Un método de investigación
sistemática de la defensa en el lenguaje del paciente desde la perspectiva
freudiana
David Maldavsky
Resumen
El trabajo tiene cinco partes: I. Objetivos de la
investigación y marco teórico, II. Inventario y agrupamiento de las defensas,
III. Hipótesis-puente, IV. Propuestas instrumentales, V. Visión de conjunto.
Cada parte contiene una discusión interna que culmina en decisiones
metodológicas. La exposición central se desarrolla en el apartado IV. Consiste
en una tentativa de distinguir entre las defensas normales y patógenas tomando
en cuenta las posiciones posibles del relator en las escenas que describe. El
método permite detectar: a) si la defensa es normal o patógena, b) el tipo de
defensa patógena, c) su estado (éxito o fracaso), d) la prevalencia de algunas
defensas sobre otras, e) los cambios en las defensas durante el tratamiento.
Summary
This paper has five parts: I. Research aims and
theoretical frame, II. Inventory and clusters of defenses, III.
Bridge-hypothesis, IV. Instrumental proposals, V. Overview. Each part has an
internal discussion arriving at methodological decisions. Central exposition
occupied part IV: an essay on distinguish between normal and pathological
defenses taking in account the position
of speaker in the scenes he/she describes. The method detects: a) if defense is
normal or pathological, b) the type of pathological defense, c) its state
(successful or not), d) the prevalence of some defenses, e) the changes in
defenses during the treatment.
Resumo
I. Relevancia del tema,
objetivos de la investigación, marco teórico
A lo largo de
diferentes investigaciones he propuesto (----) un método de investigación del
relato desde la perspectiva psicoanalítica. Dicho método se ha centrado en una
hipótesis freudiana de enorme importancia, la de la erogeneidad. He realizado
primero un inventario de dichas erogeneidades: LI: Libido intrasomática -cuando
la libido inviste los órganos internos, sobre todo corazón y pulmones, al
comienzo de la vida posnatal (Freud, ----)-, O1: Oral primaria, O2: Sádico oral
secundaria, A1: Sádico anal primaria, A2: Sádico anal secundaria, FU: Fálico
uretral; FG: Fálico genital. Luego describí cómo son los relatos prototípicos
para cada una de estas siete erogeneidades. Para aludir a esta forma específica
de expresión de cada erogeneidad en el discurso propuse (----) el término
lenguajes del erotismo, de cuño freudiano.
Este método puede
constituir un paso adelante desde múltiples perspectivas: 1) crear un puente
entre investigación conceptual e investigación empírica, 2) facilitar las
investigaciones metapsicológicas, psicopatológicas, técnicas y clínicas. En
este último plano con dicho método es posible investigar los relatos y detectar
lo común y lo diferente en cuanto a la expresión de la erogeneidad. Es posible
reunir discursos de pacientes entre sí y discursos de pacientes con textos de
carácter no clínico, en la medida en que coinciden en cuanto a la erogeneidad
que manifiesten. Estas reuniones permiten además enriquecer y refinar el
método, hallar afinidades y diferencias. Pero a poco andar se advierte que este
avance requiere de otros pasos; es decir, se manifiestan sus insuficiencias.
Estas son especialmente notorias no tanto cuando buscamos semejanzas y
afinidades sino cuando se nos hace necesario investigar las diferencias. Estas
pueden ser de tres tipos: 1) entre los discursos de dos pacientes que poseen el
mismo lenguaje del erotismo central, 2) entre el discurso de un paciente y el
texto de un literato con idénticas coincidencias, 3) entre las sesiones
iniciales y las finales de un paciente que ha tenido una evolución clínica.
Para dar cuenta de algunas diferencias el método ya expuesto revela poseer
ciertas recursos. En efecto, el método está propuesto para captar combinatorias
entre relatos que expresan diferentes erogeneidades, así como relaciones entre
ellas, y sus cambios. Por este medio podemos distinguir entre dos pacientes, ya
que en uno el relato que expresa un erotismo central se complementa con otros
dos, mientras que en el otro paciente el primero de los relatos queda matizado
por otros tres, que no coinciden con los dos del primero. También podemos
distinguir por un medio similar, quizá algo más refinado, entre los relatos de
las sesiones iniciales y finales de un tratamiento. En esta otra ocasión
podemos advertir que los relatos expresan en uno y otro período las mismas
erogeneidades, pero que ha cambiado la posición respectiva, en el sentido de
que alguno de ellos, que al comienzo se expresaba como subsidiario, poco
importante, pasa a tener luego un carácter hegemónico, quizá de modo
transitorio, quizá de manera permanente. En consecuencia, el método puede
responder (tal vez un poco forzadamente) a la exigencia de dar cuenta de
algunos de los hechos en su especificidad. Pero no parece poder dar cuenta de
otra de las diferencias antes mencionadas: entre el relato de un paciente y un
texto literario. En efecto, en mi tesis de doctorado (1975) me dediqué a
comparar el discurso de Borges con el de un paciente esquizofrénico, y hallé
que ambos poseen relatos con numerosos rasgos en común en cuanto a una de las
erogeneidades en juego (oral primaria). Podría continuar el análisis diciendo
que tanto Borges como un paciente psicótico comparten no solo ese erotismo
expresado en el relato, sino otros dos, y con las mismas jerarquías relativas.
En este punto se advierten más claramente las limitaciones del método ya
expuesto: hay diferencias que solo pueden ser entendidas si se toma en cuenta
otra perspectiva, la de la defensa, cuya investigación sistemática, a su vez,
requiere del desarrollo de nuevas propuestas metodológicas. Este es,
precisamente, el objetivo del presente texto.
La investigación
sistemática de la defensa tiene repercusión al menos en cuatro marcos: teórico,
psicopatológico, técnico, clínico. En cada uno de ellos tiene un valor
específico. La teoría de la defensa es inseparable de la teoría de la pulsión.
En efecto, la defensa es para Freud (1915c) un destino de pulsión en un yo.
Estas hipótesis fueron expuestas por Freud respecto de la trasformación en lo
contrario, la vuelta contra la propia persona, la represión, la sublimación, la
formación reactiva, la identificación, la proyección y muchos otros mecanismos,
normales o patógenos. Respecto de la desmentida y la desestimación, las cosas
no están tan claras. En principio, son defensas que se oponen a la realidad y/o
a la instancia paterna, y entonces, en principio, podemos decir que tales
mecanismos son destinos en el yo no de la pulsión sino de la realidad y/o del
superyó-ideal del yo. Sin embargo, al mismo tiempo son defensas que, con
ciertas trasformaciones, dejan libre curso a la pulsión, y en este sentido son
también un destino en el yo de esta. Esta hipótesis permite ubicar en un marco
metapsicológico la cuestión de la defensa.
Estas hipótesis
se ensamblan con los estudios sobre las estructuras yoicas (yo real primitivo,
yo placer purificado, yo real definitivo, superyó), su grado de complejidad, su
entramado representacional, los tipos de afecto, las identificaciones, el valor
de la percepción, de la motricidad, de las funciones psíquicas. En relación con
el yo, la teoría de la defensa se combina, según Freud (1924b), con la del
conflicto que este tiene con sus tres amos (pulsión, realidad, superyó). Como
no siempre el yo puede hallar transacciones aceptables entre estos amos en
pugna, debe colocarse a favor de unos y contra otro. Si bien ambas perspectivas
de la defensa corresponden a un plano teórico, una de ellas posee un alto grado
de generalidad (destino de pulsión) y la otra (oposición a uno de los amos del
yo) una abarcatividad algo menor, ya que plantea la cuestión de su diversidad.
Las defensas así
consideradas tienen una meta genérica y otra específica. Hasta ahora nos
referimos a la específica: cada una se opone, de manera diversa, a uno de los
amos del yo. En cuanto a la meta genérica, consiste en mantener algún tipo de
equilibrio libidinal narcisista, tanto más misterioso cuando la defensa
consiste en oponerse a la tensión de las pulsiones de vida, en agotar la
energía de reserva. Sea como fuere, si deseamos evaluar el estado de una
defensa, es decir si es o no exitosa, debemos tomar en cuenta si se han logrado
ambas metas. Puede ocurrir, en efecto, que solo una de ellas se alcance
(oponerse a uno de los amos del yo), pero no la otra (y por lo tanto que el
esfuerzo de la defensa, ligado al mantenimiento del narcisismo, tenga una
resolución insatisfactoria).
La segunda
definición de la defensa (oposición a uno de los amos del yo), a su vez, abre el
camino a la consideración de los mecanismos en las estructuras clínicas. En
efecto, el enfoque freudiano de la defensa en el marco del conflicto del yo con
sus tres amos constituye un aporte central en las investigaciones y
categorizaciones psicopatológicas. Según cuál defensa prevalezca, cambia la
estructura clínica. Las defensas opuestas a la pulsión y al deseo están
comandadas por la represión (como en las neurosis de transferencia), las
opuestas a la realidad son básicamente la desmentida y la desestimación (como
en las estructuras narcisistas psicóticas y no psicóticas), y las dirigidas
contra el superyó pueden ser cualesquiera de estas tres (represión, desmentida,
desestimación), según el sector del superyó con el cual se desarrolle el
conflicto: si el superyó es representante del deseo, predomina la represión
(como en la histeria de conversión), y si es representante de la ley, prevalece
la desmentida o la desestimación (como en las estructuras narcisistas). Además,
Freud (1923b) sostuvo que existe otro nivel de la defensa, entre las pulsiones.
De estas afirmaciones deriva la consideración de una defensa de la pulsión de
muerte contra Eros: una tendencia a vaciar a lo anímico de toda energía de
reserva, a dejar al yo exangüe. La defensa es entonces la desestimación del
afecto, propia de las patologías tóxicas y traumáticas.
También la teoría de la defensa cobra importancia cuando
evaluamos tratamientos. Podemos distinguir entre tres criterios de evaluación
de procesos psicoanalíticos. Uno de ellos es descriptivo: mejoría en los
síntomas, los rasgos de carácter, el malestar que aqueja al paciente. Otro
criterio de evaluación deriva del establecimiento de parámetros específicos,
como el logro o el incremento del insight, o la mejoría de la calidad de los
vínculos afectivos y/o laborales. Un tercer criterio es el estudio de los
cambios en las defensas. Se podría sostener que a menudo los dos primeros
criterios (sintomático y parámetros específicos) son un indicio del tercero, y
que la modificación de un rasgo patológico de carácter, por ejemplo, es una
expresión del cambio en la defensa. Algo similar se podría decir respecto del
incremento del insight. Pero no siempre un cambio sintomático o un incremento
en el insight va acompañado de una modificación en la defensa. Existen cambios
sintomáticos derivados de la sugestión, de la maduración vital, de la
modificación de circunstancias ambientales, y no de la sustitución de la
defensa patógena por una más benigna. En cuanto al incremento del insight, es,
al menos para Freud (----), un primer paso, una condición para el cambio de la
defensa, y a veces el proceso terapéutico puede no avanzar desde este requisito
hasta su consecuencia, es decir, hasta el cambio estructural. Además, un cambio
sintomático o caracterológico y/o un incremento del insight no constituyen en
sí mismos una garantía de que las modificaciones derivadas del esfuerzo
terapéutico persistan a lo largo de un tiempo razonablemente extenso. En
cambio, la sustitución de una defensa patógena por otra más benigna resulta un
mejor indicio de una mayor estabilidad de los cambios clínicos. Obviamente,
cuando se conjugan los tres factores (cambio en la defensa, insight, mejorías
sintomáticas y/o caracteriales) los indicios con que contamos para inferir el éxito
o fracaso del tratamiento son más sólidos.
En cuanto al cambio en la defensa patógena por otra más
benigna, es el objetivo central de un tratamiento, al menos según lo proponía
Freud. Por ejemplo, el levantamiento de la represión y la sustitución por la
condena por el juicio es para Freud (----) la meta del tratamiento en las
neurosis de transferencia. Si la defensa patógena dominante es otra (como en
las psicosis, por ejemplo), también lo es el objetivo clínico. Colegir la
defensa resulta central para definir una estrategia clínica: hacia dónde apunta
el proyecto del terapeuta, cómo establece su posición (cómo escucha), cómo
interviene y qué le solicita al paciente. Si la defensa central del paciente es
la represión, como en las neurosis de transferencia, el terapeuta se ha fijado
una forma de escucha (la atención libremente flotante) y le propone al paciente
un tipo de discurso (la asociación libre), que son el complemento de la meta
clínica: la remoción del mecanismo patógeno. Pero si la defensa dominante es la
desestimación de la realidad y de la ley, de la instancia paterna (psicosis),
la posición del analista difiere de la atención flotante, y no parece razonable
pedirle al paciente (que puede estar inmerso en estados de terror o en crisis
de violencia enceguecida) que asocie libremente. La consideración de la defensa
patógena dominante resulta fundamental a la hora de evaluar estrategias
clínicas, las cuales tienen un peso mayor que la evaluación de la técnicas
específicas. Por ejemplo, resulta menos importante decidir si es preferible una
interpretación transferencial, una histórica o una referida a la situación
actual de un paciente, que decidir si la orientación global del terapeuta es la
acertada. En efecto, a veces el problema es que el terapeuta se ha centrado en
la consideración de un deseo (supuestamente reprimido) del paciente en lugar de
prestar atención sobre todo a su rechazo (desestimación) de la realidad y de la
instancia paterna, que parece dar al caso clínico en cuestión la tónica dominante.
Con esta exposición pretendo ubicar a la teoría de la
defensa en cuatro marcos diversos: metapsicológico, psicopatológico, clínico y
técnico, en que pueden desarrollarse otras tantas propuestas de investigación.
Todas estas investigaciones exigen un pasaje desde las hipótesis teóricas a las
ligadas a las manifestaciones. Lograr el nexo entre ambos conjuntos de
hipótesis, de importancia central en la investigación, requiere de una
argumentación cuidadosa y fina, y constituye uno de los objetivos de este
trabajo.
Como nuestro interés consiste en construir un instrumento
para la investigación de la defensa, sobre todo de la defensa central, conviene
que expongamos los interrogantes que pretendemos que este método nos ayude a
responder: 1) cuál es la defensa dominante en juego, 2) si la defensa es normal
o patógena, 3) si, siendo patógena, es exitosa o ha fracasado; 4) si, habiendo
una coexistencia entre varias defensas, se da una relación detectable entre
ellas, 5) si es posible inferir los cambios en las defensas. Si el instrumento
contribuye a responder a estas cinco preguntas, será posible establecer nexos
más sutiles entre: 1) defensa y erogeneidad, 2) defensa y estructuras
psicopatológicas, 3) defensa y evaluación del tratamiento, y 4) defensa y problemas
clínico-técnicos.
La exposición que sigue tiene un recorrido algo extenso.
Comienzo con una tentativa de investigar y agrupar las defensas a partir de
criterios psicopatológicos. Luego pretendo crear hipótesis-puente entre las
categorizaciones de las defensas y las manifestaciones discursivas (sobre todo
recurriendo a la teoría psicoanalítica de las erogeneidades, de las pulsiones
sexuales y su expresión en el relato). Por fin expongo mi propuesta
instrumental, es decir, el método que he diseñado para investigar la defensa
central, su estado, sus combinaciones y sus cambios en el proceso analítico.
Quizá como un aliciente para que el lector emprenda el recorrido que le
propongo, deseo agregar un comentario. Se ha enfatizado últimamente el hecho de
que es necesario tomar en cuenta la posición subjetiva del paciente y sus
cambios. Sin embargo, no se ha descrito de un modo sistemático en qué consisten
ni dicho posicionamiento ni sus cambios. Considero que investigar la defensa en
el discurso constituye, precisamente, el modo de detectar dicho posicionamiento
en toda su complejidad, con sus jerarquías, sus múltiples detalles y sus
sutiles modificaciones.
II. Inventario y
agrupamiento de las defensas
Desarrollos de instrumentos:
enfoque crítico
La conexión entre las hipótesis teóricas sobre la
defensa, las investigaciones psicopatológicas y los estudios de las
manifestaciones constituye un problema central en el terreno de la metodología
de la investigación. Considero que este nexo puede establecerse en torno del
análisis del discurso del paciente, y en particular su relato.
En este punto nos topamos con algunas propuestas de
investigación de las defensas que consideran el discurso del paciente. Estas
propuestas contienen: 1) un inventario de los mecanismos, 2) una definición de
cada uno de ellos, 3) un ejemplo de cómo este se presenta en el lenguaje del
paciente, 4) una explicación de cómo diferenciarlo de otros afines, 5) una
escala de evaluación (“mínima”, “máxima”, con grados intermedios), con los ejemplos
correspondientes, 6) en algunas ocasiones, un agrupamiento de varios mecanismos
en clusters, según criterios de clasificación de tipo psicopatológico.
Se han propuesto
al respecto varios listados de las defensas. Entre estos figuran el del DSM III
R, el de Perry, el de Jacobson et al., el de Vaillant, todos ellos
reunidos en Vaillant et al., (1992).Los estudios más refinados incluyen
una treintena de defensas, entre funcionales y patógenas. Cuando existe un
criterio para agruparlas, este se centra en las categorías psicopatológicas.
Estas propuestas constituyen un paso adelante. Entre sus ventajas se hallan el
haber definido y ejemplificado las defensas, el haber diferenciado defensas
afines, el haberlas agrupado en clusters a partir de criterios que enfocan
en las estructuras clínicas, el haberse centrado en el estudio de las
manifestaciones de los pacientes en sesión. Se han realizado además pruebas de
confiabilidad y validez, que constituyen otro avance de importancia. Pese a
ello, tales propuestas conducen a plantear diferentes problemas en relación con
la teoría y con los hechos clínicos.
Un primer
problema consiste en la falta de nexo con las hipótesis metapsicológicas, en
las que la teoría de la defensa se enlaza con la de la pulsión. Un segundo problema
consiste en que algunos autores incluyen en el inventario de las defensas a
ciertas manifestaciones que más bien son el efecto de ellas, como la
hipocondría y el fantaseo. La hipocondría es, al menos para Freud (1914c), el
efecto del repliegue narcisista vuelto tóxico, seguramente porque se mantiene
una defensa que retrae al yo del mundo exterior. El fantaseo tiene un valor
similar: deriva del repliegue de la libido desde la exterioridad al mundo
interior, como consecuencia de la defensa (en este caso, represión). En ambas
situaciones la libido se ha retirado del mundo como parte del proceso
defensivo. Pero en una ocasión (hipocondría) se ha retirado también de las
representaciones inconcientes y ha investido al yo y en el otro (fantasía) la
libido recae sobre las representaciones preconcientes, sin que se haya
desinvestido la representación inconciente (1924e). El primer tipo de
desinvestidura constituye una retracción narcisista, y el segundo, una
introversión de la libido. En ambas
ocasiones las manifestaciones son efecto de las defensas. Puede ocurrir además
que dichas manifestaciones sean empleadas por la defensa para alcanzar sus
objetivos, pero igualmente no son en sí mismas defensas.
Un tercer
problema consiste en las categorías psicopatológicas que determinan el
agrupamiento de las defensas en clusters. En efecto, los autores de
estos métodos recurren a una categorización de las estructuras clínicas en
grupos que no se atiene a criterios teóricos, sino descriptivos. La
diferenciación (Vaillant, 1992) entre defensas psicóticas, inmaduras,
neuróticas y maduras es, en el conjunto, la más cercana a la categorización
psicoanalítica, aunque no coincide totalmente con ella.
Un cuarto
problema reside en que muchas defensas, sobre todo proyección e identificación,
pueden participar de varios de los clusters. Este problema podría
resolverse si se aclarara cuál es la defensa dominante en cada cluster.
En tal caso, no habría inconveniente en incluir, por ejemplo, la proyección en
varios clusters: represión, desmentida, entre otros. Pero este
ordenamiento interno en cada cluster, en que se privilegia una defensa
como la organizadora del conjunto, no está realizado. No se resuelve el
problema de la defensa hegemónica apelando a la adjudicación de puntajes, ya
que, en el terreno de la manifestación, una defensa cualquiera (por ejemplo,
identificación) puede tener un valor muy alto, pero, desde el punto de vista
estructural, es a su vez derivada de otra (por ejemplo, la represión), menos
notable pero de mayor peso en la determinación sintomática. Es que una cosa es
establecer las jerarquías desde el punto de vista de las manifestaciones, y
otra es hacerlo desde el punto de vista de las estructuras.
Un quinto problema consiste en que estos métodos no
contemplan la posibilidad de detectar si la defensa ha tenido éxito o ha
fracasado. El tema tiene su importancia, ya que por ejemplo para Freud (1915d)
un síntoma neurótico es consecuencia no de la represión sino de su fracaso.
Así, pues, si
bien estas propuestas constituyen un avance notable, presentan diferentes
dificultades en cuanto a la validez, tanto teórica cuanto empírica: 1) no toman
en consideración el nexo entre defensa y pulsión, 2) consignan como defensas a
ciertas manifestaciones que más bien son efectos o recursos empleados, por
estas, 3) se basan en categorizaciones psicopatológicas discutibles 4) incluyen
clusters sin que se establezcan diferencias a partir de una defensa
hegemónica, , 5) no detectan sí la defensa es exitosa o ha fracasado.
Con todo, las críticas no objetan el núcleo de la
propuesta instrumental. Sobre todo queda indemne la estrategia: 1) el
inventario de los mecanismos, 2) la definición de cada uno de ellos, 3) el
ejemplo de cómo se presentan en el discurso, 4) una explicación de cómo
diferenciarlo de otros afines, e inclusive 5) el agrupamiento en clusters.
La propuesta que habremos de desarrollar a continuación, más que una tentativa
de sustituir al instrumento ya existente, pretende complementarlo, agregando 1)
algunos retoques al inventario, 2) una categorización de las estructuras de
origen freudiano para realizar a partir de ella el agrupamiento de las
defensas, 3) la jerarquización de un mecanismo dominante en cada cluster,
4) diferenciaciones de otro orden entre defensa normal y patógena, 5) la
detección del éxito o fracaso de la defensa, 6) la detección de la defensa
central dominante en cada ocasión. Como se advierte, el método que propongo
difiere de los ya desarrollados, en buena medida porque parte de otra
perspectiva y se formula otros interrogantes, sobre todo los que llevan a
estudiar la defensa central en una estructura, esa que diferencia a una
neurosis de transferencia de una psicosis, por ejemplo. Pese a ello, es posible
realizar articulaciones entre mi enfoque y los métodos ya expuestos, punto que
retomo más adelante.
Inventario y agrupamiento de
las defensas
Considero que,
para determinar el número de las defensas, los clusters y las jerarquías
internas de los mecanismos, un buen criterio es partir de la categorización de
las estructuras psicopatológicas. Existe un grupo principal de tales
estructuras y otro derivado. En el central incluimos: 1) neurosis de
transferencia, 2) caracteropatías narcisistas no psicóticas, 3) psicosis, 4)
patologías tóxicas y traumáticas. Como derivadas, ubicamos las caracteropatías
histéricas, fóbicas y obsesivas (en las cuales un síntoma neurótico se combina
con un rasgo de carácter derivado de una fijación pulsional sádico anal
secundaria, fálico uretral o fálico genital), las caracteropatías psicóticas
(en las cuales una alucinación o un delirio se combina con una alteración del
carácter derivada de la fijación pulsional oral primaria, sádico oral
secundaria y sádico anal primaria) y las caracteropatías sobreadaptadas (en las
cuales un rasgo de carácter derivado de la fijación en el erotismo
intrasomático se combina con algún rasgo indicador de una condición tóxica
transitoria). En todas estas caracteropatías se da una identificación con un
objeto decepcionante, y en casi todas (salvo la caracteropatía psicótica) una
desmentida secundaria a los mecanismos centrales. Existe otro derivado de la
neurosis de transferencia: las psicosis (o locuras) histérica, fóbica y
obsesiva. Entre ellas prevalece la desestimación de la realidad por culpa.
En consecuencia,
propongo el siguiente agrupamiento de las estructuras clínicas:
I: Neurosis de
transferencia. Caracteropatías derivadas. Psicosis derivadas
II: Caracteropatías
narcisistas no psicóticas
III. Psicosis.
Caracteropatías derivadas
IV: Patologías tóxicas y
traumáticas. Caracteropatias derivadas.
Sé que existen otras categorizaciones de las estructuras
clínicas, algunas de ellas influidas por la psiquiatría o por un enfoque
fenomenológico (tipo DSM IV). La que expuse se atiene más a las propuestas de
Freud (1924b), a sabiendas de que algunas patologías (como el enamoramiento del
propio órgano enfermo) requieren de una teorización más refinada. Pero tales
patologías son no solo más raras (este no es un argumento para no considerarlas
en la categorización precedente) sino también y sobre todo derivadas de las
derivadas (y este sí es un argumento para no considerarlas en dicha
descripción). En cuanto a las patologías autistas, propongo reunirlas con las
neurosis tóxicas y traumáticas.
Cabría formular otra
objeción, ya que por este medio no se podría considerar (aparentemente) a las
defensas funcionales, no patógenas. Sin embargo, afirmo que son las mismas que
las patógenas, pero que, a diferencia de estas, no implican una tendencia a
detener o hacer retroceder una complejización psíquica creciente.
Reconsideremos, pues, a partir de este agrupamiento de las estructuras
clínicas, qué ocurre con los clusters de las defensas patógenas.
Cada cluster
posee defensas comunes y otras diferenciales, que pasaremos a exponer. Hemos
afirmado ya que en las neurosis de transferencia (histerias de conversión y de
angustia y neurosis obsesivas) predomina la represión; en las estructuras
narcisistas no psicóticas (caracteropatías trasgresoras y perversas,
caracteropatías depresivas y caracteropatías esquizoides) prevalece la
desmentida; en las psicosis (paranoia, melancolía, esquizofrenia), la
desestimación de la instancia paterna y habitualmente también de la realidad;
en las neurosis tóxicas (afecciones psicosomáticas, adicciones) y traumáticas,
por fin, tiene hegemonía la desestimación del afecto (ver cuadro I).
Cuadro I
Estructuras |
Neurosis de transferencia |
Caracteropatías narcisistas no psicóticas |
Psicosis |
Patologías tóxicas y traumáticas |
Componentes |
Histeria de conversión Histeria de angustia Neurosis obsesivas |
Caracteropatía trasgresora o perversa Caracteropatía depresiva Caracteropatía esquizoide |
Paranoia Melancolía Esquizofrenia |
Adicciones, afecciones psicosomáticas Neurosis traumáticas |
Defensa central |
Represión |
Desmentida |
Desestimación de la realidad y de la instancia paterna |
Desestimación del afecto |
Advertimos que
las defensas ya mencionadas son comunes a varias estructuras clínicas. Si bien
obtenemos así cierta claridad, no logramos dar cuenta de las diferencias entre,
por ejemplo, las neurosis de transferencia, y lo mismo podemos decir de las
restantes subcategorizaciones dentro de cada estructura global. Además de los
cuatro mecanismos ya considerados (represión, desmentida, desestimación de la
realidad y de la instancia paterna, desestimación del afecto), que permiten
diferenciar entre estructuras de un modo grueso, otros dos factores dotan de
rasgos distintivos, más finos, a ciertas configuraciones. Tales factores son 1)
las fijaciones pulsionales (que se convierten en puntos a los cuales la
erogeneidad y/o el yo, como lenguaje de pulsión, regresan en el proceso
defensivo) y 2) las defensas que complementan a las básicas. Respecto de las
fijaciones pulsionales, podemos establecer algunos de sus nexos con las
defensas genéricas ya mencionadas (Cuadro II).
Cuadro II
Erogeneidad |
LI |
O1 O2 A1 |
A2 FU FG |
Defensa |
Desestimación del afecto |
Desmentida Desestimación de la realidad y de la instancia paterna |
Represión |
También podemos establecer nexos entre fijaciones
pulsionales, defensas y estructuras (Cuadro III).
Cuadro III
Estructura |
Histeria de conversión |
Histeria de angustia |
Neurosis obsesiva |
Caracteropatía esquizoide |
Caracteropatías depresivas |
Caracteropatía trasgresora |
Paranoia |
Erogeneidad |
FG |
FU |
A2 |
O2 |
O1 |
A1 |
A1 |
Defensa |
Represión |
Represión |
Represión |
Desmentida |
Desmentida |
Desmentida |
Desestima-ción de la realidad y de la instancia paterna |
Estructura |
Melancolía |
Esquizofrenia |
Patologías tóxicas y traumáticas |
Erogeneidad |
O2 |
O1 |
LI |
Defensa |
Desestimación de la realidad y de la instancia paterna |
Desestimación de la realidad y de la instancia paterna |
Desestimación del afecto |
Hasta aquí
consideramos los nexos entre defensas centrales y erogeneidades (fijaciones
pulsionales). Pero al conjunto es necesario agregar otro factor que contribuye
a diferenciar entre las estructuras clínicas: las defensas complementarias de
la central.
Estos mecanismos
complementarios, desarrollados en alguno de los yoes (yo real primitivo, yo
placer purificado, yo real definitivo), pueden ser normales o patógenos. Pueden
funcionar sea para reforzar la defensa central, sea para dar paso al retorno de
lo sofocado. De hecho, estos mecanismos son destinos de pulsión, son modos de
procesamiento de una erogeneidad específica en una estructura yoica igualmente
específica, y tienen un carácter diferencial. He aquí el conjunto de defensas
por erogeneidad (Cuadro IV):
Cuadro IV
LI |
O1 |
O2 |
A1 |
A2 |
FU |
FG |
-regresión pulsional -regresión yoica -introyección orgánica -incorporación -proyección orgánica -expulsión -identificación adhesiva |
-regresión pulsional -regresión yoica -escisión intracanal -proyección -introyección -identificación -trasformación en lo contrario -vuelta contra la propia persona -mimetismo |
-regresión pulsional -regresión yoica -escisión yoica -introyección -identificación -proyección -transformación en lo contrario -vuelta contra la propia persona |
-regresión pulsional -regresión yoica -escisión yoica -introyección -identificacion -proyección -trasformación en lo contrario -vuelta contra la propia persona |
-regresión pulsional -anulación -aislamiento -formación reactiva -control -sofocación del afecto |
-regresión yoica -desplazamiento -proyección -evitación (inhibición) |
-regresión yoica -represión del superyó -identificación -condensación |
Esta exposición
requiere de otros comentarios. Se advierte que mientras que los lenguajes del
erotismo LI, O1, O2 y A1 tienen varios mecanismos en común, los restantes
tienen una variedad de defensas diferenciales. Ello deriva de la mayor riqueza
de recursos de que dispone el yo real definitivo. En cuanto a las defensas
propias del lenguaje del erotismo intrasomático, son desarrolladas por el yo
real primitivo. Si bien podemos ubicar a estas defensas en el marco de la trasformación
en lo contrario y la vuelta contra la propia persona, los mecanismos involucran
la alteración orgánica, y no tanto un mundo simbólico. Se trata de un terreno
menos conocido, por lo cual prefiero explayarme algo más al respecto. Freud
supone que existe una proyección intracorporal. Así, la tensión de necesidad se
proyecta en la zona erógena (Freud, 1905d). Este camino puede recorrerse en
sentido inverso, es decir, desde las zonas erógenas hasta las fuentes
pulsionales de las necesidades (digamos desde los labios al estómago). Esto es
lo que ocurre en las afecciones psicosomáticas. El mecanismo entonces es la
introyección orgánica. La incorporación, en cambio, implica introducir en el
organismo alguna sustancia que altera la fuente pulsional. Así ocurre en muchas
adicciones. También merece alguna aclaración el mecanismo de escisión
intracanal, inherente al lenguaje del erotismo oral primario. Un trabajo yoico
propio de la tramitación de este erotismo consiste en alcanzar la convergencia
de diferentes receptores de un mismo canal sensorial (por ejemplo, los dos
ojos). Una defensa puede consistir entonces en mantener la divergencia ocular o
en retornar a ella, con lo cual un sector del yo (por ejemplo, el ojo desviado)
desconoce la realidad. Respecto a la identificación y la proyección, que he
incluido en las listas de varios lenguajes del erotismo, las diferencias
residen en el tipo de personaje con el cual el yo establece el vinculo
(identificatorio o proyectivo). Tal personaje y el yo se hallan en una relación
de duplicación: o bien el yo tiene un doble, o bien es un doble de otros; y la
tramitación de cada erogeneidad conduce a crear un tipo diferente de doble.
Este agrupamiento
de las defensas por erogeneidad no abre juicio acerca del carácter patógeno o
funcional de cada mecanismo. En buena medida podemos decidir sobre esta
cuestión si tomamos en cuenta la relación entre esta defensa y una que en cada
estructura es hegemónica, y que a su vez tiene o no un carácter patógeno. Si
una defensa cualquiera está al servicio del reforzamiento de un mecanismo
patógeno central, o al servicio del retorno de lo rechazado por ese mecanismo
central, entonces dicha defensa es también patógena.
Las combinatorias entre erogeneidades y defensas implica
además un proceso más complejo que puede dar origen a estructuras derivadas de
las centrales. El erotismo fálico genital se combina con la represión, la
regresión yoica, la represión del superyó, la condensación y la identificación,
proceso que puede culminar en un síntoma histérico. Si a ello se le agregan una
desmentida (secundaria) y ciertas identificaciones que generan alteraciones
yoicas (rasgos patológicos de carácter), nos hallamos en el terreno de las
caracteropatías histéricas. Y si a este conjunto se le agrega además la
desestimación de la realidad por culpa, nos encontramos con una psicosis
histérica. Del mismo modo podemos considerar el nexo entre las otras
erogeneidades y defensas. A partir de estas hipótesis es posible dar nuevos
pasos para establecer nexos entre defensas y manifestaciones.
III. Hipótesis-puente
Defensa y relato
Hemos establecido
nexos más refinados y específicos entre erogeneidades y defensas (como
lenguajes de la pulsión en el yo). La argumentación ha sido trabajosa, en buena
medida por falta de acuerdos preexistentes entre los psicoanalistas en torno
del número y las relaciones entre las defensas intervinientes en cada
estructura clínica. Aún así, es preciso proseguir con nuestro proyecto.
Parece fundamental prestar ahora atención al relato. Desde
esta perspectiva la hipótesis antes expuesta, referida a la defensa como
destino de pulsión, resulta orientadora. En efecto, parece un requisito
establecer primero el nexo entre pulsión (sexual) y relato para luego estudiar
los distintos destinos (represión, por ejemplo) de aquella. En el nivel del
relato, podemos decir que la pulsión sexual se ha traspuesto en lenguaje,
hipótesis que presentamos, según ya lo indicamos, como lenguaje del erotismo.
Las siete erogeneidades antes descritas pueden expresarse entonces como
lenguaje, y en el plano del relato, como secuencias narrativas prototípicas. En
cada relato prototípico como expresión de la erogeneidad distingo cinco
escenas. Dos son estados (inicial y final) y tres son trasformaciones
(despertar del deseo, tentativa de consumarlo, consecuencias de ello). He
expuesto y justificado esta categorización, tanto desde el punto de vista
metapsicológico cuanto desde la perspectiva metodológica, en otros textos
(Liberman y Maldavsky, 1975, Maldavsky, 1968, 1976, 1980, 1986, 1990, 1992,
1993, 1995a, 1995b, 1997, 1998a, 1998b, 1999, 2001a, Maldavsky et al.
2000, Maldavsky et al. 2001). Esta sistematización conduce a una
categorización de los relatos (ver Cuadro V). Solo puedo agregar aquí que, en
la tercera transformación y en el estado final se consignan dos alternativas,
una eufórica y otra disfórica, cuyo valor se advertirá luego. Es frecuente que
en un análisis concreto hallemos solo fragmentos de algunos de los relatos
prototípicos, a veces multiplicados, así como inversiones o supresiones.
También hallamos mezclas entre diferentes relatos prototípicos.
Cuadro V: Esquema de las
escenas inherentes a las secuencias narrativas de cada lenguaje del erotismo
EROTISMO ESCENA |
FALICO GENITAL |
FALICO URETRAL |
SÁDICO ANAL SECUNDARIO |
SÁDICO ANAL PRIMARIO |
SÁDICO ORAL SECUNDARIO |
ORAL PRIMARIO |
LIBIDO INTRASOMATICA |
Estado inicial |
Armonía estética |
Rutina |
Orden jerárquico |
Equilibrio jurídico natural |
Paraíso |
Paz cognitiva |
Equilibrio de tensiones |
Primera trasformación: despertar del deseo |
Deseo de completud estética |
Deseo ambicioso |
Deseo de dominar a un objeto en el marco de un juramento público |
Deseo justiciero |
Tentación. Expiación |
Deseo cognitivo abstracto |
Deseo especulatorio |
Segunda trasformación: tentativa de consumar el deseo |
Recepción de un don-regalo. |
Encuentro con una marca paterna en el fondo del objeto |
Discernimiento de que el objeto es fiel a sujetos corruptos |
Venganza |
Pecado Reparación |
Acceso a una verdad |
Ganancia de goce por la intrusión orgánica |
Tercera trasformación: consecuencias de la tentativa de consumar el deseo |
Embarazo Desorganización estética |
Desafío aventurero Desafío rutinario |
Reconocimiento por su virtud Condena social y expulsión moral |
Consagración y reconocimiento del liderazgo Impotencia motriz, encierro y humillación |
Expulsión del Paraíso Perdón y reconocimiento amoroso |
Reconocimiento de la genialidad Pérdida de lucidez para el goce cognitivo ajeno |
Euforia orgánica Astenia |
Estado final |
Armonía compartida Sentimiento duradero de asquerosidad |
Aventura Rutina pesimista |
Paz moral Tormento moral |
Evocación del pasado heroico Retorno a la paz natural Resentimiento duradero |
Valle de lágrimas Recuperación del paraíso |
Goce en la revelación Pérdida de la esencia |
Equilibrio de tensiones sin pérdida de energía Tensión o astenia duradera |
Es tiempo de
detenernos nuevamente, ahora para reunir las hipótesis expuestas hasta aquí,
sobre todo las que nos permiten conectar la teoría de la defensa con las manifestaciones.
Como las defensas son destinos de pulsión, ellas mismas son también parte del
lenguaje de la erogeneidad. A cada erogeneidad le corresponde un conjunto de
defensas. Algunas son comunes a varias erogeneidades. En cambio, otras defensas
son inherentes a una erogeneidad en particular. También los relatos son
expresiones de la erogeneidad en el lenguaje. Las defensas y los relatos son
formas diferenciales en que el yo da cabida psíquica a una erogeneidad.
Contamos pues con 1) un inventario de las defensas dominantes y de las
complementarias en cada lenguaje del erotismo, 2) una grilla de las escenas en
los relatos por lenguaje del erotismo. De la unión entre 1 y 2 podemos obtener
conclusiones acerca de las defensas dominantes en cada relato. En efecto, cada
relato es indicio de un grupo específico de defensas. Sin embargo, por este
medio no podemos decidir ni 1) si tales defensas son normales o patógenas, ni
2) si, siendo patógenas, han tenido éxito o han fracasado. En efecto, el
establecimiento de este tipo de nexos permite crear ciertos ordenamientos en la
investigación, ya que si los análisis de los relatos orientan en determinada
dirección en cuanto al lenguaje del erotismo, al mismo tiempo cabe suponer que
aparecerán las defensas que le son inherentes. Estos relatos pueden ensamblarse
con ciertas defensas, como la represión, la desmentida, las desestimaciones,
así como con las defensas complementarias de estos mecanismos centrales. Pero
se hace necesario dar nuevos pasos metodológicos para decidir si la defensa es
normal o patógena. Respecto de este problema considero que la clave la hallamos
en la posición del relator. En efecto, sostengo que, si el relato es testimonio
de la erogeneidad, la posición del relator en las escenas que describe es indicio
de la normalidad o la patología de la defensa.
Estudiar la
defensa tomando en cuenta las posiciones que en un relato puede tener quien
narra exige además contar con una sistematización. Esta debe contener una
categorización no solo de las escenas (como la ya expuesta) sino además de las
posiciones posibles en dichas escenas, ya que son dichas posiciones las que
distinguen las defensas. Tales posiciones pueden ser categorizadas según las
hipótesis de Freud (1914c, 1919h, 1921c). En síntesis, las posiciones son las
de modelo (M), objeto (O), rival (R), ayudante (A), sujeto (S) y doble idéntico
(DI).
Esquemáticamente,
contamos con esta presentación:
M
S (DI) O
R
A
Vale decir, el sujeto (quien es activo según su deseo)
posee un modelo o ideal, un objeto de deseo, un rival y ayudantes, así como sus
dobles. Pero también el objeto y el rival poseen sus dobles, sus modelos y
ayudantes, de modo que obtenemos este resultado más complejo.
M M M
S (DI) O
(DI) R
(DI)
A A A
En el lenguaje del erotismo fálico genital, por ejemplo,
quien hace de centro en una fiesta se coloca en la posición de sujeto, y
quienes operan como adornos son sus ayudantes. Una amiga íntima estrechamente
ligada al éxito de la fiesta puede hacer de doble, la madre de la festejada, de
modelo o ideal, y el galán que seducido le regala una alhaja o un ramo de
flores se coloca como objeto, mientras que quien se ubica como aguafiestas
opera como rival. Tanto el objeto cuanto el rival poseen además modelos, dobles
y ayudantes. Por ejemplo, la alhaja que regala el galán opera como ayudante del
objeto. Importa saber si quien hace de sujeto expande sus encantos a los
ayudantes o los deja sumidos en un sentimiento de inferioridad, de repugnancia,
así como importa saber si quien opera como ayudante (adorno) se siente
identificado con la armonía de conjunto o siente que esta se logra a su costa.
Igualmente, importa saber si quien tiene el deseo de identificarse con el
sujeto (el que hace de centro y se luce) logra su propósito (y opera como doble
del sujeto) o si, por el contrario, alguna torpeza malogra su esfuerzo. El
sujeto, su modelo, sus ayudantes y sus dobles son posiciones que en el relato
evidencian a las defensas no patógenas, mientras que quien intenta
identificarse con el sujeto y no lo logra manifiesta la eficacia de la
represión y su fracaso (como en las neurosis de transferencia) y quien se ubica
como rival derrotado, como modelo, ayudante o doble de este, ponen en evidencia
una desmentida secundaria a la represión, como en las caracteropatías
histéricas.
Un esquema
similar (en que participa un sujeto, un objeto y un rival, cada uno con sus
modelos, ayudantes y dobles) es apto para considerar el relato de otros dos
lenguajes del erotismo: el fálico uretral y el sádico anal secundario, con sus
correspondientes adaptaciones. Por ejemplo, en el lenguaje del erotismo sádico
anal secundario la armonía estética queda relevada por el orden jerárquico para
dotar de coherencia a un grupo. Pero estas diferencias dejan intacta la estructura
global recién expuesta.
En cambio, en los
otros cuatro lenguajes del erotismo (intrasomático, oral primario, sádico oral
secundario, sádico anal primario) este esquema no resulta válido, ya que en
ellos el mundo del objeto no tiene prácticamente relevancia. Vale decir, el
vínculo involucra posiciones más ligadas al ser, a la identificación. El modelo
es un doble ideal (lo que yo seré), los ayudantes, un doble anterior (lo que yo
fui), los rivales, un doble hostil. A su vez, el sujeto y su rival tienen también
dobles idénticos.
Para el lenguaje del erotismo oral primario, por ejemplo,
el sujeto accede a un nexo con una clave abstracta y obtiene así la
consagración por parte de un modelo o ideal. Para alcanzar esta meta se valió
de ayudantes (telescopio, computadora) que aplicó a una realidad (por ejemplo,
un planeta de otra galaxia), y de allí extrajo su conclusión. Algunos
personajes operan como dobles del genio recién descrito, y otros como
ayudantes. Resulta clave si estos son reconocidos por el genio o si este solo
los emplea y luego los desecha. Quien en el relato ocupa el lugar del genio
evidencia una defensa no patógena, quien se identifica como rival o como
plagiario del sujeto recurre a la desmentida, y por fin quien ocupa el lugar de
instrumento o de objeto (luego desechados) para el acceso a la clave abstracta
pone en evidencia el desarrollo de la desestimación y su fracaso.
IV. Propuestas
instrumentales
Detección de las defensas
normales y patógenas
Con estas
hipótesis mediadoras y los correspondientes ejemplos introductorios estamos en
mejores condiciones de estudiar las defensas en el nivel del lenguaje. En
efecto, la hipótesis de Freud de que en las neurosis se reprime un componente
perverso puede presentarse en el discurso, sobre todo en el relato, como una
pugna entre lenguajes del erotismo. Por un lado, se halla el fálico genital, el
fálico uretral o el sádico anal secundario (o una combinación de estos) y por
el otro el lenguaje del erotismo sádico anal primario, representante precisamente
de dicho fragmento perverso, trasgresor. Este erotismo sádico anal primario
puja por irrumpir y desquiciar (aguafiestas) un proyecto de completamiento
estético (cuando prevalece el lenguaje del erotismo fálico genital), de
mantenimiento de la dignidad (cuando predomina el lenguaje del erotismo fálico
uretral) o de respeto del orden y las jerarquías (cuando es hegemónico el
lenguaje del erotismo sádico anal secundario).
Del mismo modo,
cuando predomina la desmentida (imbricada con el lenguaje del erotismo sádico
oral secundario), como en las caracteropatías depresivas, en las que solemos
advertir un relato centrado en la aspiración sacrificial, aquello a lo que el
yo (placer purificado) pretende renunciar es un deseo inherente a un lenguaje
del erotismo fálico genital, fálico uretral o sádico anal secundario. Entonces,
la aparición, en un sector del relato, de un personaje que exprese, por
ejemplo, al lenguaje del erotismo sádico anal secundario, revela a menudo a una
corriente psíquica que pone coto a la aspiración sacrificial antedicha y al
mecanismos subyacente, la desmentida. Con estos ejemplos nos aproximamos a un
estudio más detenido de las posiciones del hablante en los relatos como
expresión de una defensa. Dicho estudio requiere de mayores precisiones, las
cuales pueden ordenarse en torno de la consideración de las escenas del relato
para cada lenguaje del erotismo. Tales posiciones permiten detectar si la
defensa central (represión, desmentida, desestimación) tiene carácter normal o
patógeno.
Represión
Comenzaré por
presentar un panorama de las ensambladuras defensivas más corrientes en las que
participa la represión. Esta defensa puede ser exitosa o fracasar. Si fracasa,
suele dejar paso al retorno de lo reprimido. Las vías para este retorno de lo
reprimido suelen incluir nuevos procesos defensivos, como la regresión yoica,
la identificación y la condensación, en la histeria de conversión. También
incluye un cambio de orientación de la represión misma, que pasa a oponerse al
superyó (sádico): según Freud (1923b), por ello en la histeria el sentimiento
de culpa no resulta evidente. Otra vía para el retorno de lo reprimido puede
incluir el desplazamiento y la proyección, como cuando se desarrolla una fobia,
con la evitación consecuente. Hasta ahora nos referimos a los principales
mecanismos intervinientes al servicio del retorno de lo reprimido. Pero existen
otros que refuerzan la represión: regresión pulsional, anulación, aislamiento,
formación reactiva, supresión del afecto, como lo advertimos en las neurosis
obsesivas. También contamos con la inhibición, sobre todo como complemento de
la represión, en las histerias de angustia.
Además, la
tramitación (destino) de la pulsión puede comenzar por la represión y algunas
defensas complementarias, de lo cual puede resultar un síntoma neurótico. Pero
en ocasiones el procesamiento de la pulsión no termina allí, sino que conduce a
una alteración yoica (patógena o no), como ocurre con los rasgos de carácter.
En ocasiones el proceso termina en una caracteropatía (histérica, fóbica,
obsesiva), cuando el rasgo de carácter deriva de una identificación con un
objeto decepcionante y se acompaña de una desmentida secundaria. A veces el
proceso patógeno avanza un paso más, y conduce a un desenlace severo, como el
de las psicosis o locuras histéricas, fóbicas u obsesivas, en las cuales
intervienen nuevos mecanismos eficaces (sobre todo desestimación de la realidad
por culpa). Las erogeneidades implicadas en estos procesos pueden ser, como ya
indicamos, la fálico genital, la fálico uretral o la sádico anal secundaria.
Podemos dotar de
más “encarnadura“ a este modelo abstracto, del que hasta aquí hemos dado unos
escuetos ejemplos. Para ello, consideraremos escenas propias de cada lenguaje
del erotismo a partir de la categorización de los relatos sintetizadas poco
antes. Ya destaqué que en el lenguaje del erotismo fálico genital una escena
prototípica es la de una ensambladura estética, armónica, entre elementos
heterogéneos. Tal configuración queda amenazada en su armonía, o inclusive
desarmada, por la acción de personajes hostiles, envidiosos, vengativos. Esta
es la forma en que se plasma la relación conflictiva entre el erotismo
dominante, fálico genital, y una pulsión parcial no fácil de incluir en el
conjunto, el erotismo sádico anal primario. Pues bien, en el relato puede
presentarse la escena de una configuración estética grupal lograda (en una
fiesta, por ejemplo) en la cual hasta tiene cabida un personaje hostil que
aporta algunos elementos disonantes que pasan a integrarse en el conjunto. El
relator se ubica entonces como uno de los participantes que precisamente había
estado preocupado por el éxito de la reunión y había contribuido con
sugerencias y acciones al bienestar del conjunto, de lo cual luego se
congratula con agrado. En este relato el lenguaje del erotismo fálico genital
va acompañado de una inhibición funcional del fragmento hostil.
Pero también puede ocurrir que la configuración estética
se arruine; por ejemplo, que una paciente relate que en una fiesta para la cual
se había preparado esmeradamente, derramó por accidente un vaso de vino sobre
su vestido blanco. Se sintió una idiota, opinión que mantiene mientras relata
la escena. Cuando se la invita a relacionar lo ocurrido con otros sucesos,
recuerda que un rato antes había visto a una mujer mayor, parecida a su suegra,
con la misma expresión, malhumorada, acusatoria y tensa, que esta tenía cuando
se encontraban. Su suegra siempre prefirió que el hijo (esposo de la paciente)
se casara con una joven muy agraciada, que también estaba presente en la
fiesta. La paciente pensaba a veces que ambos eran amantes. Había olvidado el
episodio, y al recordarlo dice intuir que hay un nexo entre este y su
accidente, que no alcanza a captar. Este relato pone en evidencia el trabajo de
la represión y de su fracaso, con el consiguiente retorno de lo sofocado en la
acción sintomática. Esta acción arruina el desarrollo de la frase de promesa.
Veamos ahora otras alternativas. Una paciente muy hermosa
y egoísta utiliza a sus hijas como adornos embellecedores del conjunto en
reuniones sociales, gracias a lo cual pretende disfrazar su origen vergonzante
(por ejemplo, un padre humilde y una madre borracha). Pero alguna de sus hijas,
ya púber, sabotea su proyecto y la calumnia en público, con lo cual pone en
evidencia sus fallas. La joven ha sido instigada por una tía (hermana de la
madre de la paciente), una mujer vengativa, estéril, solterona y notablemente
fea, tanto como la hija que desata el escándalo. Quien en un relato se ubica en
la posición de esta paciente, y quien se coloca en el lugar de su hija (incluso
la de la tía solterona), pone en evidencia tanto la eficacia de las
identificaciones que generan rasgos de carácter cuanto la labor de una
desmentida del origen y de la castración, así como la claudicación de las
defensas y el retorno de lo sofocado, sobre todo en quien ocupa el lugar de la
madre. Ubicarse en tales lugares en un relato es propio de las caracteropatías
histéricas.
Una nueva variante en el relato revela el aporte de otras
defensas. Puede ocurrir, en efecto, que en el arruinamiento de una fiesta como
el recién descrito, por la acción de una hija fea y envidiosa, las cosas
lleguen a mayores, y el episodio acabe en una escena que tiene como
protagonista a la madre y/o la hija, y que incluye gritos descontrolados,
convulsiones que evocan las crisis epilépticas, visiones alucinatorias
aterradoras y violentas. Si quien narra la escena se ubica en esta posición,
pone en evidencia la eficacia de la desestimación (habitualmente por culpa) y
su fracaso, propia de las psicosis histéricas.
Este mismo modelo permite detectar la eficacia de la
defensa cuando prevalece el lenguaje del erotismo fálico uretral. Consideremos
una escena prototípica, como la de la rutina. En las frecuentes reuniones entre
amigos, en un espacio cerrado, algún personaje logra sustraerse de la
mediocridad competitiva y se atreve a desafiar los peligros exteriores, pese a
su angustia, la malevolencia del grupo de pares y las profecías de un augur
poderoso, dominante en el territorio. Sin embargo, cuando se halla ante la
necesidad de decidir si avanza por un territorio inexplorado, atractivo pero
enigmático, se detiene presa de angustia y desorientación, y luego huye. En
cambio, su hermano que ha acompañado sus pasos, avanza pese a su temor y se
interna en dicho espacio. Otro, que pretende emularlo, desarrolla en realidad
una oscilación entre una hipertrofia competitiva solitaria y un retorno a la
rutina, y en un cuarto, por fin, se incrementan hasta tal punto los rasgos
timoratos que solo atina a encerrarse en su cuarto, donde lee con insistencia
libros de viajes aventureros, con los cuales trata de recuperarse de la
angustia que le despiertan imágenes que lo asaltan (que poseen un alto grado de
realismo), en las cuales aparecen accidentes, casas en llamas y sobre todo
cuerpos heridos, sangrantes.
Aquellos que se ubican en la posición de quienes se
apegan o bien a la rutina o bien a una hipertrofia competitiva solitaria ponen
en evidencia una prevalencia de la desmentida (secundaria) y de las
identificaciones propias de las caracteropatías fóbicas y contrafóbicas.
Aquellos que se detienen en el avance hacia el territorio en el cual desean
penetrar, manifiestan la eficacia de la represión del deseo ambicioso y su
fracaso, mientras que en el que halla el modo de avanzar pese a la angustia se
advierten los efectos de defensas no patógenas, que dan cabida a la hostilidad
sin que se vuelva desestructurante de un proyecto ambicioso. También es notable
la figura del personaje que hace de acompañante de quien tiene la iniciativa.
Dicho personaje expresa una identificación con la posición ambiciosa ajena.
Igualmente, importa el personaje que aparece ocupando el lugar de quien
vaticina, en el cual puede desarrollarse la desmentida para sostener la propia
omnipotencia (complemento del mantenimiento en la rutina) e inclusive la
desestimación, en cuyo caso emergen profecías que se presentan como visiones
aterradoras. También en el sujeto encerrado en su cuarto se advierte la
desestimación (por culpa) de la realidad y su fracaso.
Consideremos ahora una escena prototípica del lenguaje
del erotismo sádico anal secundario, el juramento (jura de la bandera, jura al
recibir el título universitario, primera comunión, bar mitzvá). Se trata de una
ceremonia pública, que instaura un querer coincidente con un deber. En ella un
personaje conductor, que representa a la tradición societaria, demanda a un
protagonista, en el marco de un grupo de pares, que mantenga la fidelidad a
ciertos principios y que no trasgreda determinadas normas. El juramento
contiene pues un conjunto de órdenes positivas y negativas (prohibiciones), que
quien se compromete acepta cumplir. Están presentes además ciertos personajes
que podrán beneficiarse de alguna parte del juramento. Por ejemplo, algunas
jóvenes atractivas que posen un origen y un pasado algo dudosos, a las cuales
quienes juran podrían intentar rescatar de su condición. También entre quienes
juran pueden hallarse algunos que manifiestan, de palabra o de hecho, que no
están dispuestos a renunciar a ciertas prácticas que el líder les ha prohibido
en su demanda pública. Como el líder (o alguien afín a él) capta tales
intenciones impuras en algunos de los jóvenes del grupo que jura, puede ponerse
cada vez más riguroso, exigente y sádico. Suele combinar esta postura con
rasgos contrarios, centrados en la beatería, la prolijidad y el exceso de
ceremoniosidad amable hacia quienes lo rodean. En algún otro personaje el
sadismo hipercrítico, adusto y sombrío, puede exacerbarse en combinación con el
desarrollo de un mundo de creencias supersticiosas que conduce a prácticas
ritualizadas en las cuales tiene gran importancia el contacto con el espíritu
de los muertos. Dicho personaje le otorga a este mundo de ultratumba un poder
sobre la cotidianeidad en la que se halla inmerso, y cree que solo es posible
controlar las catástrofes que sobrevienen por decisión de los fenecidos,
gracias a un martirizante esfuerzo al que se somete y que impone también a los
demás. Simultáneamente, alguno de los jóvenes, que mantiene el juramento con
convicción, es asaltado por continuos pensamientos hostiles secretos, por
ejemplo respecto de una idea sexual cruel con alguna de las mujeres del grupo.
Esta idea lo hace sentir culpable y lo lleva a rituales autopunitivos.
Esta última situación corresponde al desenlace
sintomático de una neurosis obsesiva, y permite conjeturar la labor de la
represión de un deseo sádico y su fracaso. El fracaso de esta defensa se
acompaña de mecanismos complementarios, como la anulación, el aislamiento y la
formación reactiva. Si en cambio el paciente se coloca en la posición del
personaje cada vez más tiránico y cruel, y/o con una exacerbación de la
prolijidad y la amabilidad, podemos inferir la eficacia de identificaciones que
alteran el carácter, combinadas con la desmentida (por ejemplo, de la pérdida
de objeto, de la caída de la propia omnipotencia). Estos desenlaces
corresponden más bien a las caracteropatías obsesivas, mientras que en el
personaje en quien se exacerban la ritualización torturante y el nexo con los
muertos prevalece la desestimación, propia de las psicosis obsesivas. También
advertimos el valor del personaje que no admite el juramento, representante del
lenguaje de una pulsión parcial indómita. Igualmente, el personaje representado
por la mujer degradada posee el valor del componente histérico. Recordemos, en
efecto, que Freud (1909d) sostuvo que la neurosis obsesiva es un dialecto de la
histeria, y por lo tanto también el lenguaje del erotismo fálico (uretral y
sobre todo genital) tiene su espacio en el conjunto. Por fin, el personaje que
logra conciliar mandato y deseo pone en evidencia el valor de la defensa no
patógena.
Conviene hacer una primera síntesis de lo expuesto en
relación con las defensas. Es posible distinguir cuatro alternativas: la de
quien desarrolla defensas no patógenas, la de quien sufre los efectos de una
represión, la de quien padece rasgos patológicos de carácter, derivados de la
combinatoria entre identificaciones defensivas y desmentida (secundarias ambas
a la represión), y la de quien tiene momentos psicóticos determinados por una
desestimación de la realidad (a menudo por culpa), defensa que se agrega a la
ensambladura de mecanismos prexistentes. En todas las ocasiones el lenguaje del
erotismo aporta la escena, y la defensa define la posición del sujeto que narra
en ella. En la escena el paciente: 1) puede ubicarse en la línea de la
tentativa de avanzar según su deseo, 2) puede frenarse en esta tentativa o arruinarla,
3) puede hipertrofiar este avance a costa de quienes lo rodean, 4) puede
interferir el avance no solo en sí mismo (hasta el punto de no consumar acción
alguna acorde al deseo) sino en otros, 5) tanto si hay hipertrofia como si hay
interferencia contra sí mismo y contra un tercero, puede desorganizarse en un
estallido violento, delirante, y/o perdurar en un encierro solitario. La
versión inicial corresponde a la defensa no patógena, y la segunda, a la
represión (y eventualmente a su fracaso). La tercera y la cuarta son inherentes
a las caracteropatías, y la quinta, a los momentos psicóticos. Suele ocurrir
que en un mismo relato coexistan varias de estas alternativas, algunas
expuestas como anécdotas que conciernen a familiares, amigos o conocidos, y otras
en las que el paciente mismo participa. Estas últimas constituyen los
indicadores centrales en cuanto a la defensa. Las demás anécdotas o bien
resultan redundantes con las que conciernen al paciente, o bien manifiestan las
otras alternativas de posicionamiento subjetivo en las escenas, que pueden
desarrollarse si ocurre un cambio en el sistema defensivo. Este enfoque “sintáctico”
de la defensa (que toma en cuenta los avances del narrador a partir de su deseo
y las modalidades de dicho avance) puede combinarse con otro, posicional. Si el
narrador se ubica en el lugar del sujeto de un deseo, de ayudante, de modelo,
de doble o de objeto de este, su posición expresa una defensa no patógena. Pero
si se ubica como rival (derrotado), como ayudante, como doble o como modelo de
este, su posición es indicativa de la represión como defensa patógena. Podemos
expresar esta propuesta en términos de las posiciones antes descritas: M
R
(D)
A
La defensa patógena (represión) se expresa en la medida
en que el relator se ubica en el ámbito del rival derrotado. A su vez, la
desmentida (secundaria) como defensa patógena se expresa en el relato si el
narrador realiza un avance según el deseo a costa de aquellos que, siendo sus
ayudantes, deberían recibir el reconocimiento correspondiente, o si se
interfiere a sí mismo y arruina el avance de terceros. En estos casos la
defensa patógena (para la detección de una caracteropatía) se expresa como
divorcio entre la posición del sujeto y sus ayudantes, ya que el primero no reconoce
a los segundos:
S |
A |
El método hasta aquí expuesto permite distinguir 1) si
predomina o no la represión y otras defensas complementarias, más específicas,
2) si estos mecanismos son o no patógenos. Partimos del supuesto de que, si la
represión se combina con el lenguaje del erotismo fálico genital, se hallan
presentes otros mecanismos, como la condensación, la identificación, etc., y
que el carácter de estos mecanismos será normal o patógeno según sea patógena o
funcional la defensa central (represión). Tal propuesta parece pertinente
respecto de los mecanismos inherentes a los lenguajes del erotismo fálico
genital y fálico uretral, pero tiene algunas complicaciones si la aplicamos el
lenguajes del erotismo sádico anal secundario. En efecto, Liberman (1970) nos
enseñó a prestar atención al pasaje de la anulación al aislamiento en las
neurosis obsesivas, como expresión de una escalada defensiva patógena, y no
hallamos todavía un criterio para investigar este proceso con nuestro método.
Desmentida y desestimación:
hipótesis preliminares
Cuando predomina
la desmentida, la situación suele ser más compleja, con mayor número de
variables. Freud (1905d) sostuvo que cuando predomina la represión queda
sofocado un deseo perverso, correspondiente a una pulsión parcial que se
contrapone al yo oficial y que pretende una satisfacción irrestricta. En
cambio, cuando predomina la desmentida, se crea una escisión del yo (Freud,
1927e, 1940a, 1940e): por un lado este acepta una realidad objetiva y legal
displacentera y en consecuencia procura decidir y actuar acorde a ello (y no
acorde al deseo), y por otro lado rechaza el reconocimiento de los hechos y de
la ley y pretende mantener irrestricta una satisfacción pulsional.
También la
desmentida puede tener éxito o fracasar. El rechazo de una realidad
displacentera (la castración, la pérdida de objeto, la propia muerte, la caída
de la omnipotencia paterna) va acompañado de 1) una identificación con un doble
todopoderoso (o más bien va acompañado del supuesto de que el yo es un doble
idéntico de un sujeto todopoderoso) y de 2) una posición desafiante ante la
ley. El éxito de la desmentida
implica 1) poder mantener la conexión con la exterioridad en la medida en que
los demás contribuyan a apuntalar la defensa, 2) rechazar fragmentos
específicos de la realidad y la ley, 3) sostener la ilusión de omnipotencia. El
fracaso puede abarcar a alguno o varios de estos tres objetivos. Si fracasa el
primero (empleo de los demás para sostener la defensa), no por ello el
mecanismo claudica, pero se incrementa un repliegue narcisista que puede
potenciar la ilusión de omnipotencia (solitaria). También puede fracasar la
defensa en su tercer objetivo (sostener la ilusión de omnipotencia), sin que
por ello termine de claudicar. En realidad el primer objetivo (apuntalar la
defensa gracias a los demás) y el tercero (mantener la ilusión de omnipotencia)
son solidarios, se presuponen recíprocamente. En cambio, cuando fracasa la
oposición a la realidad y a la instancia paterna sobreviene el retorno de lo
desmentido.
Respecto de la
desestimación Freud solo dio algunas pocas precisiones. Por un lado sostuvo
(Freud, 1918b, 1940a, 1940e) que se opone a lo nuevo. Cuando lo nuevo es la
castración o la instancia paterna, la desestimación las rechaza a ambas. Por
otro lado, Freud (1940e) procuró distinguir entre desmentida y desestimación al
comparar fetichismo y psicosis. En el fetichismo (desmentida) la realidad (y la
ley) es solo desafiada, mientras que en la psicosis (desestimación) el
fragmento psíquico acorde con la realidad (y con la ley) no se constituye o
queda desconstituido. Así, pues, a diferencia de la desmentida, que se opone a
dichas realidades, la desestimación ataca (desinviste) al yo acorde con la
realidad (yo real definitivo) y al superyó acorde con la ley de un modo más
radical, y pretende abolirlo. Pero Freud (1940e) dio un paso adicional, cuando
afirmó que también el psicótico desmiente, y que la diferencia con el
fetichista reside en que para lograrlo apela a una alucinación. La alucinación
es generada gracias a la actividad de la desestimación, pero además queda al
servicio de la desmentida, o, dicho de otro modo, el yo desmiente apelando a un
mecanismo más radical, la desestimación, que permite que la alucinación se
despliegue y sea creída. Como la desmentida, también la desestimación puede ser
exitosa o fracasar. A diferencia de la desmentida, la desestimación no pretende
mantener un nexo con la realidad objetiva. Así que la defensa procura: 1)
oponerse a la realidad y a la ley, 2) mantener una ilusión de omnipotencia.
Puede fracasar en cuanto al segundo objetivo, pero mantenerse el primero. Si
fracasa en cuanto al logro del primer objetivo, entonces puede sobrevenir un
retorno de lo desestimado.
En cuanto a la
desestimación del afecto, puede entenderse a partir de la definición general
del mecanismo (oposición a lo nuevo). El afecto es definido por Freud (1926d)
como neoformación, como lo primero nuevo desarrollado en el yo, a partir de
procesos pulsionales y neuronales. El afecto es el primer contenido de la
conciencia originaria (Freud, 1950a) y en consecuencia es también la primera
forma de recordar (Freud, 1926d). En los hechos clínicos, podemos advertir que
esta desestimación del afecto se combina con la desmentida o la desestimación
de la realidad y de la instancia paterna, antes descriptas. Del mismo modo que
la desestimación de la realidad y de la instancia paterna está a menudo al
servicio de la desmentida, la desestimación del afecto puede estar al servicio
de las defensas antedichas. Así, pues, cuando lo nuevo es el afecto, la
desestimación que se opone a él (eliminando al sujeto del sentir) suele ser el
complemento de la desmentida o de la desestimación de la realidad y de la
instancia paterna. Esta defensa, como todas las otras, puede ser exitosa o
fracasar. Si tiene éxito, el paciente mantiene su equilibrio narcisista. En
cuanto al fracaso, puede consistir en que cae la ilusión de omnipotencia, pero
no por ello en el retorno del afecto abolido. Cuando la defensa implica también
un retorno de dicho afecto, surgen estados de dolor orgánico, de furia
incontrolable y/o de angustia automática.
Ya destacamos que
las erogeneidades sádico anal primaria, sádico oral secundaria y oral primaria
se ensamblan con la desmentida y con la desestimación de la realidad y de la
instancia paterna (respectivamente, en las estructuras narcisistas no
psicóticas y en las psicosis). Tales defensas se combinan con la identificación
con un personaje idealizado. En tales casos, aparecen también otros mecanismos
complementarios, que son comunes a las diferentes estructuras clínicas. A su
vez, el erotismo intrasomático se combina sobre todo con la desestimación del
afecto y con otros mecanismos que le hacen de complemento.
En cada una de
estas ocasiones algunos mecanismos complementarios están al servicio de la
defensa central, y le dan significatividad a cada estructura. Ya destaqué que
para dos de estos lenguajes del erotismo (sádico anal primario y sádico oral
secundario) las defensas complementarias son prácticamente las mismas, y que
las diferencias respecto del lenguaje del erotismo oral primario igualmente son
escasas (solo intervienen otros dos mecanismos, la escisión intracanal -en
lugar de la escisión del yo- y el mimetismo -como una versión algo diferente de
la introyección-, que no aparecen en los dos lenguajes del erotismo antes
citados). Para distinguir con mayor nitidez las características de las defensas
intervinientes, es conveniente prestar atención a dos aspectos. Como la defensa
(desmentida, desestimación) se opone a la realidad y a la ley, en cada ocasión
cabe preguntarse: 1) qué sector de la ley desafía y 2) de qué tipo de
representación se vale para rechazar la realidad y la ley y mantener la ilusión
de omnipotencia. Podemos discernir entonces combinaciones específicas. Cuando
predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y erogeneidad
sádico anal primaria, el sector de la ley desafiado tiene que ver con el
imperativo categórico que reclama equidad, y la representación a la que se
recurre para oponerse a la realidad y mantener la ilusión de omnipotencia es
una imagen especular. Cuando predomina la combinación entre desmentida (o
desestimación) y erogeneidad sádico oral secundaria, la ley desafiada es la que
determina que no es posible imponer al otro un estado afectivo, y la
representación a la que el yo apela es la sombra (ligada a la expresión de los
sentimientos). Cuando predomina la combinación entre desmentida (o
desestimación) y erogeneidad oral primaria, la ley desafiada es la que impone
que la abstracción del pensamiento debe atender a las realidades concretas, y
la representación usada para la defensa es el espíritu o alma inmortal. Por
fin, cuando predomina la combinación entre desmentida (o desestimación) y
erogeneidad intrasomática la ley desafiada es la que impide realizar
intrusiones orgánicas o especular económicamente a costa del otro, y la
representación empleada es el número o la placenta. En todos los casos la
representación empleada para rechazar la realidad y la ley y mantener la
ilusión de omnipotencia es un doble, que en cada ocasión tiene rasgos
diferenciales: imagen especular, sombra, espíritu, placenta (número). El
análisis en el nivel del relato como expresión de la erogeneidad permite
detectar el tipo de legalidad desafiada y el tipo de doble al que se recurre al
servicio de la defensa (Ver Cuadro VI).
Cuadro VI
Erogeneidad |
A1 |
O2 |
O1 |
LI |
Realidad legal cuestionada o abolida |
No abusarse del otro |
No imponer afectos al otro |
No alejar en exceso el pensamiento de la realidad concreta |
No realizar intrusiones orgánicas, o económicas en otros |
Doble empleado al servicio de la defensa |
Imagen especular |
Sombra |
Espíritu |
Número (placenta) |
Cuando la
desmentida se combina con el lenguaje del erotismo sádico anal primario (es
decir, la situación más simple), quedan localizados en el mundo, por
proyección, 1) un fragmento acorde con la realidad y la ley (expresado como
lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral y/o fálico
genital), 2) un fragmento anímico psicótico, en el que predomina la
desestimación, y 3) un fragmento tóxico, representado por el lenguaje del
erotismo intrasomático. En cambio, si la desmentida se combina con el lenguaje
del erotismo sádico oral secundario, oral primario o intrasomático, es
necesario detectar además dónde queda localizado el representante psíquico del
afán vindicatorio (lenguaje del erotismo sádico anal primario) del propio
sujeto, que suele ser un factor desorganizador del conjunto. También es
necesario averiguar en todas las ocasiones en qué posición se hallan los
representantes psíquicos de los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico
uretral y sádico anal secundario, ya que el valor que tienen dichos fragmentos
permite decidir si la defensa es normal o patógena. En efecto, dichos
fragmentos psíquicos son representantes anímicos de la realidad (a la cual solo
deforman por la fantasía) y de la ley, y la desmentida es normal si en última
instancia todo es visto desde la perspectiva de tales lenguajes del erotismo
(acompañados a su vez de defensas no patógenas). En cambio, la desmentida es
patógena si se desarrolla a costa de dichos fragmentos; por ejemplo, que
alguien sacrifique su deseo ambicioso y se precipite en la rutina. También es
necesario detectar en estos casos en qué lugar se ubican en los relatos los
fragmentos psíquicos que desconsideran más radicalmente la realidad y la ley,
como ocurre en las psicosis. En efecto, en los casos en que predomina la
desmentida patógena, la desestimación se encuentra presente en el horizonte de
riesgo, regresivo. También es conveniente detectar cuál es el lugar que tienen
los componentes tóxicos (lenguaje del erotismo intrasomático), ya que el
predominio de la desmentida con un repliegue narcisista suele implicar un
riegos de estasis pulsional. Más allá de estas consideraciones, la desmentida
presupone un posicionamiento para el relator: el de doble de un sujeto y el de
quien a su vez recurre a ayudantes (a los que desconoce en su valor) para
sostener su ilusión de omnipotencia. En términos de las posiciones antes
descritas prestamos atención a estos aspectos:
S (D). La posición del relator es la del doble del sujeto
A
Otro aspecto que
merece ser considerado es que quien opera como doble de un sujeto idealizado
puede recurrir a un discurso de fachada, encubridor de sus propias metas
defensivas, y que entonces su presentación tenga la apariencia propia de las
escenas de los relatos de lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral
o sádico anal secundario. Cuando nos hallamos ante estas presentaciones, que
pueden resultar desconcertantes para un terapeuta, considero que conviene tomar
en cuenta las escenas desplegadas en la sesión misma, ya que si prevalece la
desmentida (exitosa), el paciente suele trastocar las metas del tratamiento y
apuntar a la búsqueda de otros objetivos sin explicitarlo.
Un nuevo problema
se presenta si tomamos en cuenta las situaciones clínicas de pacientes en
quienes ha fracasado la defensa en cuanto a mantener la ilusión de
omnipotencia, pero que se esfuerzan por soslayar el retorno de lo desmentido.
Pueden aparecer entonces mecanismos complementarios que pretenden reforzar la
labor de la desmentida y se oponen a la reconexión con la realidad y la ley.
Estos mecanismos complementarios que refuerzan la desmentida se asemejan a
aquellos que complementan la represión, como la inhibición, la formación
reactiva, la anulación o el aislamiento. Pero están al servicio de la tentativa
de sofocar no tanto un deseo sino la reconexión con la realidad. Pueden
aparecer entonces expresiones de los lenguajes del erotismo fálico uretral o
sádico anal secundario, al servicio de una meta diversa, como la inherente al
lenguaje del erotismo oral primario, por ejemplo.
Igual complejidad
se presenta cuando pretendemos detectar en un relato los dinamismos psíquicos
inherentes a la desestimación de la realidad y de la instancia paterna. También
en estos casos es necesario investigar qué valor tiene el lenguaje del erotismo
sádico anal primario en el conjunto, qué significatividad poseen los lenguajes
del erotismo que son representantes del nexo con la realidad y con la ley,
dónde queda localizado el sujeto que desmiente. Los sectores por analizar son
en este caso los mismos que cuando estudiamos la desmentida, pero la posición
del paciente en el relato cambia, ya que quien desestima se supone al servicio
de la desmentida de un yo ajeno y hostil, que mantiene la omnipotencia a su
costa. Su posición en el relato no es la de doble de un sujeto sino la de
ayudante (A), desconocido en su valor por aquel.
Es algo más
complejo el despliegue de escenas cuando el mecanismo dominante es la
desestimación del afecto. A lo ya expuesto se le agrega el ataque al sentir, y
en ese caso la desestimación de la realidad y de la instancia paterna y/o la
desmentida pueden hallarse localizadas en sujetos poderosos de los cuales el
relator depende. Cuando la desestimación del afecto se combina con la
desmentida de la realidad y de la instancia paterna, las manifestaciones
tóxicas (consumo de drogas o alcohol, episodios de anorexia o bulimia,
trastornos psicosomáticos) son transitorias; si se combina con la desestimación
de la realidad y de la instancia paterna, la alteración orgánica se vuelve
duradera.
Desmentida y desestimación:
expresiones en el relato
Consideremos pues
más detenidamente en el relato la forma en que se expresan defensas como la
desmentida y la desestimación, prevalentes en las caracteropatías narcisistas,
las psicosis y las afecciones tóxicas y traumáticas, y que se combinan con las
erogeneidades sádico anal primaria, sádico oral secundaria, oral primaria e
intrasomática.
Respecto del lenguaje sádico anal primario podemos
considerar una escena prototípica en que se da la coexistencia de varios
personajes: la de la lucha vindicatoria de un héroe frente a un rival más
poderoso e injusto. En esta lucha tiene importancia el debilitamiento de dicho
rival, al restarle colaboradores, sea por atraerlos al propio bando, sea por
neutralizarlos o destruirlos. A su vez, el protagonista posee un guía que
influye en el diseño de la estrategia y lo sostiene en los momentos de
desaliento. También cuenta con amigos fieles, casi pares, que lo reconocen como
líder en la gesta. El grupo rival posee una estructura simétrica: tiene un
adalid, sus allegados cercanos, sus colaboradores y un orientador global. Por
otra parte, hallamos un mundo diferente, caracterizado por el apego a otros
proyectos, no centrados en la venganza sino en la belleza, la dignidad o el
respeto del orden y la tradición. En dicho mundo queda expresada una corriente
psíquica diversa (centrada en un andamiaje defensivo de un orden diferente),
que no hace de centro del conjunto. Un paciente puede ubicarse en alguno de
estos múltiples lugares. En el relato puede aparecer como un colaborador
cercano de un héroe que recibe desde este un cierto grado de reconocimiento,
con lo cual se mitigan sus sentimientos de humillación, vergüenza y envidia.
También puede ubicarse como héroe de la gesta, o como un ayudante. Esta última
posición tiene dos variantes, que pueden o no conjugarse: o bien el narrador se
supone víctima del abuso por parte de un líder injusto, que obtiene la
omnipotencia a su costa, o bien el narrador se supone un mero instrumento de la
gesta del otro, de quien no recibe reconocimiento alguno, sino que por el
contrario lo abandona a la agresión proveniente del grupo hostil, que lo trata
con violencia. Estas últimas posiciones se presentan cuando en el paciente se
desarrolla una defensa psicótica, como la desestimación. En cambio, cuando
prevalece la desmentida, el paciente se ubica como allegado, como doble del
héroe, con cuyos atributos se inviste a la espera de algún grado de
reconocimiento por parte de este (y no tanto del guía del protagonista de la
gesta). El hecho de colocarse como el héroe mismo puede evidenciar que
predomina una defensa no patógena, y lo mismo ocurre si el paciente se coloca
como el orientador del conjunto. Pero además tiene valor en el relato el lugar
dado a aquellos personajes que representan un mundo diverso (caracterizado por
ideales como la belleza, la dignidad o el orden), es decir el lugar otorgado a
quienes respetan la ley. Si en el relato quien narra utiliza a tales personajes
solo como ayudantes para acceder a la meta vindicatoria, se disfraza con la
apariencia de ellos, o los toma como ayudantes del grupo hostil (y en
consecuencia como destinatarios de actos humillantes y vengativos), entonces
las defensas prevalentes son la desmentida o la desestimación. En cambio, si el
punto de vista de tales personajes constituye el centro desde el cual parte la
propuesta justicieras contra terceros, entonces nos hallamos en el terreno de
las defensas no patógenas.
Así, pues, en relación con el lenguaje del erotismo
sádico anal primario conjugamos dos perspectivas en cuanto al relato. La
posición del narrador se define en relación con su lugar en el marco de la
gesta vindicatoria, pero también en relación con el sector que el relator le da
a quien representa a la realidad y la ley. La situación más difícil de asir es
la que concierne a la desmentida patógena y su diferencia con la defensa
funcional. Tal diferencia separa a quien desafía una ley específica, fáctica,
por injusta, pero acata la ley global (que prohibe el abuso del poder e impone
el respeto recíproco), de quien desafía esta propuesta general. Mientras el
primero tiene iniciativas que concitan la adhesión de otros, el segundo solo
logra una identificación precaria, de carácter transitorio, con aquel, como
modo de preservarse de los estallidos de vergüenza y humillación. La posición
de quien tiene esta identificación precaria con un héroe no se distingue tan
fácilmente, como ya decíamos, de la posición de quien, en el fondo, posee un
ideal y se atiene a él. Considero que en este punto la clave para captar las
diferencias, y consiguientemente inferir la defensa dominante, la hallamos en
el trato dado a esos otros personajes que se rigen por ideales como la belleza,
la dignidad o el orden, y que representan al propio sector anímico acorde con
la ley genérica. La desmentida patógena se manifiesta como abuso, maltrato y
desconsideración de dichos personajes por parte del relator, mientras que la
desmentida funcional se evidencia como respeto y enlace amoroso y/o solidario
con ellos. En estos relatos importa también un tipo de prueba para el que ocupa
al lugar de líder, ya que puede darse una pugna entre el abuso del poder y el
respeto de la ley, con escenas que ponen en evidencia que ambos sectores tienen
vigencia, como representantes de la defensa normal y la patógena,
frecuentemente coexistentes.
Me he extendido en este análisis porque resulta posible
aplicarlo también al estudio de las posiciones (y consiguientemente las
defensas) en los lenguajes del erotismo sádico oral secundario, oral primario e
intrasomático. En el lenguaje del erotismo sádico oral secundario una escena
prototípica, que puede servir de ejemplo, es la del sacrificio. En esta, un
personaje renuncia a su egoísmo y entrega altruistamente su tiempo y sus bienes
a otros personajes, carenciados y desvalidos, que no pueden retribuir lo
recibido. Suele tener como referente a otro personaje (caracterizado como
prototipo para quienes realizan acciones humanitarias en bien de los
desposeídos) que constituye su ideal, y puede obtener alguna satisfacción por
ubicarse en una línea de identificación con este y sus proyectos. Otros
protagonistas, en cambio, ceden inútilmente sus posesiones a personajes de dos
tipos. Unos son fracasados, que reclaman incesantemente una limosna compasiva
del interlocutor. Los otros son personajes codiciosos y vengativos. Al ceder
sus posesiones quienes lo hacen esperan de los receptores amor y
reconocimiento, pero en lugar de ello se encuentran con la permanente voracidad
sin retribución en unos, y con una práctica usurpatoria, envidiosa,
desagradecida y sorpresiva, en los otros. El fracaso de los esfuerzos
sacrificiales deja a los dadores a merced de personajes hipercríticos,
denigrantes y burlones. Un tipo diferente de personaje se ubica como el que
constituye una carga para los demás, como destinatario del sacrificio. Gracias
a dicho personaje otros pueden tratar de recuperar la autoestima. Como en las
escenas del lenguaje del erotismo sádico anal primario, importa el lugar que
ocupan personajes en los que predominan ideales ligados a la belleza, la
dignidad y el orden.
Quien en el relato se ubica en la posición del personaje
que articula el sacrificio con proyectos sociales y con ideales globales
evidencia la eficacia de una defensa no patógena. En cambio, quien en el relato
se coloca en el lugar del personaje que cede inútilmente sus posesiones en la
búsqueda de un reconocimiento inmediato que le aumente la autoestima, sufre los
efectos de una desmentida patógena, como ocurre en las caracteropatías
depresivas. A su vez, quien en el relato se ubica como inútil manifiesta el
efecto de la desestimación, como acontece en las estructuras que van de la
manía a la melancolía. En cuanto al personaje envidioso y vengativo, en él
queda localizado el fragmento del lenguaje del erotismo sádico anal primario
del cual el lenguaje del erotismo sádico oral secundario suele ser una
desfiguración defensiva. Sin embargo, este lenguaje del erotismo sádico anal
primario hace de argumento que malogra sistemáticamente los esfuerzos sacrificiales
realizados por el personaje que desmiente y que procura así obtener un
reconocimiento siempre denegado. También resulta definitorio, para inferir el
lugar del narrador y la correspondiente defensa, cuál es el valor y el destino
dados a un fragmento anímico localizado en personajes en los que predominan la
belleza, la dignidad y el respeto del orden. La desmentida y la desestimación
patógenas conducen a localizar allí los sectores que sufren un ataque por ser
representantes de la realidad y la ley, o los emplean como disfraz, al servicio
de sus propios intereses, mientras que la defensa funcional se expresa como
reconocimiento de la importancia de este sector como orientador de los
proyectos globales.
Consideremos ahora una escena característica del lenguaje
del erotismo oral primario, la del acceso cognitivo a una fórmula abstracta.
Este tiene el carácter de una revelación, realizada por un proceso de ascesis,
de despojamiento previo de las limitaciones al pensar derivadas de la tradición
o de la falencia de los recursos disponibles para alcanzar el núcleo de la
verdad. En este acceso a la revelación algún personaje opera como instrumento,
como medio o como objeto de extracción de una esencia, otro opera como el
protagonista de esta aventura cognitiva abstracta, mientras que un tercero
pretende plagiar a quien dispone de la clave. Otro, por fin, puede operar como
maestro, como referente y como ideal, que reconoce a quien accedió a la
revelación. También importan el valor y la eficacia de un personaje violento,
que dispone del poder material, vuelto contra el sujeto de la epopeya
cognitiva. En la escena en que alguien pretende acceder a la clave, a una
solución, puede ocurrir que un objeto sufra la extracción de una esencia por
parte de un personaje omnipotente. Entonces puede desplegarse entre los
contendientes una lucha en que cada uno pretende penetrar cognitivamente al
otro y detectar la clave de la lógica que rige ese pensamiento ajeno. Por lo
tanto, ambos desarrollan presentaciones ficticias, en la tentativa de mostrar
una fachada para que el otro exponga su lógica y quede atrapado cognitivamente
por el poder del intelecto de su contendiente. Igualmente, es necesario
interrogarse por el lugar dado a otros personajes, cuyas acciones se rigen por
la aspiración a la realización estética, a la dignidad, al respeto del orden.
Como en las otras escenas recién consideradas, el personaje violento e injusto
representa al lenguaje del erotismo sádico anal primario, del cual el que
describo ahora (lenguaje del erotismo oral primario) es una trasformación
regresiva. Los personajes con aspiraciones de otro tipo, antes mencionados, son
representantes de los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico uretral o
sádico anal secundario, que pueden ponerse del lado del reconocimiento de la
realidad y de la ley, aunque también pueden quedar subordinados a los otros dos
lenguajes del erotismo (oral primario o sádico anal primario) y ser usados como
instrumentos o como disfraz. Pero la posición nuclear del narrador se juega en
alguno de los otros lugares. Puede colocarse como instrumento para que otro
acceda a una revelación, que luego de ser empleado carece ya de valor, o como
un objeto del cual extraer la clave abstracta, después de lo cual es desechado
como un despojo ya inservible. Tal es la posición en que se ubica un paciente
esquizofrénico, en quien se desarrolla la desestimación. También puede ocurrir
que el relator se ubique como sujeto de esta epopeya cognitiva, en la cual
alcanza un descubrimiento renovador. En este caso nos hallamos ante los efectos
de defensas no patógenas. Algo similar ocurre si el relator se coloca en el
lugar del modelo que reconoce el valor del hallazgo ajeno. En cambio, si el
narrador se ubica como plagiario envidioso del saber ajeno, prevalece la
desmentida en tanto defensa patógena, como es inherente a las caracteropatías
esquizoides. En estas situaciones cambia el lugar dado a los personajes que
aspiran a la realización estética, a la dignidad, al orden. Pueden ser
empleados como instrumentos, de cuya ingenuidad el relator abusa (cuando
prevalece la desmentida), o como fragmentos atacados sin empatía, para utilizar
sus despojos al servicio de una simulación vacía, en el caso de la psicosis. Si
tienen el valor de punto de partida, de argumento central para el desarrollo de
la aventura cognitiva nos hallamos en el terreno de las defensas no patógenas.
También importan las transacciones que es posible realizar, según prevalezca
una u otra defensa, con los personajes que operan como dueños del poder
político (lenguaje del erotismo sádico anal primario): el narrador puede
describirse como doblegado y enmudecido, cuando prevalece la desestimación,
como quien simula y maltrata a terceros, cuando predomina la desmentida, o como
quien se le opone, con un desplazamiento del centro de la lucha hacia el
terreno intelectual, cuando tiene hegemonía una defensa funcional.
Consideremos, por fin lo que ocurre con las defensas
acompañantes del lenguaje del erotismo intrasomático. Una escena prototípica
puede ser la de la inversión inmobiliaria en un barrio. Algunos operan
exitosamente, con un marco legal, y obtienen dividendos que multiplican sus
bienes. Otros, en cambio, descubren tardíamente que han malvendido sus tierras,
que en tanto han aumentado enormemente su valor, y ocupan sus horas en
realizar cálculos obsesionados del
dinero que algún empresario ha ganado al defraudarlos. Al mismo tiempo, se
preocupan por el aumento de la presión arterial o el mal funcionamiento
gástrico o renal, o aumentan el consumo de tabaco, pese al alerta de los
médicos. Un tercer personaje intenta obtener migajas de las ganancias de las
inversiones ajenas intentando especulaciones riesgosas que finalmente dejan
magros dividendos, mientras que algún otro tiene la función de aprobar los
logros económicos de los empresarios. Como en las otras escenas, importa
también en esta el lugar dado a un personaje poderoso y violento, injusto, y a
otros personajes que realizan proyectos a partir de ideales como la belleza, la
dignidad o el respeto del orden, que pueden ser empleados como instrumento o
como disfraz.
La desestimación del afecto se da entre quienes en el
relato hacen cuentas envidiosos de las ganancias ajenas a costa de sus
pérdidas. En ellos prevalecen los procesos tóxicos (psicosomáticos, adictivos),
mientras que otros, colocados en la posición de los especuladores exitosos,
desarrollan defensas funcionales, del mismo modo que quienes operan como jueces
que opinan sobre los logros de los héroes de esta aventura económica. En cuanto
a los que procuran obtener migajas de los dividendos ajenos, en ellos prevalece
la desmentida como defensa patógena. En tal caso pueden intentar aprovecharse
de personajes ingenuos, en quienes prevalecen otros ideales, diferentes de la
ganancia. La escena prototípica recién analizada puede ser sustituida por otra,
en la cual los bienes materiales son sustituidos por los cuerpos humanos, y la
ganancia puede ser de placer, y no de dinero.
Es hora de
sintetizar la presentación de esta segunda parte del enfoque de la eficacia de
las defensas en la determinación de la posición del relator en una escena,
cuando prevalecen los lenguajes del erotismo sádico anal primario, sádico oral
secundario, oral primario e intrasomático. La defensa funcional se presenta cuando
se dan transacciones exitosas entre la moción pulsional y el reconocimiento de
la realidad y de la ley, mientras que las caracteropatías narcisistas
(pacientes trasgresores, depresivos, esquizoides, sobreadaptados), en las que
predomina la desmentida, se advierte cuando el narrador se coloca en el relato
en la posición de quien pretende homologarse (como doble) infructuosamente con
quien tiene los logros antes mencionados. En cambio, en las psicosis, cuando
prevalece la desestimación, el paciente se ubica en el relato como ayudante de
un sujeto hostil, de alguien que mantiene la omnipotencia a su costa. Algo
similar ocurre en las patologías tóxicas.
En su conjunto,
este sector del instrumento para detectar las defensas en estructuras
narcisistas y otras afines resulta bastante rendidor. Nos sirve para detectar
1) cuál es el mecanismos central y cuáles los complementarios, 2) si son
normales o patógenos. En este sentido, nos deja menos problemas pendientes que
el instrumento diseñado para analizar las defensas complementarias de la
represión. Hemos debido realizar un mayor esfuerzo argumentativo previo para
exponer el sector específico del método empleado para la detección de las
defensas narcisistas, pero obtuvimos resultados más precisos. El esfuerzo, pues,
valió la pena. Así que es hora de considerar otras cuestiones ligadas con la
investigación de la defensa.
Detección del éxito o
fracaso de la defensa patógena
La descripción
precedente permite que mediante el análisis sistemático del relato, y en
particular de la posición de su narrador, infiramos 1) la defensa central
específica y las complementarias en juego en cada ocasión y 2) si estas
defensas son normales o patógenas. Pero el instrumento expuesto hasta aquí no
puede responder a otra pregunta, igualmente importante. En efecto, una defensa
patógena puede presentarse en dos estados: ser exitosa o fracasar, y el
instrumento desarrollado hasta aquí no se ha mostrado aún sensible para
responder a esta otra cuestión. Así, pues, no sabemos si la defensa patógena ha
sido exitosa y se mantiene el repliegue libidinal o si retornó lo sofocado (por
el fracaso de la defensa). Tampoco sabemos si, en caso de mantenerse la
defensa, en el paciente este repliegue ha tenido éxito como refugio narcisista
ante (o como rechazo) de la realidad. En efecto, ya destaqué al comienzo que la
defensa posee dos metas: 1) mantener una ilusoria integridad yoica, sostener el
sentimiento de sí, 2) oponerse a alguno de los amos del yo (realidad, pulsión,
superyó). Esta segunda meta, en el fondo, constituye un medio para alcanzar la
primera. En consecuencia, podemos preguntarnos por el éxito o el fracaso de la
defensa siguiendo dos orientaciones: 1) si logra o no su meta ligada al
narcisismo, 2) si logra o no mantener sofocados a los representantes anímicos
de ese amo al que se opone. Cuando la defensa no logra alcanzar la segunda
meta, nos hallamos ante el retorno de lo sofocado (de lo reprimido, de lo
desmentido, de lo desestimado). Cuando la defensa no logra alcanzar la primera
meta nos hallamos ante estados afectivos displacenteros, pero no necesariamente
ante un retorno de lo sofocado. En este marco podemos discernir una situación
más compleja: la defensa ha fracasado en cuanto a su meta originaria (mantener
el sentimiento de sí), pero se mantiene en su otra meta, con lo cual no se
produce un retorno de lo sofocado. Clínicamente se suelen desarrollar entonces
condiciones tóxicas (estasis pulsionales), transitorias o duraderas, que pueden
o no manifestarse de un modo sintomático. No suele ocurrir la situación
inversa: que la defensa fracase en cuanto a la tentativa de sofocación (de un
deseo, de la realidad, de la instancia paterna, del afecto), pero que tenga
éxito en cuanto a mantener el equilibrio narcisista. Si fracasa en esa meta consistente
en oponerse a uno de los amos del yo, fracasa al mismo tiempo en su meta ligada
al narcisismo; pero no a la inversa, según lo acabo de exponer. Ello no implica
necesariamente que si retorna lo sofocado aparezca un afecto displacentero,
porque pueden erigirse otras defensas, psíquicamente más costosas, para no
llegar a este desenlace. Pero esta complejidad conduce a encarar ya las
combinatorias entre las defensas, y en el fondo no agrega un nuevo interrogante
a los dos ya mencionados, referidos al éxito o fracaso de la defensa.
Cuando la defensa
fracasa en un sentido (porque aparecen afectos displacenteros) pero no en el
otro (porque no retorna lo reprimido, lo desmentido o lo desestimado), teórica
y clínicamente la situación es compleja tanto de entender cuanto de abordar.
Pero no es tan compleja la forma de detectar la situación en el relato del
paciente. En efecto, en este prevalecen de modo insistente las referencias a
estados con un desenlace disfórico, por sobre las alusiones a escenas, y la misma
sesión se trasforma en un despliegue de un estado, sin que se logren consumar
acciones (decisiones, comprensión de algo, narración de hechos, establecimiento
de nexos lógicos) que impliquen un compromiso para el hablante. Es más difícil
definir, en cambio, en términos del relato, cómo se presenta el fracaso de la
defensa entendida como retorno de lo sofocado. Para ello parece oportuno
discriminar entre los diferentes tipos de retorno: de lo reprimido, de lo
desmentido, de lo desestimado (realidad, superyó, afecto). El retorno de lo
reprimido se evidencia en el relato como escenas en que la tentativa de
consumación del deseo culmina en fracaso por factores internos. Si la represión
aparece como interferencia en el pasaje desde el despertar del deseo a la tentativa
de consumarlo, el retorno de lo reprimido aparece también en el arruinamiento del acto consumatorio
mismo.
Algo diferente ocurre con la desmentida, que es, quizá,
la defensa cuyo éxito o fracaso (acompañado del retorno de lo desmentido)
resulta más difícil de asir metodológicamente. La desmentida aspira a: 1)
mantener el equilibrio narcisista, 2) oponerse a la realidad y la ley, 3)
mantener la conexión en el mundo, que queda al servicio del sostenimiento de la
defensa. Puede ser que la defensa fracase en cuanto al primer y/o al tercer
objetivo, pero no en cuanto al segundo. De hecho, parecería que la posibilidad
de utilizar a los demás es un medio básico para sostener la ilusión de
omnipotencia. Ya me referí antes, además, a que el éxito en recurrir a los
otros al servicio de la defensa central puede presentarse como empleo (disfraz)
de otro lenguaje del erotismo, sobre todo el fálico genital, el fálico uretral
o el sádico anal secundario. Para detectar el fracaso en cuanto al primer
objetivo (mantener la ilusión de omnipotencia), propuse poco más arriba prestar
atención a las referencias a estados. El fracaso en cuanto al tercer objetivo
conduce al incremento del repliegue libidinal narcisista, pero ello no implica
que haya un fracaso en alcanzar el segundo objetivo. En cambio, el fracaso en
alcanzar este segundo objetivo conduce al retorno de lo desmentido. Este
retorno se presenta como reconexión con los representantes anímicos de la
realidad y la ley, al menos cuando predomina el lenguaje del erotismo sádico
anal primario. Pero la situación es más compleja cuando la desmentida se
ensambla con el lenguaje del erotismo sádico oral secundario. En tal caso, la
caída de la ilusión sacrificial se combina con el discernimiento de que el
destinatario del sacrificio es un sujeto desagradecido, envidioso y vengativo.
Así que el retorno de lo desmentido implica no solo la remergencia de una
realidad y una ley rechazadas (por ejemplo, la realidad de la pérdida de un
objeto y la ley de que el afecto no puede imponerse) sino también el
develamiento del componente sádico anal primario contenido en el destinatario
del sacrificio. Respecto del lenguaje del erotismo oral primario también
hallamos que el retorno de lo desmentido tiene un carácter múltiple:
remergencia de los representantes psíquicos de la realidad y de la ley, pero
también del componente vengativo, inherente al lenguaje del erotismo sádico
anal primario, proveniente desde un personaje ajeno y hostil contra el
paciente. Otro tanto podemos decir respecto de lo que retorna cuando la
desmentida se combina con el lenguaje del erotismo intrasomático.
Lo diferente, en
cada uno de estos casos no se halla tanto en las características de la realidad
rechazada, ni en el componente sádico anal primario vuelto en contra, ni en el
lenguaje del erotismo sádico anal secundario, fálico uretral o fálico genital,
que resurgen, cuanto en otros dos rasgos: 1) el del doble empleado para
defenderse, que cambia de signo, y 2) el del componente legal que en su momento
fue desafiado y cuestionado y ahora impone su poder. El retorno de lo
desmentido en el terreno legal es doble: por un lado, como inversión
activo-pasivo (es cuyo caso el relator pasa a sufrir lo que hasta entonces
ejecutó), y por otro lado, como restablecimiento de ciertos principios que
regulan las relaciones intersubjetivas. A menudo el paciente procura trampear y
disimular este segundo sector del retorno de lo desmentido (restablecimiento de
principios legales) homologándolo al primero (no hay principios generales sino
relaciones activo-pasivas en los vínculos sadomasoquistas); pero de hecho se
trata de dos modos diversos del retorno de lo desmentido. En un caso, retorna
la equidad que había sido burlada (lenguaje del erotismo sádico anal primario),
en otro, la ley de que no es posible imponer sentimientos (lenguaje del
erotismo sádico oral secundario), en otro, la ley que prohíbe plagiar ideas
geniales o alejar excesivamente el pensamiento de los hechos concretos
(lenguaje del erotismo oral primario), y en otro, por fin, la ley que impide
abusarse económica u orgánicamente del prójimo (lenguaje del erotismo
intrasomático). Se trata en verdad del restablecimiento del componente legal
específico, hasta entonces desafiado, burlado. En cuanto al otro tipo de
retorno de lo desmentido, implica más bien que se pasa a sufrir lo que hasta
entonces se ejecutó. El primer tipo de retorno de lo desmentida es expresión
del levantamiento (parcial) de la defensa; el segundo, en cambio, es indicio
solo de su fracaso transitorio.
En cuanto al otro
fragmento del retorno de lo desmentido (la remergencia de una realidad cuya
existencia se pretende rechazar), no tiene un carácter diferencial por lenguaje
del erotismo. Lo que retorna como realidad antes rechazada puede ser la
castración, la pérdida de objeto, la caída de la omnipotencia materna o
paterna, el origen, la propia muerte futura, y algunas más. Sí tiene un
carácter diferencial, en cambio, el tipo de doble al que se apeló para
desmentir: una imagen especular, un número (sosías orgánico). El doble usado
para desmentir cambia de signo con el fracaso de la defensa y se trasforma en
ominoso anunciador del retorno de la realidad sofocada (Freud, 1919h), como en
el retrato de Dorian Gray. Entonces la realidad retorna desde este doble cambiado
de signo. También existe otra alternativa: que el retorno de la realidad
desmentida no derive de que haya fracasado la defensa sino de que esta haya
sido removida y superada, sustituida por otra más benigna. Entonces la
emergencia de la realidad se presenta como prevalencia de un lenguaje del
erotismo sádico anal secundario, fálico uretral o fálico genital.
Así, pues,
retorno de lo desmentido implica cuatro cosas: 1) aparición de afectos
displacenteros, 2) retorno de la ley (en su versión sádica), 3) cambio de signo
en el doble, 4) prevalencia de un lenguaje del erotismo sádico anal secundario,
fálico uretral o fálico genital, en versiones no patógenas (en cuyo caso la
realidad y la ley retornan como reinstauración de principios universales que
rigen los vínculos intersubjetivos). La primera alternativa corresponde al
fracaso de la desmentida en la tentativa de mantener el equilibro narcisista,
la segunda y la tercera, al fracaso de la defensa en la oposición a la realidad
y la ley, y la cuarta, a la remoción de la defensa y su sustitución por otra,
más benigna. Ahora nos interesa sobre todo investigar cómo se presenta, en el
plano del relato, el fracaso de la desmentida en la segunda y tercera
alternativas. En el relato, la segunda alternativa es detectable porque el
relator se ubica como víctima de injusticias (lenguaje del erotismo sádico anal
primario), como carga para los demás (lenguaje del erotismo sádico oral
secundario), como objeto o instrumento para que otro obtenga una conclusión
(lenguaje del erotismo oral primario), o como objeto de exacción económica u
orgánica (lenguaje del erotismo intrasomático). Esta posición para el narrador
asemeja mucho a su relato con el que describo para la psicosis, y, en efecto,
se trata de un momento (transitorio) de prevalencia de la desestimación ante el
fracaso de la desmentida. En cuanto a la tercera alternativa (doble cambiado de
signo), suele ensamblarse con la precedente, en el sentido de que el ejecutor
de este retorno de lo desmentido es un sosías que le arruina la imagen
especular al relator (lenguaje del erotismo sádico anal primario), perturba el
recurso a la expresión de estados afectivos como modo de chantaje emocional
(lenguaje del erotismo sádico oral secundario), vuelve contra él el empleo de
la abstracción de la realidad como forma de evadirse de las situaciones
concretas (lenguaje del erotismo oral primario), y arruina el refugio en las
cuentas y las descargas orgánicas (lenguaje del erotismo intrasomático). En
lugar de poder ser activo en cualquiera de estas posiciones en que antes el yo
recurría al doble, ahora sufre pasivamente ante este. En el relato, el retorno
de lo desmentido se presenta como una secuencia narrativa de carácter
disfórico. También esta tercera alternativa se expresa, pues, de un modo
similar a la que se desarrolla cuando predomina la desestimación, la cual, en
los hechos, se presenta de un modo transitorio con el retorno de la realidad
desmentida ante el fracaso de la defensa patógena.
Con todo, vale la
pena destacar que a veces los lenguajes del erotismo fálico genital, fálico
uretral y sádico anal secundario pueden operar sea al servicio de mantener un
contacto con la realidad al servicio de la desmentida, sea al servicio de la
conservación del repliegue narcisista sin conexión con el mundo. Es notable que
a menudo el repliegue narcisista se acompañe de una presentación fenoménica en
que tienen importancia el lenguaje del erotismo fálico uretral en una versión
disfórica, y que el mantenimiento exitoso del nexo con el mundo al servicio de
la defensa se acompañe de la prevalencia del lenguaje del erotismo fálico
genital o fálico uretral en una versión eufórica. En cambio, el lenguaje del
erotismo sádico anal secundario puede estar al servicio de una u otra forma de
funcionamiento de la defensa.
Igualmente
compleja es la investigación del fracaso de la desestimación, en la cual
también advertimos las dos metas antedichas del empleo de la defensa (oponerse
a la realidad y a la ley, mantener el equilibrio narcisista). Es tanto más importante
la investigación en relación con esta defensa, ya que hallamos con cierta
frecuencia pacientes en retracción narcisista vuelta tóxica, con fuertes
sentimientos displacenteros, y que sin embargo no pasan al proceso restitutivo,
a la reconexión con el mundo. El predominio del repliegue narcisista
displacentero se advierte, en el relato, como un duradero apego al énfasis en
los estados, y no en las acciones, realizadas o recibidas. En cuanto a la
reconexión libidinal con el mundo (restitución), en el nivel del relato
retornan una función paterna y un doble poderoso vuelto en contra, y junto con
ello el sentimiento de injusticia impotente, expresado en algunas escenas que
pueden llegar a desplegarlo. Además, en los lenguajes del erotismo sádico oral
secundario y oral primario, el retorno de lo desestimado se presenta como
escenas en que el relator se declara abiertamente y se ofrece como ayudante
(víctima o instrumento) para que otro alcance su sentimiento de omnipotencia.
En cuanto al retorno de lo desestimado combinado con el lenguaje del erotismo
intrasomático, se expresa como escenas de invasión por estados de dolor
orgánico o de crisis de angustia automática carente de contenido psíquico.
Así, pues, hemos intentado describir en términos del
relato, cómo se detecta no tanto la defensa sino su estado, sobre todo si esta
fracasa en su función. Advertimos que no es posible dar una respuesta unitaria:
una cosa es que fracase la represión y retorne (o no) lo reprimido, y otra que
fracase la desmentida o la desestimación y que en consecuencia retorne (o no)
lo desmentido o lo desestimado. Resulta común, sí, una parte de la respuesta,
referida al modo de detectar el fracaso de la defensa en su función de
equilibradora del narcisismo, del sentimiento de sí. En tal caso prevalece el
énfasis en la descripción duradera de estados displacenteros, que en cada
lenguaje del erotismo tienen un carácter específico. Pero la respuesta difiere
cuando consideramos el otro sector del fracaso de la defensa, concerniente al retorno
de lo sofocado (reprimido, desmentido, desestimado). En tal caso, también es
común el carácter disfórico del relato, pero no hallamos alusiones solo a
estados sino también a trasformaciones, en las que el relator realiza y sobre
todo padece ciertas acciones.
En cuanto al éxito de la defensa, también presenta sus
problemas, lo cual conduce a estudios diferenciales. El éxito de la desmentida
se suele presentar como desarrollo de relatos con un carácter eufórico, y en
las sesiones predomina una postura desafiante de alguno de los sectores de la
ley antes descriptos. En los relatos se advierte que el narrador ha tenido
éxito en recurrir a la realidad al servicio de la defensa. Habitualmente este
éxito de la defensa se acompaña del recurso a otro lenguaje del erotismo
(fálico genital, fálico uretral, sádico anal secundario) como fachada, mientras
que los objetivos del vínculo terapéutico quedan trastornados sin que ello haya
sido explicitado por el paciente. También la desestimación, cuando es exitosa,
da lugar a estados megalomaníacos, que por lo general permanecen mudos, porque
van acompañados de un fuerte rechazo de la realidad (y en consecuencia no
existe un destinatario al cual dirigir la palabra). Con todo, el momento en que
la desestimación es exitosa resulta transitorio, ya que pronto deja paso no
tanto al retorno de lo desestimado sino a un estado displacentero que sustituye
a la megalomanía. En cuanto a la represión exitosa, puede dar lugar o bien a
ciertos derivados no conflictivos (en la normalidad) o bien a relatos que se
detienen, sea en el despertar el deseo, sea en el pasaje a la tentativa de
consumarlo.
Detección de las relaciones
entre sistemas defensivos y sus modificaciones en el tratamiento analítico
La afirmación de
que en los hechos no es posible hallar una única defensa operante, sino
conjuntos de ellas, con prevalencias relativas, cambiantes, requiere de algunas
aclaraciones. Una forma de entender esta coexistencia entre defensas consiste
en considerar que algunas son centrales y otras, derivadas. Entre las derivadas
hallamos algunas que son aliadas de la central y otras que se hallan del lado
opuesto en el conflicto, y que por lo tanto pueden estar al servicio del
retorno de aquello que la defensa central pretende frenar. Hasta este punto
había avanzado, en verdad, la exposición precedente. Pero otra cosa es plantear
la coexistencia entre defensas que podríamos llamar centrales (como represión y
desmentida). Entre ellas pueden darse contraposiciones, conflictos. Por
ejemplo, en quien reprime, el lenguaje del erotismo sádico anal primario se
alía con la desmentida en el camino del retorno de lo sofocado. En quien
desmiente, en cambio, el fragmento psíquico que reprime puede aparecer como
aliado del yo real definitivo, opuesto a la desmentida. Así ocurre cuando la
represión pugna por sofocar el deseo que el yo placer purificado (en un momento
de omnipotencia) pretende consumar sin freno. En una y otra ocasión hallamos
una pugna entre sistemas defensivos, entre corrientes psíquicas, una centrada
en la represión y la otra en la desmentida. Pero existen otras alternativas. A
veces la represión aparece más bien como aliada de una desmentida patógena,
cuando tiende a sofocar aquel deseo que podría sabotear el predominio de dicha
defensa. Por ejemplo, en una mujer que optó por sacrificarse (en el marco de
una desmentida patógena) por un hombre egoísta, inútil y estéril, el deseo de
tener un hijo puede cuestionar dicha orientación sacrificial. En consecuencia,
dicho deseo puede sufrir la represión y, al fracasar esta defensa, generar un
síntoma neurótico (histérico, por ejemplo) agregado. En esta ocasión la
represión está al servicio de una desmentida patógena. Las combinatorias entre
defensas pueden ser múltiples y cambiantes, y resulta necesario contar con una
teoría que dé cuenta de ello de una manera flexible, acorde a los hechos, y con
instrumentos para detectar dichos procesos con suficiente fineza.
Con ello nos
introducimos en otro problema. En efecto, hasta este momento el instrumento nos
ha permitido 1) detectar una defensa, 2) determinar si esta es patógena o no,
3) decidir si, siendo patógena, ha fracasado o es exitosa. Pero, habiendo más
de una defensa central, aún no nos permite decidir cuál es el lugar de cada una
en el conjunto. Un criterio para decidir cuál es la defensa dominante en un
discurso es el estadístico: lo es aquella que resulta más frecuente. Otro
criterio, que prefiero, es el lógico: es dominante aquella que organiza con
mayor coherencia el conjunto. A veces hallamos que una de ellas ocupa el lugar
hegemónico y otra le hace de complemento; pero también encontramos que se dan
pugnas entre dos orientaciones defensivas, o entre dos estados de la misma
defensa, como ser la oposición entre el repliegue narcisista (por el éxito de
la desmentida) y la reconexión con el mundo (por el fracaso de la defensa).
También en este punto para tomar la decisión contamos con los dos criterios
antes mencionados, estadístico y lógico. El tema merece ser explorado, ya que
es frecuente que en los hechos nos encontremos con combinatorias de este tipo,
que tienen un carácter prototípico. Tales combinatorias permiten distinguir
entre una caracteropatía histérica (en la cual predomina la represión,
reforzada por la desmentida) y la presentación histérica de algún paciente con
una estructura depresiva (en el cual la desmentida es reforzada por la
represión). Igualmente, permite diferenciar entre las manifestaciones tóxicas
transitorias en pacientes paranoides (en los que la desestimación del afecto
está al servicio de la desmentida) y las adicciones graves (en las cuales la
desestimación del afecto queda reforzada por la desestimación de la realidad y
de la instancia paterna). Hemos advertido, por ejemplo, que cuando en un
paciente prevalece la desmentida, la tendencia a involucrar a los otros al
servicio de la defensa se acompaña del revestimiento del lenguaje del erotismo
fálico genital en una versión eufórica. En cambio, cuando pasa a replegarse
sobre sí, en su discurso advertimos un revestimiento por el lenguaje del
erotismo fálico uretral, en una versión disfórica.
Además, la situación se complica por el hecho de que las
intervenciones del terapeuta conducen a generar cambios en los andamiajes
defensivos del paciente, a veces con una tendencia a la desestructuración
psíquica y en otras ocasiones con una orientación complejizante. Sin embargo,
debemos estar preparados para la obtención de resultados no globales sino
fragmentarios. En consecuencia, en relación con los cambios clínicos, más que
el panorama de una sujeto unificado en torno de una defensa dominante y de
otras subordinadas, o al menos unificado en torno de una pugna entre dos
defensas contrapuestas, podemos obtener una visión distinta: hallar una
combinatoria entre orientaciones defensivas que se reordenan de manera más o
menos permanente. Encontramos que un lenguaje del erotismo (por ejemplo, el
fálico genital) deja de quedar reprimido como complemento del predominio de la
desmentida ligada a otro lenguaje del erotismo (por ejemplo, el sádico anal
primario), y en lugar de ello se vuelve autónomo de esta estrategia defensiva e
inclusive se pone en contra de ella. En los hechos en el primer momento el
relato combinaba escenas de seducción en las que prevalecía el afán de venganza
tiñendo los vínculos heterosexuales (llenos de suspicacias, ofensas y
desquites); en el segundo momento, en cambio, surgen las preocupaciones por la
falta de disfrute en las prácticas sexuales y por la falta de futuro y de
proyectos en las relaciones de pareja, hasta entonces siempre esfímeras. A
partir de estos cuestionamientos, un paciente puede pasar a reconsiderar los
fundamentos de sus proyectos vindicatorios, que lo dejan encerrado en
alternancias que van de la vivencia de ofensa a la de triunfalismo vindicatorio
solitario. Esta reconsideración va acompañada de modificaciones en defensas
secundarias (por ejemplo, evitación o formación reactiva), más que en las
centrales. Hallaremos resultados de este u otro tipo, de carácter transitorio,
con reordenamientos cambiantes, sobre todo si estudiamos un tratamiento en
proceso, y no su resolución final. Para detectar estos cambios parciales
también contamos con dos alternativas: o bien privilegiar un enfoque
estadístico o bien destacar el peso de un enfoque lógico, aunque resulta más
enriquecedor complejizar el análisis combinando ambas perspectivas.
V. Visión de conjunto,
problemas y perspectivas
1. Es conveniente recapitular nuestro largo recorrido.
Tras presentar el problema de la investigación sistemática de las defensas y su
valor en distintos terrenos de la ciencia psicoanalítica, expuse, valoré y
critiqué las propuestas metodológicas de otros autores. Luego me dediqué a
inventariar y agrupar las defensas a partir de un criterio psicopatológico,
centrado en la diferenciación entre ciertas estructuras clínicas. Distinguí
entonces cinco clusters, uno de defensas funcionales y cuatro de
defensas patógenas. En cada uno de estos cuatro últimos agrupamientos, una
defensa hace de centro: represión, desmentida, desestimación de la realidad y
de la instancia paterna, desestimación del afecto. Otras defensas hacen o bien
de refuerzo de la defensa central o bien se trasforman en las vías del retorno
de lo sofocado. Llegado a este punto, me dediqué a establecer nexos entre
erogeneidades y defensas, a partir de la hipótesis freudiana de que las
defensas son destinos de las pulsiones. Sostuve que las defensas centrales son
destino de un grupo de erogeneidades, y que las defensas complementarias son
más bien destinos de alguna de ellas, más específica. Propuse entonces nexos
precisos entre erogeneidades y defensas. Este paso intermedio se completó con
otro: enlazar además las erogeneidades con las manifestaciones discursivas de
los pacientes, en especial con los relatos. Propuse una caracterización
(grilla) de los tipos de relatos por erogeneidad. Reuní entonces los dos modos
en que la erogeneidad se expresa en el yo: la defensa y el relato, ambos
integrantes de los correspondientes lenguajes del erotismo. Sostuve además que
en cada estructura clínica se combinan de manera específica erogeneidades y
defensas, que pretendí especificar para cada una de ellas. Esta larga
argumentación constituyó el preámbulo para proponer el método para la detección
de la defensa en el relato. Dicho método implica considerar la posición del
narrador (el paciente) en las escenas que relata. En consecuencia, me vi
llevado a inventariar dichas posiciones, para lo cual recurrí a hipótesis
freudianas. Munido de estos recursos, pasé a describir cómo se expresan los mecanismos
de defensa (normal o patógena) en las escenas de cada lenguaje del erotismo.
Tras realizar una descripción algo pormenorizada, pasé a plantear otro
interrogante: cómo detectar si la defensa patógena es exitosa o no, en su doble
vertiente: si se mantiene lo sofocado, si se alcanza o no un equilibrio
narcisista. Para detectar el éxito o fracaso de la defensa, propuse prestar
atención por un lado a los estados en el relato y por el otro a ciertas
particularidades del relato (su énfasis en algún fragmento, el desenlace
disfórico de algunas trasformaciones). Por fin, me formulé una tercera
pregunta, referida a las situaciones clínicas en las que, por un lado, se dan
combinaciones entre defensas, y por otro lado estas mezclas son cambiantes. Las
cuestiones consideradas son dos: cómo detectar cuál es la defensa prevalente,
cómo detectar los cambios en las combinaciones entre ellas. Respecto de la
detección de las prevalencias, propuse considerar las que tienen hegemonía
lógica en el conjunto, y respecto de la detección de los cambios en las mezclas
entre sistemas defensivos, destaqué el valor de los estudios contrastantes
entre diferentes fragmentos de discursos del paciente.
Presentar este
panorama global permite tener una idea del decurso de la argumentación, que
contiene numerosos puntos en que debí tomar decisiones y justificarlas.
Globalmente considerada, esta exposición tiene tres sectores: 1) creación del
inventario y el agrupamiento de las defensas, 2) articulación con la teoría del
relato por la mediación de la teoría de la erogeneidad, 3) propuestas
metodológicas específicas referidas a a) el reconocimiento de la defensa en
juego, b) la detección de su carácter funcional o patógeno, c) la inferencia
acerca del estado de la defensa patógena (exitosa o fracasada), d) la
investigación sobre las prevalencias relativas y sus cambios en un discurso
concreto. Se advierte que una parte de la densidad de esta exposición se
hubiera obviado si hubiera contado con una teoría sistemática y una
categorización de las defensas ya establecidas entre los psicoanalistas. En
realidad, cuento con ella, puesto que he dedicado al tema varios textos (----);
pero se trata solo de mi propuesta (que por otra parte recoge aportes de
numerosos autores de escuelas diversas). Además, en los hechos debí resumirla y
empobrecerla para la ocasión. El trabajo hubiera debido empezar con la
argumentación correspondiente al punto 2, es decir, las hipótesis-puente entre
la teoría de la defensa y los hechos por investigar (el relato del paciente).
Estas hipótesis-puente, referidas a la defensa y al relato como expresión de la
erogeneidad, constituyen de por sí un paso pesado de dar, y tanto más lo es la
exposición del punto 3.
Deseo agregar que
el establecimiento de las hipótesis-puente y el desarrollo más concreto del
instrumento para la investigación de la defensa han estado orientados por
varias investigaciones de casos en las que pusimos en juego este arsenal de
recursos metodológicos, lo rectificamos y lo afinamos progresivamente (----). Sin
embargo, es probable que nuevas investigaciones nos conduzcan a complejizar aún
más el método y nos haga sensibles a nuevos problemas y otras tantas
soluciones.
Otro aspecto que
merece considerarse concierne a las hipótesis que puse en juego para detectar
la defensa normal o patógena en el relato. En todas las ocasiones tomé en
cuenta la posición del relator en la escena. Pero, hilando más fino, puedo
advertir que empleé dos criterios para detectar esta posición. En relación con
la desmentida y la desestimación, me valí del esquema propuesto por Freud:
modelo, ayudante, etc. En cambio, en relación con la represión me valí además
de otro esquema, de carácter más bien secuencial: la detención o no en el
proceso de avance según el deseo, o las características de dicho avance, en el
sentido de si se realiza a costa de otros o con la contribución de los otros.
Sin embargo, también para la detección de la represión normal o patógena presté
atención a las posiciones en el relato, y no solo a los avances y las detenciones
ya aludidas.
2. Se presentan
nuevos problemas a la hora de poner a prueba esta propuesta a partir del
contraste con los hechos. Al respecto, he realizado diferentes investigaciones,
1) Algunas consisten en análisis de casos para detectar el cambio clínico como
consecuencia de un tratamiento psicoterapéutico. En esta ocasión contrasté dos
perspectivas, la clínica y el ADL. Para ello recurrí a jueces independientes
que discuten y deciden acerca de si hubo evolución clínica, y acerca de las
defensas en juego y sus modificaciones, y comparé estos resultados con los
obtenidos al aplicar el ADL (----). 2) También he comparado la aplicación del
ADL con las conclusiones extraídas por autores que expusieron un caso clínico e
investigaron en el correspondiente sistema defensivo. Un ejemplo del contraste
entre mi enfoque de las defensas y el de otros autores se halla en el estudio
que hice sobre Z, estudiado también por Donnet y Green (1973). En este estudio
resultó de utilidad la diferenciación no tanto entre las defensas sino entre
sus estados. En efecto, considero que Z se hallaba en un estado de retracción
narcisista psicótica, sin restitución, pero con un fracaso en la tentativa de
conservar su sentimiento de sí. 3) Por fin, he contrastado mi método con el
empleado por Perry al analizar las defensas. En este punto cabe destacar una
ventaja del método de Perry: que detecta el peso de ciertas defensas
secundarias a la central, como anulación, aislamiento, proyección o
identificación. La sensibilidad de dicho método puede complementarse con la del
mío, diseñado más bien para detectar la defensa central en cada estructura, su
estado y sus modificaciones en el tratamiento psicoanalítico. Supongamos que en
un paciente ocurre una disminución de su inhibición. Pero no es lo mismo que lo
inhibido sea la expresión de un deseo ambicioso, por ejemplo, a que sea un
pensamiento delirante. Por ello, la detección de un cambio en una defensa
secundaria requiere de la consideración del marco defensivo global en que ella
se integra. En el primer caso la caída de la inhibición implica una remoción
parcial de la represión; en el segundo, en cambio, constituye el camino para el
retorno de lo desestimado.
No puedo
sintetizar fácilmente los resultados de los contrastes entre enfoques ya que,
por un lado, mi método plantea (y pretende encarar) interrogantes que otros no,
y por otro lado, la sensibilidad de los clínicos, al investigar un caso, tiene
más bien un carácter intuitivo, no sistemático. De modo que me veo llevado a
realizar mis propios estudios y ponerlos a disposición de quien esté interesado
en criticarlos.
Como conclusión
general de estos contrastes puedo afirmar que los investigadores no han
refinado suficientemente ni su teoría ni su método de abordaje de los hechos,
pese a la importancia que tiene el tema, ya que la defensa central, en el
fondo, constituye el modo de posicionamiento subjetivo, polifacético y
cambiante, de cada quien. En
consecuencia, me hallo en una posición frágil, que hace dificultoso un avance
firme, acorde con las exigencias internas de rectificación y crítica. Sin
embargo, considero que esta situación es transitoria, y que en poco tiempo
aparecerán nuevos interlocutores, en la medida en que otros investigadores
adviertan la necesidad de refinar sus interrogantes y diseñen a partir de ellos
nuevos métodos o decidan replicar los nuestros.
3. Otro aspecto
que merece nuestra consideración es el enfoque que D. Liberman realizó sobre
los estidos complementarios entre paciente y terapeuta. Liberman no se refirió
a los lenguaje del erotismo, sino a los estilos, pero básicamente su propuesta
es el fundamento de la mía, que tiene quizá mayor arraigo en la metapsicología.
Más allá de estas diferencias, considero que sus hipótesis sobre las
complementariedades óptimas, entre los discursos de paciente y analista tienen
vigencia y abren la posibilidad de realizar investigaciones sobre los hechos
ocurridos en las sesiones. Liberman sostenía que, cuando un analista
sintonizaba empáticamente con su paciente y tenía una comprensión de los
procesos psíquicos, esto se evidenciaba bajo la forma de interpretaciones que
poseían un estilo complementario con el del paciente. Liberman propuso cuáles
eran los estilos complementarios óptimos del terapeuta con cada paciente. Su propuesta
no contenía una recomendación acerca de cómo intervenir. Era más bien un método
para evaluar las intervenciones ya formuladas, puesto que de lo contrario, si
se las tomaba como consejos respecto a las sesiones por venir, el terapeuta
podía verse constreñido a realizar interpretaciones carentes de creatividad. He
aquí la lista de las complementariedades óptimas de las intervenciones del
terapeuta que Liberman adscribió para cada lenguaje del erotismo del paciente,
con algún agregado que me pertenece:
Paciente |
LI |
O1 |
O2 |
A1 |
A2 |
FU |
FG |
Analista |
O2 |
FG |
A2 |
A2 |
A1 |
O1 |
O1 |
Liberman
justificaba sus hipótesis sosteniendo que en el lenguaje del erotismo fálico
genital son frecuentes dramatizaciones redundantes y proliferaciones
sintácticas y semánticas carentes de síntesis, mientras que en el lenguaje del
erotismo oral primario prevalecen la tendencia a la abstracción y la falta de
compromiso en un despliegue de escenas. De tal modo, este último lenguaje del
erotismo le aporta al primero su complemento óptimo, al conducir a detectar lo
común en la redundancia, y con ello a sustituir una defensa patógena
(represión) por otra, más benigna. Argumentaciones similares conducen a
justificar las otras complementariedades en cuanto a los lenguajes del
erotismo.
Las opiniones de
Liberman, basadas en la clínica, adquieren renovado valor a la luz de las
descripciones que realicé respecto de los relatos como expresión de las
erogeneidades y las defensas. En efecto, la complementariedad propuesta por
Liberman corresponde, en los hechos, al lenguaje del erotismo que representa al
sector al cual una defensa se opone. Y en este sentido, el estilo
complementario del analista constituye el modo de contribuir a la remoción de
una defensa patógena.
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