Dra. Ana Rozembaum de Schwartzman

Mas allá de la historia

Transmisión generacional: 

Particularidades en el psicoanálisis con niños y adolescentes

"Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente."

J. B. Alberdi

 

La literatura psicoanalítica de los últimos tiempos ha abordado con insistencia la problemática de ciertas identificaciones, que algunos autores han dado en llamar alienadas o alienantes (en el sentido etimológico del término); diferentes conceptualizaciones coinciden en la idea de que en la constitución psíquica de ciertos sujetos, la historia de y entre sus antepasados en segunda y tercera generación se revela con un peso y una eficacia etiopatogénica que trasciende la historia "vivida" del sujeto.

La cuestión no es tan actual como pareciera, puesto que ya en la Biblia el profeta Jeremías afirmaba, mucho antes que el psicoanálisis fuera creado: "Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera", Jeremías 31, 29.

En todo caso, la identificación "alienante" comporta un nivel doble, pues se trata de identificarse con la identificación de uno de los padres. Y si el descendiente lo hace, es por "fidelidad narcisista" hacia uno de los padres, que frecuentemente ha deseado asociarlo con su ascendiente.

El psicoanálisis, empresa de liberación del pasado, ejercicio de memoria en transferencia, convoca a recordar; pero para el análisis de muchos pacientes se hacen necesarios no sólo la investigación de sus experiencias personales sino también el esfuerzo de rastrear hechos trascendentes que habrían dejado su marca en generaciones anteriores, a los efectos de formular una historización que logre resignificar su padecer presente; pues la experiencia clínica suele mostrar que hechos ocurridos en un tiempo anterior a su nacimiento e historias que aparentemente no le pertenecen se revelan con frecuencia constitutivas de su psiquismo.

Hechos que tienen la característica de ser "secretos", en el sentido de que no se mencionan, tampoco se podría decir que se ocultan premeditadamente. El último refugio de la dignidad es el silencio. Por pudor, por vergüenza, se puede albergar la ilusión de que cerrando los ojos y guardando silencio, los sucesos se perderán en la noche de los tiempos, mas no por ello han de cesar sus efectos, más allá de las generaciones.

Es como si su revelación hiciera temer la reproducción del hecho traumático, la decadencia o que sobrevenga otra desgracia. Y así la sombra del suceso sigue vigente y actuante en un inagotable eco del pasado, sobre sujetos que pagan el precio de la transmisión silenciosa de espectros que perduran.

De tal modo, los hijos de las víctimas que han sobrevivido a las persecuciones nazis (segunda generación) han debido soportar los residuos del traumatismo de sus padres, residuos que les han sido transmitidos y que a menudo hipotecan no sólo sus vidas sino su rol de padres frente a sus hijos, niños llamados de

tercera generación. Tampoco puede desconocerse que hay niños vivos sentados en el lugar de un hermano muerto que, aun desaparecido, continúa siendo el irremplazable complemento narcisista de padres enlutados, y que pesa agoviadoramente sobre el destino de la fratía que le sucede o sobrevive.

Lo que en los padres no ha podido encontrar su inscripción psíquica, su figuración imaginaria, corre el riesgo de hacer retorno sobre otro, designado en la genealogía para reproducir sin comprender. Sucesión sin fin que se perpetúa de una generación a otra, desafiando el paso del tiempo.

Surgen ya a algunos interrogantes: ¿cuáles serían las condiciones que deben cumplirse para tener la percepción clínica de que esa historia oculta es constituyente del psiquismo del paciente, y no una explicación que el psicoanalista podría construir fuera del movimiento transferencial? También se plantea otra pregunta: ¿es acaso el niño (sujeto) totalmente capturable por esas historias? ¿Cuál es su posibilidad de intervenir sobre las historias que lo anteceden y respecto de las cuales habrá de constituirse? O, dicho de otro modo, frente a los mitos y narrativas históricas que producen significación e identificación, ¿existiría la posibilidad de un trabajo de interpretación por parte del niño, para la singularización de su historia?

Hace muchos años Lagache decía que "El modelo de relación intersubjetivo para los niños por llegar existe antes de nacer. Antes de existir en él mismo, para él mismo y por él mismo, el niño existe por y para los otros".8

Es decir, la historia "siempre ahí", antecediendo a todo sujeto singular, encarnada en la cultura, en narrativas y mitos familiares, en silencios o en enunciados.

Mucho se ha hablado sobre la importancia de la prematuración del infans para explicar la función anticipatoria del otro. Es preciso no olvidar que el niño, mucho antes de adquirir las funciones psíquicas adecuadas, vive en un mundo que lo acompaña y acompañará siempre, constituyendo experiencias formadoras o deformadoras. Eso que Winnicott, con la sencillez y la profundidad que lo caracterizaron, llamó ambiente facilitador o perturbador.

Pero también es el niño el que construye ese mundo que habita, que no es solo reproducción sino también creación permanente... Si hay una madre lo "suficientemente buena" para la constitución de la fantasía y el deseo.

La "novela familiar" como una de las fantasías típicas, constituye un buen ejemplo de cómo la identificación constitutiva no es capturable exclusivamente bajo el modelo de la alienación, ya que refleja la construcción de narrativas que redefinen y se apropian justamente de los temas básicos de filiación e identidad. La novela familiar y las teorías sexuales infantiles, construcciones autónomas del yo, tienen que ver con esas respuestas que el sujeto debe aportar sobre su origen.

No es cuestión de caer en un psiquismo en el cual la imborrable marca del deseo del otro sea la moneda de la hiperdeterminación, lo cual implicaría caer en un determinismo absoluto. Determinismo del deseo del otro sobre el niño y su deseo, determinismo del futuro por el pasado, fatalismo de lo ya dado y sagradamente escrito e inscripto. Marca de una determinación en que el modelo de historización por venir queda invertido en la medida en que el pasado es lo ya vivido que debe repetirse y repetirse en el niño, cerrando la posibilidad de una nueva interpretación.

El modelo freudiano de historia retroactiva, conjugado el pasado con el presente y el futuro, articula la repetición con la diferencia. Así lo entienden también M. Baranger, W. Baranger y J. Mon cuando afirman que: "Con el concepto de Nachträglichkeit, Freud abandona el modelo de causalidad mecánica y la temporalidad lineal según el vector pasado-presente a favor de un concepto dialectivo de la causalidad y de un modelo en "espiral" de la temporalidad, donde el futuro y el presente se condicionan y significan recíprocamente en la estructuración del pasado. "2

"Solamente recordando es posible el olvido", le escuchamos decir al protagonista de Hiroshima mon amour, filme realizado por Alain Resnais a partir de un guión de Marguerite Duras que trata justamente sobre la necesidad de la memoria y la construcción de una identidad.

La situación psicoanalítica aparecería como la ocasión privilegiada para detenerse a pensar sobre uno mismo. Autoriza la reconstrucción en presencia de otro, de una historia profunda de la familia, permite descifrar los fantasmas de identificación, transgredir la ley del silencio y lanzar una mirada diferente sobre los terrenos prohibidos del inconsciente.

En el campo de trabajo de un psicoanalista, la realidad o verdad histórica está presente en la transferencia-contratransferencia, y ese presente se transforma mediante la interpretación, en un recuerdo y un relato que constituye genuinamente a la historia. El grado de coincidencia de ese recuerdo, o ese relato, con lo ocurrido, es teóricamente incognoscible. Además, los acontecimientos "pasados" solo constituyen historia en función de su significado.

La historia del análisis nunca será la simple recuperación de aquello ocurrido en la realidad, sino que, por el contrario, deberá conducir a una construcción, siempre ficticia, que permita reencontrar la realidad psíquica del sujeto. No es nuestra intención buscar, como si ello fuera posible, el recuerdo o la construcción del hecho real puro, sino tratar de lograr la elaboración de la categoría del pasado, diferenciando las generaciones, para permitir un nuevo reordenamiento simbólico.

Freud tuvo que diferenciar el trabajo del psicoanalista del trabajo del arqueólogo. Éste, decía, opera con materiales destruidos; el psicoanalista, con algo aún vivo. Es decir, cuando reconstruye un trozo de historia, se encuentra con recuerdos encubridores que mantiene vivo lo reprimido, con asociaciones que hacen emerger el material olvidado, con sueños que lo animan, con conductas que lo repiten. La transferencia es el lugar privilegiado en que el psicoanalista capta in vivo la repetición.

Según afirman W.Baranger, R. Goldstein y N. Goldstein, "El acceso a tales situaciones (traumáticas) no puede conseguirse sin un trabajo de historización del trauma que dio lugar a tales identificaciones. Para ello disponemos de elementos de distinta índole que permiten esa reconstrucción a posteriori. Utilizamos los recuerdos disponibles en la anamnesis del analizando (...) Podemos complementarlos con el análisis de historias contadas al paciente por sus parientes próximos, de los mitos y las novelas familiares."3

Cuando la consulta se establece por un hijo disponemos además de otros elementos que enriquecen y complejizan el campo analítico.

Particularidades en el psicoanálisis de niños y adolescentes

Al emprender el análisis de un niño o adolescente contamos con una serie de datos provistos no sólo por el paciente sino también por sus padres, quienes, además de relatar la historia del hijo, cuentan sobre la de ellos, y hasta puede suceder que deslicen comentarios o evoquen cuestiones concernientes a sus abuelos. Desde un punto de vista psicoanalítico tenemos que admitir el rol psíquico de los abuelos en la evolución de cada ser humano, no tanto en razón de una acción real directa sobre la existencia de sus nietos, sino más bien a nivel de primeros organizadores de una situación edípica con múltiples ramificaciones. Forzosamente, el material lleva hacia la prehistoria, a cosas que ocurrieron, que dijeron o que se ordenaron de acuerdo con un mito intrincado a la trama histórica, mucho antes que el paciente estuviera vivo.

An- amnesis por la que desfilan varias generaciones, abarcando sucesos y personajes que se mezclan y superponen; lo cual permite un juego dialéctico de historización, una trama donde el presente y el pasado se dejan recorrer ida y vuelta, poniendo en evidencia como se condicionan recíprocamente, ya que las biografías no sólo están encadenadas sino que se entrecruzan, interactúan y superponen descubriendo una dialéctica pasado- presente, realidad- ficción, que no es neutra, sino que compromete a los actores.

En esas entrevistas preliminares, todavía en los umbrales del análisis, los padres van profundizando en sus recuerdos, y así, en breves horas pueden transcurrir muchos años de historia plenos de acontecimientos y con múltiples figuras.

No podemos evitar quedar impactados al notar que sobre ciertos individuos existe una especie de "oráculo", como si su vida hubiese sido predeterminada desde su mismo nacimiento, o aun desde antes, conforma a un "plan", también inconsciente para sus gestores. Ante la percepción de rasgos identificatorios de generaciones precedentes tenemos, a veces, la siniestra sensación de estar en presencia de un "fantasma" habitante de las profundidades del paciente, que pugna por emerger. Nos preguntamos sobre el modo como se introdujo en tan recóndita morada; ni qué decir que nos preguntamos sobre el modo de desalojarlo.12

Lo que queda enterrado en un progenitor puede transmitirse al psiquismo de un hijo, en identificaciones inconscientes solidarias de una historia que encadena a dos o tres generaciones.

El "fantasma" tiene la función de objetivar, de darle lugar y representación al blanco que ha creado en el descendiente el ocultamiento de aspectos importantes de la vida del objeto amado; resulta del pasaje, de modo enigmático, del inconsciente de un padre al inconsciente de un hijo. Este último habría sentido, y ubicado en uno de los padres, señales, signos, afectos o algunas palabras que incorpora, pero que no logran constituir una cadena de representaciones, un desarrollo asociativo, sino que crean un blanco en la posibilidad de construir un decir propio. Indicaría los efectos sobre el descendiente de aquello que para el progenitor tuvo la cualidad de una herida, una catástrofe psíquica.

La constatación clínica de tales repeticiones, identidad de destinos, eco fantasmático, es frecuente si se tiene la escucha pendiente. Cuando en el hijo se reencuentra la historia traumática del padre, estamos en el monólogo repetitivo, que atraviesa las generaciones lejos del fluir de las resignificaciones.

En el tiempo de las entrevistas preliminares las voces de los padres van dibujando el perfil del sujeto de consulta. Son las mismas voces que lo condujeron durante su gestación y primeros mese de vida, son el vehículo del narcisismo, de los enunciados identificatorios, del yo ideal parental; ya que para cada madre o padre, el hijo ocupa un lugar como "proyecto" en la prolongación de su narcisismo.

Partimos, entonces, cargados con un relato aportado por los padres. Esto configura un saber que en otros trabajos propuse denominar "saber previo", 11pues puede llegar a ser una anticipación de ciertas verdades psíquicas que han de ocurrir en el análisis.

Un saber que puede llegar a contaminar el campo analítico en el caso de cometer la torpeza de considerarlo verdad suprema. Trampa narcisista tendida a quien puede creerse en posesión de un conocimiento de cualidades singulares, lo que transformaría en un verdadero obstáculo en el camino del descubrimiento de la relación de los posibles hechos y la constitución psíquica del paciente; de modo que el analista de niños y adolescentes deberá tener la precaución de que su atención flotante no se transforme en una atención capturada por su "saber previo", con lo cual obturaría el surgimiento de lo imprevisto.

Además, es preciso no olvidar que el peligro del enfoque reduccionista está siempre acechando. Tomar la prehistoria como único factor causal puede llevar a que la historia se desvanezca o a despojar de su peso a la vida imaginaria, lo cual no dejará de pesar en nuestra intervención como analistas. Por ese camino acabamos escuchando y atendiendo sólo lo que viene de sus padres, abuelos o más atrás aún, y sólo asignando valor a lo que está relacionado con los mitos y narrativas familiares.

Las construcciones transgeneracionales, tan en boga hoy en día, no tienen por qué constituirse en horizontes obligados del pensamiento o en una especie de proceso a las generaciones pre-cedentes a las que fácilmente se las puede enjuiciar. Más bien, podemos afirmar que pueden llegar a ser extremadamente útiles en ciertas curas difíciles al poner en discurso, entre las diversas generaciones, lo que permanece repetitivo y actuante.

Por otro lado, será preciso tener en cuenta la deformación y el aderezo a que es sometido el propio pasado cuando se lo mira retrospectivamente desde un tiempo posterior. A menudo observamos que en el testimonio de algunas escenas se registra más de una versión de cada uno de los progenitores, y con frecuencia dichas versiones pueden resultar muy diferentes entre sí.

Instalarse en el sillón a la escucha de estas historias es poner a prueba la facultad de traducción y administración de datos; se hace necesario reordenar el tiempo con la adecuada ubicación de generaciones y distribuciones de conflictos, estableciendo secuencias que permitirán un nuevo reordenamiento simbólico.

Este relato, entendido como una representación que debe ser interpretada, puede servir para llenar las lagunas mnémicas, y ser utilizado como una construcción auxiliar que puede ser necesaria para comenzar el trabajo, si se cuida el hecho de dejar persistir la circulación dialéctica entre las informaciones recibidas desde el exterior y los elementos de construcción que aparecen poco a poco en la relación de transferencia; en tanto este "saber previo" no obture la escucha ni la interpretación del material específico emergente en cada una de las sesiones.

Sólo en la interioridad del proceso analítico se podrá llegar a reconocer la significación psicológica de cada hecho, de cada situación, para ese sujeto que acude a la consulta. La historización propiamente dicha

Recién surgirá en el movimiento transferencial, creando causalidad donde no la había, aportando eslabones a aquello que no estaba conectado, develando enigmas que el sujeto ignoraba poseer.

A modo de ejemplo

Martín, adolescente de quince años, llega a la consulta acompañado por su padre, "después de haber violado a su hermano"(5 años), experiencia ésta que lo avergonzaba y por la cual se cuestionaba dolorosamente.

Es una de las características del síntoma-acto aparecer así, imprevistamente y en la masividad de lo único. Pero producida la irrupción, el acto comienza a perfilarse en una historia pasada y los recuerdos reaparecen revelando sus causas, sus orígenes y a veces incluso sus soluciones.

Martín es un único hijo de una pareja que se separó poco después de su nacimiento por brusca decisión de su padre, quien abandonó la casa para casarse con otra mujer con quien tuvo dos hijos.

La madre opuso una feroz resistencia a la separación, desencadenando escenas de extrema violencia: "Yo no me podía resignar a perder lo que era mío". Aun ahora no se resignaba, se consideraba abandonada y profundamente herida, incapaz de superar su estado de duelo; llevaba desde entonces una vida monótona y solitaria, teniendo como única compañía a su propia madre y a su hijo.

Solía decir "Yo ya me casé una vez, y así me fue; ahora no quiero saber más nada con los hombres". Frase categórica con la cual (según Martín) cerraba toda posibilidad de diálogo.

Aquello tantas veces repetido en sentido metafórico en el discurso materno "No quiero saber más nada con los hombres" puede adquirir para el infans un status de acusación concreto. Aun cuando no sería justo atribuirle a una frase, un poder que no deje alternativa. Todo lo que puede decirse es que indica dónde cierto régimen deseante familiar ubica a un sujeto en un lugar, donde él podrá o no perpetuarse.

Sobre el final de las entrevistas preliminares, el padre incluyó una revelación impactante.

Recordó que cuando él tenía alrededor de quince años había sorprendido a su madre, en el altillo de su casa, con una persona de la servidumbre que convivía con ellos desde hacía muchos años; las dos mujeres estaban en la cama, desnudas, en actitud francamente sexual. Denunciado el episodio, sintió desilusión, ya que su padre no pareció impresionarse, ni había tomado ninguna medida: "Todo seguía igual", y por eso dos años después se fue de la casa, con la certeza de que era hijo de una madre homosexual y la convicción de que su padre lo sabía y lo toleraba, ignorando las razones para ello.10

  • Nunca había hablado de esto con nadie.

Puede suceder que en ese tiempo de la demanda, período de alto contenido transferencial y cuando ya se ha creado una atmósfera de intimidad y confianza, los padres imprevistamente incluyan una revelación impactante, introduciéndonos de golpe en la contemplación de una escena, integrando así el dato que faltaba para que la historia se llene de vida.

La revelación se inicia como confidencia, pero incluye un mensaje que apunta a buscar un soporte. Testimonio que tiene un destinatario privilegiado, se desliza hacia la contratransferencia y hace pie firme en la situación analítica añadiéndole riqueza y complejidad, ya que impacta y estimula al analista. Y abre, por así decirlo, la vía regia hacia sectores apartados del aparato psíquico y mantenidos al margen mediante un clivaje secreto.

Se trataba de uno de esos casos: un allegado pariente de otra generación que había cometido un acto reprensible y que uno de los miembros de la familia guardaba en secreto, por vergüenza.

Un objeto transgeneracional es un ancestro, un antepasado que suscita fantasías o provoca identificaciones. En el discurso de los pacientes surge frecuentemente como una revelación inesperada, así como también en asociaciones y recuerdos respecto de los sueños. Está referido a traumas dolorosos y/o moralmente reprobables.

En el momento del encuentro amoroso, estas representaciones organizan la elección sexual. ¿Así habría sido acaso con los padres de Martín?.

Hijo de una mujer que declaraba no querer saber más nada con los hombres. Y, además, llamaba la atención la indiferencia con que había reaccionado frente al episodio de la violación.

Hijo de un hombre en el que la referencia al linaje era un fardo pesado de cargar. Recordemos la escena del altillo y sus consecuencias "Me fui de casa","Me hice solo".

¿Cómo lograría Martín enfrentarse con la diferencia de sexos y asumir su lugar en el sistema de parentesco y en el árbol genealógico?

Por otra parte, ¿de qué padres se habla en el transcurso de un análisis? Los padres de los que se habla son los padres tal como están inscriptos en la realidad psíquica del sujeto. Inscripción que se reconoce en el decir del paciente y en su escucha de las interpretaciones y los silencios del analista, más allá de lo que el paciente cree que los padres son. Difieren asimismo de los que el analista se representa a partir de la imagen propuesta en le transcurso de las entrevistas preliminares. ¿Qué sabía Martín de sus antepasados? Sólo que su abuelo había muerto y que poco después la abuela se había ido a vivir a Australia con su empleada y nunca más se supo..."No sé, a lo mejor también se murió, yo no los conocí". "Nunca hablamos de eso".

Historias que se superponen y se cruzan a los 15 años. La del padre, que remite a una madre homosexual con la que convivió; la del hijo, la que subyace como telón de fondo del acto de violación homosexual hacia su hermano. Éste era un acto que, al igual que un recuerdo encubridor, conservaba todo lo esencial de la escena, pero en una versión tergiversada. Martín habría obrado a la manera de un sonámbulo que ejecuta una orden post-hipnótica.

Ante la incertidumbre de su identidad (sexual) solía preguntar en sesión: "¿Por qué, por qué lo hice? ¡Te juro que me gustan las pibas! ¡No soy homo! Y lo peor es que esto no se lo puedo contar a nadie. Ese no soy yo".

Acto – síntoma en el que él no se reconocía y que resultaba incomprensible, tal vez a causa del carácter críptico de la referencia al objeto transgeneracional.

Afirma G. Rosolato refiriéndose a los lazos de filiación: "La reproducción sexual corre pareja con otra reproducción, una transmisión cuyo principal mecanismo es la identificación del niño con sus padres".9

Podríamos agregar también con los padres de sus padres. Mensaje necesario y estructurante de los orígenes arcaicos de la especie. El superyó de los padres que ofrecen su modelo para la identificación del superyó del niño.

Pero este mensaje suele estar ausente cuando uno de los padres está investido por un fantasma.

En Tótem y tabú, Freud examina el problema de la transmisión, planteando una continuidad en la vida de sentimientos del ser humano. "La sofocación más intensa (de nociones anímicas) necesariamente dejará espacio a unas nociones sustitutivas desfiguradas y a unas reacciones que de ello se siguen [...] Ninguna generación es capaz de ocultar a la que sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad."5 Varios años después apela a la "herencia arcaica" para dar cuenta del enlace entre la huella mnémica y la inscripción cultural de la tradición o, dicho de otro modo, entre el individuo y las generaciones. Formula entonces la tesis de que la "herencia arcaica del ser humano no abarca sólo predisposiciones sino también contenidos, huellas mnémicas de lo vivenciado por generaciones anteriores."7 Pero se pregunta de qué forma esto deviene activo, llegando a la conciencia de manera desfigurada. A lo que se responde que el acontecimiento hubo de tener suficiente importancia, repetirse con frecuencia o ¡ambas posibilidades a la vez!.

La noción de Nachträlich, solidaria de las nociones de temporalidad, causalidad y memoria en sentido psicoanalítico, sirve como puente para pensar la transmisión generacional.

Sabemos que una construcción es prematura si no respeta las asociaciones del paciente y se basa exclusivamente en una deducción proveniente de la teoría del analista. Aunque fuera cierta y coincidiera. Es como una interpretación fuera de contexto. En cambio, si es el sujeto mismo el que la construye, aquello que era acto sintomático puede a través de la interpretación pasar a ser un acto creativo. La validación de la conjetura estará en el movimiento de apertura que pueda producir.

El padre, mediante su confidencia, había hecho emerger algo silenciado del pasado, que tal vez podría dar cuenta de un hecho del presente, había aportado una clave de acceso a un material desconocido por el paciente, que podría abrir un camino hacia una verdad psíquica.

Sí bien nada deberá ser considerado como la verdad absoluta, ya que, en los terrenos de la identificación, la sobredeterminación característica de los fenómenos psíquicos reina todavía con más intensidad que en ninguna otra parte. Además, el reconocimiento y la declaración de una realidad traumatogénica tanto puede revelar como... disimular.

Según afirman M. Baranger, W. Baranger y J. Mom: "Esta construcción- o reconstrucción de la historia- es un proceso sin fin, como se comprueba en cualquier análisis, donde la historia muy pobre o ‘tartamuda’ de la repetición es sustituida por historias sucesivas más ricas, matizadas y con apertura hacia el futuro".2

A propósito de historias "tartamudas", Martín tartamudeaba al inicio de su análisis, dificultad ésta que le producía dolor, sufrimiento y vergüenza. Sabemos que la tartamudez es un trastorno del habla, caracterizado por "repeticiones" o bloqueos.

Conclusiones

En el análisis de niños y adolescentes, el analista escucha al paciente desde la perspectiva de un "saber previo" conferido por los padres. Singular circunstancia que lo caracteriza desde su mismo inicio y lo diferencia del análisis de adultos.

Cuando el analista "sabe demasiado" debe cuidarse de formular una interpretación o construcción basada en algo que conoce de antemano.

Le cabe el mérito de sostener una historia (oculta) dejando al paciente en libertad de pensar, fantasear, recrear su propia historia.

-Curiosa paradoja, memorizar aquello que no ha tenido lugar aún, para permitir que ocurra-.

Existiendo ya en la mente del analista un espacio adecuado para su desarrollo, un marco creado por su "saber previo", que le va a dar significado a la experiencia. Y en el devenir del análisis, el sujeto comenzará a construir una historia – tarea jamás terminada- que no tiene porqué ser la misma que le fuera otorgada.

Decía Freud: " El camino que parte de la construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado; ahora bien, no siempre lleva tan lejos. Con harta frecuencia, no consigue llevar al paciente hasta el recuerdo de lo reprimido. En lugar de ello si el análisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno alcanza en él una ‘convicción’ cierta sobre la verdad de la construcción, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo recuperado".6

A veces los padres nos "ahorran", por así decirlo, el trabajo de la construcción, nos entregan a priori, un conocimiento que será resignificado a posteriori. Nos proveen una información de algo ocurrido en el pasado, de un ante-pasado. En ningún caso va a ser recordado por el paciente, ya que tampoco fue olvidado(no se puede recordar lo que nunca se vivió); es algo del orden de otra generación, pero que puede llegar a tener una acción eficaz, identificación mediante.

La búsqueda del tiempo de los orígenes y la interpretación de los fantasmas de identificación constituyen un tránsito posible en el análisis; largo, difícil y tortuoso camino, donde son muchos los que se detiene antes de la línea de llegada.

Y surge una pregunta imposible de eludir: ¿ es conveniente reconducir al paciente hacia un pasado que convoca fantasmas? A lo que Freud respondería desde la "Dinámica de la transferencia":4 " Nadie puede ser vencido in absentia o in effigie". Cabe suponer que se volverán más inofensivos, menos invasores, al ser reubicados con categoría de pasado, al diferenciar las generaciones. Poco a poco se irán desvaneciendo en el espacio mental excesivo que ocupaban para volver a ocupar el lugar que les corresponde entre... los retratos de familia.

La marcha de un proceso analítico implica una construcción de la memoria, la activación de un eje temporal que requiere, como decía P. Aulagnier;1 una confirmación recíproca de su legitimidad a través de otro autor. La transferencia coloca en ese rol al analista.

Comenzar la historia desde cero: "Había una vez..." (esa frase que la sabiduría popular decantó para los cuentos infantiles), porque "esa vez" es una de las tantas en que todo ocurre como siempre, pero ocurre "de nuevo" en una vez, que es esa, y sólo esa, para ese protagonista. Y la verdad del cuento, como la verdad de la construcción o del recuerdo, trasciende el sentido de aquel hecho ocurrido en aquellos tiempos pretéritos.

Y por último

Se ha descripto una situación que se presenta con mucha frecuencia en el psicoanálisis de niños y adolescentes. Más no por ello, la única.

No se puede dejar de hacer constar que existen otras múltiples variables, por ejemplo:

  •  

  • Los padres recién develan alguna historia "oculta" en un tiempo posterior, habiendo avanzado ya, un buen trecho el análisis.

  •  

  • Esto ocurre espontáneamente o a instancias de interrogantes que comienza a plantear el paciente.

  •  

  • Los padres no revelan historia alguna. Los hijos nunca preguntan.

Tal vez no haya historia "oculta" o no querrán jamás contarnos aquello que ignoramos y ellos saben.

Pero todas estas variables, y muchas otras, constituyen, sin duda, "otras historias".

Resumen

El proceso analítico implica, en buena medida, una historización de los acontecimientos que marcaron al individuo, por lo cual es, en parte, la elaboración de sus situaciones traumáticas, incluidas las que preceden su concepción, y el complicado proceso de las diversas identificaciones realizadas en su más tierna infancia.

Hechos ocurridos en un tiempo anterior a su nacimiento e historias que aparentemente no le pertenecen, suelen revelarse como clínicamente constitutivas de su psiquismo.

Estos hechos son "secretos", en el sentido de que no se mencionan.

El sujeto afectado por una historia que no le pertenece repite, desde luego sin saberlo, todo cuanto desde la fuente de sus más tiernas y primeras identificaciones se ha abierto paso hacia su ser manifiesto. Se ve forzado a expresar estados internos a través de actos, ignorando que éstos son meras réplicas de situaciones del pasado; no sólo de su pasado personal, sino del pasado de sus ante-pasados.

Al emprender el análisis de un niño o un adolescente contamos con una serie de datos provistos no sólo por el paciente, sino también por sus padres.

Éstos, además de relatar la historia del hijo, cuentan sobre la de ellos, y hasta puede suceder que deslicen comentarios o evoquen cuestiones concernientes a los abuelos.

Estos datos constituyen un patrimonio al que se denomina un "saber previo". Se conceptualiza acerca de las cuestiones que esto puede plantear en el devenir del análisis.

Se ejemplifica brevemente.

DESCRIPTORES: HISTORIA/MATERIAL CLÍNICO/TRANSGENERACIONAL/IDENTIFICACION

Bibliografía

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  • Aulagnier, P.: "Construir(se) un pasado". Psicoanálisis, ApdeBA, 3, XIII, 1991.

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  • Baranger, M.; Baranger W., y Mom, J.: "El trauma psíquico infantil, de nosotros a Freud. Trauma puro, retroactividad y reconstrucción". REV. DE PSICOANALISIS, XLIV, 4, 1987.

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  • Baranger, w.; Goldstein, N., y Goldstein, R.: "Acerca de la desintificación". REV. DE PSICOANALISIS, XLVI, 6, 1989.

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  • Freud, S. (1912): "Sobre la dinámica de la transferencia". A.E., XII.

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  • __ (1913): Tótem y Tabú, A.E., XIII.

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  • __ (1937): "Construcciones en el análisis". A. E., XXIII.

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  • __ (1939): "Moises y la religión momoteísta". A. E., XXIII.

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  • Lagache, D.: "Psychanalyse et structure de la personalité". La Psychanalyse, 6, 1961.

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  • Rosolato, Guy: "La filiación: sus implicancias psicoanalíticas y sus rupturas". NA Psicoanálisis con niños y adolescentes, 3, 1992.

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  • Rozenbaum, A.: "La ciudad oculta, consideraciones sobre la estructuración de la identidad sexual de un adolescente". REV. DE PSICOANALISIS, XLVII, 4, 1990.

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  • __: "Acerca de la depresión en la infancia". REV DE PSICOANALISIS, L, 1, 1993.

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  • __: "Historias e historiales en el Psicoanálisis de niños y adolescentes". En Historia. Historiales. Ed. Kargieman, Buenos Aires, 1994.

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  • Winnicott, D.: Realidad y juego. Granica, Buenos Aires, 1972..