de los médicos. Un tercer personaje intenta obtener migajas de las ganancias de las inversiones ajenas intentando especulaciones riesgosas que finalmente dejan magros dividendos, mientras que algún otro tiene la función de aprobar los logros económicos de los empresarios. Como en las otras escenas, importa también en esta el lugar dado a un personaje poderoso y violento, injusto, y a otros personajes que realizan proyectos a partir de ideales como la belleza, la dignidad o el respeto del orden, que pueden ser empleados como instrumento o como disfraz.

            La desestimación del afecto se da entre quienes en el relato hacen cuentas envidiosos de las ganancias ajenas a costa de sus pérdidas. En ellos prevalecen los procesos tóxicos (psicosomáticos, adictivos), mientras que otros, colocados en la posición de los especuladores exitosos, desarrollan defensas funcionales, del mismo modo que quienes operan como jueces que opinan sobre los logros de los héroes de esta aventura económica. En cuanto a los que procuran obtener migajas de los dividendos ajenos, en ellos prevalece la desmentida como defensa patógena. En tal caso pueden intentar aprovecharse de personajes ingenuos, en quienes prevalecen otros ideales, diferentes de la ganancia. La escena prototípica recién analizada puede ser sustituida por otra, en la cual los bienes materiales son sustituidos por los cuerpos humanos, y la ganancia puede ser de placer, y no de dinero.

Es hora de sintetizar la presentación de esta segunda parte del enfoque de la eficacia de las defensas en la determinación de la posición del relator en una escena, cuando prevalecen los lenguajes del erotismo sádico anal primario, sádico oral secundario, oral primario e intrasomático. La defensa funcional se presenta cuando se dan transacciones exitosas entre la moción pulsional y el reconocimiento de la realidad y de la ley, mientras que las caracteropatías narcisistas (pacientes trasgresores, depresivos, esquizoides, sobreadaptados), en las que predomina la desmentida, se advierte cuando el narrador se coloca en el relato en la posición de quien pretende homologarse (como doble) infructuosamente con quien tiene los logros antes mencionados. En cambio, en las psicosis, cuando prevalece la desestimación, el paciente se ubica en el relato como ayudante de un sujeto hostil, de alguien que mantiene la omnipotencia a su costa. Algo similar ocurre en las patologías tóxicas.

En su conjunto, este sector del instrumento para detectar las defensas en estructuras narcisistas y otras afines resulta bastante rendidor. Nos sirve para detectar 1) cuál es el mecanismos central y cuáles los complementarios, 2) si son normales o patógenos. En este sentido, nos deja menos problemas pendientes que el instrumento diseñado para analizar las defensas complementarias de la represión. Hemos debido realizar un mayor esfuerzo argumentativo previo para exponer el sector específico del método empleado para la detección de las defensas narcisistas, pero obtuvimos resultados más precisos. El esfuerzo, pues, valió la pena. Así que es hora de considerar otras cuestiones ligadas con la investigación de la defensa.

 

Detección del éxito o fracaso de la defensa patógena

La descripción precedente permite que mediante el análisis sistemático del relato, y en particular de la posición de su narrador, infiramos 1) la defensa central específica y las complementarias en juego en cada ocasión y 2) si estas defensas son normales o patógenas. Pero el instrumento expuesto hasta aquí no puede responder a otra pregunta, igualmente importante. En efecto, una defensa patógena puede presentarse en dos estados: ser exitosa o fracasar, y el instrumento desarrollado hasta aquí no se ha mostrado aún sensible para responder a esta otra cuestión. Así, pues, no sabemos si la defensa patógena ha sido exitosa y se mantiene el repliegue libidinal o si retornó lo sofocado (por el fracaso de la defensa). Tampoco sabemos si, en caso de mantenerse la defensa, en el paciente este repliegue ha tenido éxito como refugio narcisista ante (o como rechazo) de la realidad. En efecto, ya destaqué al comienzo que la defensa posee dos metas: 1) mantener una ilusoria integridad yoica, sostener el sentimiento de sí, 2) oponerse a alguno de los amos del yo (realidad, pulsión, superyó). Esta segunda meta, en el fondo, constituye un medio para alcanzar la primera. En consecuencia, podemos preguntarnos por el éxito o el fracaso de la defensa siguiendo dos orientaciones: 1) si logra o no su meta ligada al narcisismo, 2) si logra o no mantener sofocados a los representantes anímicos de ese amo al que se opone. Cuando la defensa no logra alcanzar la segunda meta, nos hallamos ante el retorno de lo sofocado (de lo reprimido, de lo desmentido, de lo desestimado). Cuando la defensa no logra alcanzar la primera meta nos hallamos ante estados afectivos displacenteros, pero no necesariamente ante un retorno de lo sofocado. En este marco podemos discernir una situación más compleja: la defensa ha fracasado en cuanto a su meta originaria (mantener el sentimiento de sí), pero se mantiene en su otra meta, con lo cual no se produce un retorno de lo sofocado. Clínicamente se suelen desarrollar entonces condiciones tóxicas (estasis pulsionales), transitorias o duraderas, que pueden o no manifestarse de un modo sintomático. No suele ocurrir la situación inversa: que la defensa fracase en cuanto a la tentativa de sofocación (de un deseo, de la realidad, de la instancia paterna, del afecto), pero que tenga éxito en cuanto a mantener el equilibrio narcisista. Si fracasa en esa meta consistente en oponerse a uno de los amos del yo, fracasa al mismo tiempo en su meta ligada al narcisismo; pero no a la inversa, según lo acabo de exponer. Ello no implica necesariamente que si retorna lo sofocado aparezca un afecto displacentero, porque pueden erigirse otras defensas, psíquicamente más costosas, para no llegar a este desenlace. Pero esta complejidad conduce a encarar ya las combinatorias entre las defensas, y en el fondo no agrega un nuevo interrogante a los dos ya mencionados, referidos al éxito o fracaso de la defensa.

Cuando la defensa fracasa en un sentido (porque aparecen afectos displacenteros) pero no en el otro (porque no retorna lo reprimido, lo desmentido o lo desestimado), teórica y clínicamente la situación es compleja tanto de entender cuanto de abordar. Pero no es tan compleja la forma de detectar la situación en el relato del paciente. En efecto, en este prevalecen de modo insistente las referencias a estados con un desenlace disfórico, por sobre las alusiones a escenas, y la misma sesión se trasforma en un despliegue de un estado, sin que se logren consumar acciones (decisiones, comprensión de algo, narración de hechos, establecimiento de nexos lógicos) que impliquen un compromiso para el hablante. Es más difícil definir, en cambio, en términos del relato, cómo se presenta el fracaso de la defensa entendida como retorno de lo sofocado. Para ello parece oportuno discriminar entre los diferentes tipos de retorno: de lo reprimido, de lo desmentido, de lo desestimado (realidad, superyó, afecto). El retorno de lo reprimido se evidencia en el relato como escenas en que la tentativa de consumación del deseo culmina en fracaso por factores internos. Si la represión aparece como interferencia en el pasaje desde el despertar del deseo a la tentativa de consumarlo, el retorno de lo reprimido aparece también  en el arruinamiento del acto consumatorio mismo.

            Algo diferente ocurre con la desmentida, que es, quizá, la defensa cuyo éxito o fracaso (acompañado del retorno de lo desmentido) resulta más difícil de asir metodológicamente. La desmentida aspira a: 1) mantener el equilibrio narcisista, 2) oponerse a la realidad y la ley, 3) mantener la conexión en el mundo, que queda al servicio del sostenimiento de la defensa. Puede ser que la defensa fracase en cuanto al primer y/o al tercer objetivo, pero no en cuanto al segundo. De hecho, parecería que la posibilidad de utilizar a los demás es un medio básico para sostener la ilusión de omnipotencia. Ya me referí antes, además, a que el éxito en recurrir a los otros al servicio de la defensa central puede presentarse como empleo (disfraz) de otro lenguaje del erotismo, sobre todo el fálico genital, el fálico uretral o el sádico anal secundario. Para detectar el fracaso en cuanto al primer objetivo (mantener la ilusión de omnipotencia), propuse poco más arriba prestar atención a las referencias a estados. El fracaso en cuanto al tercer objetivo conduce al incremento del repliegue libidinal narcisista, pero ello no implica que haya un fracaso en alcanzar el segundo objetivo. En cambio, el fracaso en alcanzar este segundo objetivo conduce al retorno de lo desmentido. Este retorno se presenta como reconexión con los representantes anímicos de la realidad y la ley, al menos cuando predomina el lenguaje del erotismo sádico anal primario. Pero la situación es más compleja cuando la desmentida se ensambla con el lenguaje del erotismo sádico oral secundario. En tal caso, la caída de la ilusión sacrificial se combina con el discernimiento de que el destinatario del sacrificio es un sujeto desagradecido, envidioso y vengativo. Así que el retorno de lo desmentido implica no solo la remergencia de una realidad y una ley rechazadas (por ejemplo, la realidad de la pérdida de un objeto y la ley de que el afecto no puede imponerse) sino también el develamiento del componente sádico anal primario contenido en el destinatario del sacrificio. Respecto del lenguaje del erotismo oral primario también hallamos que el retorno de lo desmentido tiene un carácter múltiple: remergencia de los representantes psíquicos de la realidad y de la ley, pero también del componente vengativo, inherente al lenguaje del erotismo sádico anal primario, proveniente desde un personaje ajeno y hostil contra el paciente. Otro tanto podemos decir respecto de lo que retorna cuando la desmentida se combina con el lenguaje del erotismo intrasomático.

Lo diferente, en cada uno de estos casos no se halla tanto en las características de la realidad rechazada, ni en el componente sádico anal primario vuelto en contra, ni en el lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral o fálico genital, que resurgen, cuanto en otros dos rasgos: 1) el del doble empleado para defenderse, que cambia de signo, y 2) el del componente legal que en su momento fue desafiado y cuestionado y ahora impone su poder. El retorno de lo desmentido en el terreno legal es doble: por un lado, como inversión activo-pasivo (es cuyo caso el relator pasa a sufrir lo que hasta entonces ejecutó), y por otro lado, como restablecimiento de ciertos principios que regulan las relaciones intersubjetivas. A menudo el paciente procura trampear y disimular este segundo sector del retorno de lo desmentido (restablecimiento de principios legales) homologándolo al primero (no hay principios generales sino relaciones activo-pasivas en los vínculos sadomasoquistas); pero de hecho se trata de dos modos diversos del retorno de lo desmentido. En un caso, retorna la equidad que había sido burlada (lenguaje del erotismo sádico anal primario), en otro, la ley de que no es posible imponer sentimientos (lenguaje del erotismo sádico oral secundario), en otro, la ley que prohíbe plagiar ideas geniales o alejar excesivamente el pensamiento de los hechos concretos (lenguaje del erotismo oral primario), y en otro, por fin, la ley que impide abusarse económica u orgánicamente del prójimo (lenguaje del erotismo intrasomático). Se trata en verdad del restablecimiento del componente legal específico, hasta entonces desafiado, burlado. En cuanto al otro tipo de retorno de lo desmentido, implica más bien que se pasa a sufrir lo que hasta entonces se ejecutó. El primer tipo de retorno de lo desmentida es expresión del levantamiento (parcial) de la defensa; el segundo, en cambio, es indicio solo de su fracaso transitorio.

En cuanto al otro fragmento del retorno de lo desmentido (la remergencia de una realidad cuya existencia se pretende rechazar), no tiene un carácter diferencial por lenguaje del erotismo. Lo que retorna como realidad antes rechazada puede ser la castración, la pérdida de objeto, la caída de la omnipotencia materna o paterna, el origen, la propia muerte futura, y algunas más. Sí tiene un carácter diferencial, en cambio, el tipo de doble al que se apeló para desmentir: una imagen especular, un número (sosías orgánico). El doble usado para desmentir cambia de signo con el fracaso de la defensa y se trasforma en ominoso anunciador del retorno de la realidad sofocada (Freud, 1919h), como en el retrato de Dorian Gray. Entonces la realidad retorna desde este doble cambiado de signo. También existe otra alternativa: que el retorno de la realidad desmentida no derive de que haya fracasado la defensa sino de que esta haya sido removida y superada, sustituida por otra más benigna. Entonces la emergencia de la realidad se presenta como prevalencia de un lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral o fálico genital.

Así, pues, retorno de lo desmentido implica cuatro cosas: 1) aparición de afectos displacenteros, 2) retorno de la ley (en su versión sádica), 3) cambio de signo en el doble, 4) prevalencia de un lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral o fálico genital, en versiones no patógenas (en cuyo caso la realidad y la ley retornan como reinstauración de principios universales que rigen los vínculos intersubjetivos). La primera alternativa corresponde al fracaso de la desmentida en la tentativa de mantener el equilibro narcisista, la segunda y la tercera, al fracaso de la defensa en la oposición a la realidad y la ley, y la cuarta, a la remoción de la defensa y su sustitución por otra, más benigna. Ahora nos interesa sobre todo investigar cómo se presenta, en el plano del relato, el fracaso de la desmentida en la segunda y tercera alternativas. En el relato, la segunda alternativa es detectable porque el relator se ubica como víctima de injusticias (lenguaje del erotismo sádico anal primario), como carga para los demás (lenguaje del erotismo sádico oral secundario), como objeto o instrumento para que otro obtenga una conclusión (lenguaje del erotismo oral primario), o como objeto de exacción económica u orgánica (lenguaje del erotismo intrasomático). Esta posición para el narrador asemeja mucho a su relato con el que describo para la psicosis, y, en efecto, se trata de un momento (transitorio) de prevalencia de la desestimación ante el fracaso de la desmentida. En cuanto a la tercera alternativa (doble cambiado de signo), suele ensamblarse con la precedente, en el sentido de que el ejecutor de este retorno de lo desmentido es un sosías que le arruina la imagen especular al relator (lenguaje del erotismo sádico anal primario), perturba el recurso a la expresión de estados afectivos como modo de chantaje emocional (lenguaje del erotismo sádico oral secundario), vuelve contra él el empleo de la abstracción de la realidad como forma de evadirse de las situaciones concretas (lenguaje del erotismo oral primario), y arruina el refugio en las cuentas y las descargas orgánicas (lenguaje del erotismo intrasomático). En lugar de poder ser activo en cualquiera de estas posiciones en que antes el yo recurría al doble, ahora sufre pasivamente ante este. En el relato, el retorno de lo desmentido se presenta como una secuencia narrativa de carácter disfórico. También esta tercera alternativa se expresa, pues, de un modo similar a la que se desarrolla cuando predomina la desestimación, la cual, en los hechos, se presenta de un modo transitorio con el retorno de la realidad desmentida ante el fracaso de la defensa patógena.

Con todo, vale la pena destacar que a veces los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral y sádico anal secundario pueden operar sea al servicio de mantener un contacto con la realidad al servicio de la desmentida, sea al servicio de la conservación del repliegue narcisista sin conexión con el mundo. Es notable que a menudo el repliegue narcisista se acompañe de una presentación fenoménica en que tienen importancia el lenguaje del erotismo fálico uretral en una versión disfórica, y que el mantenimiento exitoso del nexo con el mundo al servicio de la defensa se acompañe de la prevalencia del lenguaje del erotismo fálico genital o fálico uretral en una versión eufórica. En cambio, el lenguaje del erotismo sádico anal secundario puede estar al servicio de una u otra forma de funcionamiento de la defensa.

Igualmente compleja es la investigación del fracaso de la desestimación, en la cual también advertimos las dos metas antedichas del empleo de la defensa (oponerse a la realidad y a la ley, mantener el equilibrio narcisista). Es tanto más importante la investigación en relación con esta defensa, ya que hallamos con cierta frecuencia pacientes en retracción narcisista vuelta tóxica, con fuertes sentimientos displacenteros, y que sin embargo no pasan al proceso restitutivo, a la reconexión con el mundo. El predominio del repliegue narcisista displacentero se advierte, en el relato, como un duradero apego al énfasis en los estados, y no en las acciones, realizadas o recibidas. En cuanto a la reconexión libidinal con el mundo (restitución), en el nivel del relato retornan una función paterna y un doble poderoso vuelto en contra, y junto con ello el sentimiento de injusticia impotente, expresado en algunas escenas que pueden llegar a desplegarlo. Además, en los lenguajes del erotismo sádico oral secundario y oral primario, el retorno de lo desestimado se presenta como escenas en que el relator se declara abiertamente y se ofrece como ayudante (víctima o instrumento) para que otro alcance su sentimiento de omnipotencia. En cuanto al retorno de lo desestimado combinado con el lenguaje del erotismo intrasomático, se expresa como escenas de invasión por estados de dolor orgánico o de crisis de angustia automática carente de contenido psíquico.

            Así, pues, hemos intentado describir en términos del relato, cómo se detecta no tanto la defensa sino su estado, sobre todo si esta fracasa en su función. Advertimos que no es posible dar una respuesta unitaria: una cosa es que fracase la represión y retorne (o no) lo reprimido, y otra que fracase la desmentida o la desestimación y que en consecuencia retorne (o no) lo desmentido o lo desestimado. Resulta común, sí, una parte de la respuesta, referida al modo de detectar el fracaso de la defensa en su función de equilibradora del narcisismo, del sentimiento de sí. En tal caso prevalece el énfasis en la descripción duradera de estados displacenteros, que en cada lenguaje del erotismo tienen un carácter específico. Pero la respuesta difiere cuando consideramos el otro sector del fracaso de la defensa, concerniente al retorno de lo sofocado (reprimido, desmentido, desestimado). En tal caso, también es común el carácter disfórico del relato, pero no hallamos alusiones solo a estados sino también a trasformaciones, en las que el relator realiza y sobre todo padece ciertas acciones.

            En cuanto al éxito de la defensa, también presenta sus problemas, lo cual conduce a estudios diferenciales. El éxito de la desmentida se suele presentar como desarrollo de relatos con un carácter eufórico, y en las sesiones predomina una postura desafiante de alguno de los sectores de la ley antes descriptos. En los relatos se advierte que el narrador ha tenido éxito en recurrir a la realidad al servicio de la defensa. Habitualmente este éxito de la defensa se acompaña del recurso a otro lenguaje del erotismo (fálico genital, fálico uretral, sádico anal secundario) como fachada, mientras que los objetivos del vínculo terapéutico quedan trastornados sin que ello haya sido explicitado por el paciente. También la desestimación, cuando es exitosa, da lugar a estados megalomaníacos, que por lo general permanecen mudos, porque van acompañados de un fuerte rechazo de la realidad (y en consecuencia no existe un destinatario al cual dirigir la palabra). Con todo, el momento en que la desestimación es exitosa resulta transitorio, ya que pronto deja paso no tanto al retorno de lo desestimado sino a un estado displacentero que sustituye a la megalomanía. En cuanto a la represión exitosa, puede dar lugar o bien a ciertos derivados no conflictivos (en la normalidad) o bien a relatos que se detienen, sea en el despertar el deseo, sea en el pasaje a la tentativa de consumarlo.

 

Detección de las relaciones entre sistemas defensivos y sus modificaciones en el tratamiento analítico

La afirmación de que en los hechos no es posible hallar una única defensa operante, sino conjuntos de ellas, con prevalencias relativas, cambiantes, requiere de algunas aclaraciones. Una forma de entender esta coexistencia entre defensas consiste en considerar que algunas son centrales y otras, derivadas. Entre las derivadas hallamos algunas que son aliadas de la central y otras que se hallan del lado opuesto en el conflicto, y que por lo tanto pueden estar al servicio del retorno de aquello que la defensa central pretende frenar. Hasta este punto había avanzado, en verdad, la exposición precedente. Pero otra cosa es plantear la coexistencia entre defensas que podríamos llamar centrales (como represión y desmentida). Entre ellas pueden darse contraposiciones, conflictos. Por ejemplo, en quien reprime, el lenguaje del erotismo sádico anal primario se alía con la desmentida en el camino del retorno de lo sofocado. En quien desmiente, en cambio, el fragmento psíquico que reprime puede aparecer como aliado del yo real definitivo, opuesto a la desmentida. Así ocurre cuando la represión pugna por sofocar el deseo que el yo placer purificado (en un momento de omnipotencia) pretende consumar sin freno. En una y otra ocasión hallamos una pugna entre sistemas defensivos, entre corrientes psíquicas, una centrada en la represión y la otra en la desmentida. Pero existen otras alternativas. A veces la represión aparece más bien como aliada de una desmentida patógena, cuando tiende a sofocar aquel deseo que podría sabotear el predominio de dicha defensa. Por ejemplo, en una mujer que optó por sacrificarse (en el marco de una desmentida patógena) por un hombre egoísta, inútil y estéril, el deseo de tener un hijo puede cuestionar dicha orientación sacrificial. En consecuencia, dicho deseo puede sufrir la represión y, al fracasar esta defensa, generar un síntoma neurótico (histérico, por ejemplo) agregado. En esta ocasión la represión está al servicio de una desmentida patógena. Las combinatorias entre defensas pueden ser múltiples y cambiantes, y resulta necesario contar con una teoría que dé cuenta de ello de una manera flexible, acorde a los hechos, y con instrumentos para detectar dichos procesos con suficiente fineza.

Con ello nos introducimos en otro problema. En efecto, hasta este momento el instrumento nos ha permitido 1) detectar una defensa, 2) determinar si esta es patógena o no, 3) decidir si, siendo patógena, ha fracasado o es exitosa. Pero, habiendo más de una defensa central, aún no nos permite decidir cuál es el lugar de cada una en el conjunto. Un criterio para decidir cuál es la defensa dominante en un discurso es el estadístico: lo es aquella que resulta más frecuente. Otro criterio, que prefiero, es el lógico: es dominante aquella que organiza con mayor coherencia el conjunto. A veces hallamos que una de ellas ocupa el lugar hegemónico y otra le hace de complemento; pero también encontramos que se dan pugnas entre dos orientaciones defensivas, o entre dos estados de la misma defensa, como ser la oposición entre el repliegue narcisista (por el éxito de la desmentida) y la reconexión con el mundo (por el fracaso de la defensa). También en este punto para tomar la decisión contamos con los dos criterios antes mencionados, estadístico y lógico. El tema merece ser explorado, ya que es frecuente que en los hechos nos encontremos con combinatorias de este tipo, que tienen un carácter prototípico. Tales combinatorias permiten distinguir entre una caracteropatía histérica (en la cual predomina la represión, reforzada por la desmentida) y la presentación histérica de algún paciente con una estructura depresiva (en el cual la desmentida es reforzada por la represión). Igualmente, permite diferenciar entre las manifestaciones tóxicas transitorias en pacientes paranoides (en los que la desestimación del afecto está al servicio de la desmentida) y las adicciones graves (en las cuales la desestimación del afecto queda reforzada por la desestimación de la realidad y de la instancia paterna). Hemos advertido, por ejemplo, que cuando en un paciente prevalece la desmentida, la tendencia a involucrar a los otros al servicio de la defensa se acompaña del revestimiento del lenguaje del erotismo fálico genital en una versión eufórica. En cambio, cuando pasa a replegarse sobre sí, en su discurso advertimos un revestimiento por el lenguaje del erotismo fálico uretral, en una versión disfórica.

            Además, la situación se complica por el hecho de que las intervenciones del terapeuta conducen a generar cambios en los andamiajes defensivos del paciente, a veces con una tendencia a la desestructuración psíquica y en otras ocasiones con una orientación complejizante. Sin embargo, debemos estar preparados para la obtención de resultados no globales sino fragmentarios. En consecuencia, en relación con los cambios clínicos, más que el panorama de una sujeto unificado en torno de una defensa dominante y de otras subordinadas, o al menos unificado en torno de una pugna entre dos defensas contrapuestas, podemos obtener una visión distinta: hallar una combinatoria entre orientaciones defensivas que se reordenan de manera más o menos permanente. Encontramos que un lenguaje del erotismo (por ejemplo, el fálico genital) deja de quedar reprimido como complemento del predominio de la desmentida ligada a otro lenguaje del erotismo (por ejemplo, el sádico anal primario), y en lugar de ello se vuelve autónomo de esta estrategia defensiva e inclusive se pone en contra de ella. En los hechos en el primer momento el relato combinaba escenas de seducción en las que prevalecía el afán de venganza tiñendo los vínculos heterosexuales (llenos de suspicacias, ofensas y desquites); en el segundo momento, en cambio, surgen las preocupaciones por la falta de disfrute en las prácticas sexuales y por la falta de futuro y de proyectos en las relaciones de pareja, hasta entonces siempre esfímeras. A partir de estos cuestionamientos, un paciente puede pasar a reconsiderar los fundamentos de sus proyectos vindicatorios, que lo dejan encerrado en alternancias que van de la vivencia de ofensa a la de triunfalismo vindicatorio solitario. Esta reconsideración va acompañada de modificaciones en defensas secundarias (por ejemplo, evitación o formación reactiva), más que en las centrales. Hallaremos resultados de este u otro tipo, de carácter transitorio, con reordenamientos cambiantes, sobre todo si estudiamos un tratamiento en proceso, y no su resolución final. Para detectar estos cambios parciales también contamos con dos alternativas: o bien privilegiar un enfoque estadístico o bien destacar el peso de un enfoque lógico, aunque resulta más enriquecedor complejizar el análisis combinando ambas perspectivas.

 

V. Visión de conjunto, problemas y perspectivas

            1. Es conveniente recapitular nuestro largo recorrido. Tras presentar el problema de la investigación sistemática de las defensas y su valor en distintos terrenos de la ciencia psicoanalítica, expuse, valoré y critiqué las propuestas metodológicas de otros autores. Luego me dediqué a inventariar y agrupar las defensas a partir de un criterio psicopatológico, centrado en la diferenciación entre ciertas estructuras clínicas. Distinguí entonces cinco clusters, uno de defensas funcionales y cuatro de defensas patógenas. En cada uno de estos cuatro últimos agrupamientos, una defensa hace de centro: represión, desmentida, desestimación de la realidad y de la instancia paterna, desestimación del afecto. Otras defensas hacen o bien de refuerzo de la defensa central o bien se trasforman en las vías del retorno de lo sofocado. Llegado a este punto, me dediqué a establecer nexos entre erogeneidades y defensas, a partir de la hipótesis freudiana de que las defensas son destinos de las pulsiones. Sostuve que las defensas centrales son destino de un grupo de erogeneidades, y que las defensas complementarias son más bien destinos de alguna de ellas, más específica. Propuse entonces nexos precisos entre erogeneidades y defensas. Este paso intermedio se completó con otro: enlazar además las erogeneidades con las manifestaciones discursivas de los pacientes, en especial con los relatos. Propuse una caracterización (grilla) de los tipos de relatos por erogeneidad. Reuní entonces los dos modos en que la erogeneidad se expresa en el yo: la defensa y el relato, ambos integrantes de los correspondientes lenguajes del erotismo. Sostuve además que en cada estructura clínica se combinan de manera específica erogeneidades y defensas, que pretendí especificar para cada una de ellas. Esta larga argumentación constituyó el preámbulo para proponer el método para la detección de la defensa en el relato. Dicho método implica considerar la posición del narrador (el paciente) en las escenas que relata. En consecuencia, me vi llevado a inventariar dichas posiciones, para lo cual recurrí a hipótesis freudianas. Munido de estos recursos, pasé a describir cómo se expresan los mecanismos de defensa (normal o patógena) en las escenas de cada lenguaje del erotismo. Tras realizar una descripción algo pormenorizada, pasé a plantear otro interrogante: cómo detectar si la defensa patógena es exitosa o no, en su doble vertiente: si se mantiene lo sofocado, si se alcanza o no un equilibrio narcisista. Para detectar el éxito o fracaso de la defensa, propuse prestar atención por un lado a los estados en el relato y por el otro a ciertas particularidades del relato (su énfasis en algún fragmento, el desenlace disfórico de algunas trasformaciones). Por fin, me formulé una tercera pregunta, referida a las situaciones clínicas en las que, por un lado, se dan combinaciones entre defensas, y por otro lado estas mezclas son cambiantes. Las cuestiones consideradas son dos: cómo detectar cuál es la defensa prevalente, cómo detectar los cambios en las combinaciones entre ellas. Respecto de la detección de las prevalencias, propuse considerar las que tienen hegemonía lógica en el conjunto, y respecto de la detección de los cambios en las mezclas entre sistemas defensivos, destaqué el valor de los estudios contrastantes entre diferentes fragmentos de discursos del paciente.

Presentar este panorama global permite tener una idea del decurso de la argumentación, que contiene numerosos puntos en que debí tomar decisiones y justificarlas. Globalmente considerada, esta exposición tiene tres sectores: 1) creación del inventario y el agrupamiento de las defensas, 2) articulación con la teoría del relato por la mediación de la teoría de la erogeneidad, 3) propuestas metodológicas específicas referidas a a) el reconocimiento de la defensa en juego, b) la detección de su carácter funcional o patógeno, c) la inferencia acerca del estado de la defensa patógena (exitosa o fracasada), d) la investigación sobre las prevalencias relativas y sus cambios en un discurso concreto. Se advierte que una parte de la densidad de esta exposición se hubiera obviado si hubiera contado con una teoría sistemática y una categorización de las defensas ya establecidas entre los psicoanalistas. En realidad, cuento con ella, puesto que he dedicado al tema varios textos (----); pero se trata solo de mi propuesta (que por otra parte recoge aportes de numerosos autores de escuelas diversas). Además, en los hechos debí resumirla y empobrecerla para la ocasión. El trabajo hubiera debido empezar con la argumentación correspondiente al punto 2, es decir, las hipótesis-puente entre la teoría de la defensa y los hechos por investigar (el relato del paciente). Estas hipótesis-puente, referidas a la defensa y al relato como expresión de la erogeneidad, constituyen de por sí un paso pesado de dar, y tanto más lo es la exposición del punto 3.

Deseo agregar que el establecimiento de las hipótesis-puente y el desarrollo más concreto del instrumento para la investigación de la defensa han estado orientados por varias investigaciones de casos en las que pusimos en juego este arsenal de recursos metodológicos, lo rectificamos y lo afinamos progresivamente (----). Sin embargo, es probable que nuevas investigaciones nos conduzcan a complejizar aún más el método y nos haga sensibles a nuevos problemas y otras tantas soluciones.

Otro aspecto que merece considerarse concierne a las hipótesis que puse en juego para detectar la defensa normal o patógena en el relato. En todas las ocasiones tomé en cuenta la posición del relator en la escena. Pero, hilando más fino, puedo advertir que empleé dos criterios para detectar esta posición. En relación con la desmentida y la desestimación, me valí del esquema propuesto por Freud: modelo, ayudante, etc. En cambio, en relación con la represión me valí además de otro esquema, de carácter más bien secuencial: la detención o no en el proceso de avance según el deseo, o las características de dicho avance, en el sentido de si se realiza a costa de otros o con la contribución de los otros. Sin embargo, también para la detección de la represión normal o patógena presté atención a las posiciones en el relato, y no solo a los avances y las detenciones ya aludidas.

2. Se presentan nuevos problemas a la hora de poner a prueba esta propuesta a partir del contraste con los hechos. Al respecto, he realizado diferentes investigaciones, 1) Algunas consisten en análisis de casos para detectar el cambio clínico como consecuencia de un tratamiento psicoterapéutico. En esta ocasión contrasté dos perspectivas, la clínica y el ADL. Para ello recurrí a jueces independientes que discuten y deciden acerca de si hubo evolución clínica, y acerca de las defensas en juego y sus modificaciones, y comparé estos resultados con los obtenidos al aplicar el ADL (----). 2) También he comparado la aplicación del ADL con las conclusiones extraídas por autores que expusieron un caso clínico e investigaron en el correspondiente sistema defensivo. Un ejemplo del contraste entre mi enfoque de las defensas y el de otros autores se halla en el estudio que hice sobre Z, estudiado también por Donnet y Green (1973). En este estudio resultó de utilidad la diferenciación no tanto entre las defensas sino entre sus estados. En efecto, considero que Z se hallaba en un estado de retracción narcisista psicótica, sin restitución, pero con un fracaso en la tentativa de conservar su sentimiento de sí. 3) Por fin, he contrastado mi método con el empleado por Perry al analizar las defensas. En este punto cabe destacar una ventaja del método de Perry: que detecta el peso de ciertas defensas secundarias a la central, como anulación, aislamiento, proyección o identificación. La sensibilidad de dicho método puede complementarse con la del mío, diseñado más bien para detectar la defensa central en cada estructura, su estado y sus modificaciones en el tratamiento psicoanalítico. Supongamos que en un paciente ocurre una disminución de su inhibición. Pero no es lo mismo que lo inhibido sea la expresión de un deseo ambicioso, por ejemplo, a que sea un pensamiento delirante. Por ello, la detección de un cambio en una defensa secundaria requiere de la consideración del marco defensivo global en que ella se integra. En el primer caso la caída de la inhibición implica una remoción parcial de la represión; en el segundo, en cambio, constituye el camino para el retorno de lo desestimado.

No puedo sintetizar fácilmente los resultados de los contrastes entre enfoques ya que, por un lado, mi método plantea (y pretende encarar) interrogantes que otros no, y por otro lado, la sensibilidad de los clínicos, al investigar un caso, tiene más bien un carácter intuitivo, no sistemático. De modo que me veo llevado a realizar mis propios estudios y ponerlos a disposición de quien esté interesado en criticarlos.

Como conclusión general de estos contrastes puedo afirmar que los investigadores no han refinado suficientemente ni su teoría ni su método de abordaje de los hechos, pese a la importancia que tiene el tema, ya que la defensa central, en el fondo, constituye el modo de posicionamiento subjetivo, polifacético y cambiante, de cada quien.  En consecuencia, me hallo en una posición frágil, que hace dificultoso un avance firme, acorde con las exigencias internas de rectificación y crítica. Sin embargo, considero que esta situación es transitoria, y que en poco tiempo aparecerán nuevos interlocutores, en la medida en que otros investigadores adviertan la necesidad de refinar sus interrogantes y diseñen a partir de ellos nuevos métodos o decidan replicar los nuestros.

 


3. Otro aspecto que merece nuestra consideración es el enfoque que D. Liberman realizó sobre los estidos complementarios entre paciente y terapeuta. Liberman no se refirió a los lenguaje del erotismo, sino a los estilos, pero básicamente su propuesta es el fundamento de la mía, que tiene quizá mayor arraigo en la metapsicología. Más allá de estas diferencias, considero que sus hipótesis sobre las complementariedades óptimas, entre los discursos de paciente y analista tienen vigencia y abren la posibilidad de realizar investigaciones sobre los hechos ocurridos en las sesiones. Liberman sostenía que, cuando un analista sintonizaba empáticamente con su paciente y tenía una comprensión de los procesos psíquicos, esto se evidenciaba bajo la forma de interpretaciones que poseían un estilo complementario con el del paciente. Liberman propuso cuáles eran los estilos complementarios óptimos del terapeuta con cada paciente. Su propuesta no contenía una recomendación acerca de cómo intervenir. Era más bien un método para evaluar las intervenciones ya formuladas, puesto que de lo contrario, si se las tomaba como consejos respecto a las sesiones por venir, el terapeuta podía verse constreñido a realizar interpretaciones carentes de creatividad. He aquí la lista de las complementariedades óptimas de las intervenciones del terapeuta que Liberman adscribió para cada lenguaje del erotismo del paciente, con algún agregado que me pertenece:

 

Paciente

LI

O1

O2

A1

A2

FU

FG

Analista

O2

FG

A2

A2

A1

O1

O1

 

Liberman justificaba sus hipótesis sosteniendo que en el lenguaje del erotismo fálico genital son frecuentes dramatizaciones redundantes y proliferaciones sintácticas y semánticas carentes de síntesis, mientras que en el lenguaje del erotismo oral primario prevalecen la tendencia a la abstracción y la falta de compromiso en un despliegue de escenas. De tal modo, este último lenguaje del erotismo le aporta al primero su complemento óptimo, al conducir a detectar lo común en la redundancia, y con ello a sustituir una defensa patógena (represión) por otra, más benigna. Argumentaciones similares conducen a justificar las otras complementariedades en cuanto a los lenguajes del erotismo.

 

 

Las opiniones de Liberman, basadas en la clínica, adquieren renovado valor a la luz de las descripciones que realicé respecto de los relatos como expresión de las erogeneidades y las defensas. En efecto, la complementariedad propuesta por Liberman corresponde, en los hechos, al lenguaje del erotismo que representa al sector al cual una defensa se opone. Y en este sentido, el estilo complementario del analista constituye el modo de contribuir a la remoción de una defensa patógena.


Bibliografía:

 

Donnet, J-L., Green, A.

                                    (1973) L'enfant de ça, París, Minuit.

 

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